Bitácora de Juan Ramón Rallo Julián
Diego Guerrero se defiende (III)
Continuamos con la respuesta a Diego Guerrero. En este post analizaremos las 15 siguientes objeciones. Como antes, mis comentarios iniciales en azul y la respuesta de Guerrero en cursiva.
18) "Sin utilidad marginal la demanda de agua y alimento serían infinitas"
¿Por qué? ¿Acaso Rallo, cuando sale a cenar se empazurra y atiborra permanentemente? ¿Acaso cena tres o mil veces al día? Las necesidades humanas son limitadas, lo que ocurre es que el capitalismo limita más las de unos humanos que las de otros.
Es discutible que los fines humanos sean limitados, entre otras cosas porque la inexistencia de fines significaría el fin de la acción y, por tanto, del mismo ser humano. Lo que es evidente es que los medios para satisfacer nuestras necesidades sí lo son. Precisamente porque esos medios son limitados tenemos que economizarlos y precisamente porque tenemos que economizarlos (es decir, tengamos que distribuirlos entre fines más y menos importantes) otorgaremos mayor valor a aquellos medios que se dirijan a los fines prioritarios.
Es curioso que pueda sostenerse que el valor depende de las condiciones de producción, obviando que un incremento de la cantidad del bien necesariamente lo dirige hacia fines inferiores y, por tanto, hacia fines menos valorados. ¿Qué ocurre cuando el trabajo necesario para producir un bien no varía pero su cantidad aumenta (por dirigir mayor número de trabajadores a tal empresa)? ¿Seguirá siendo idéntico el precio? Es decir, Guerrero sugiera que los consumidores seguirán adquiriendo la misma cantidad de bienes que antes y al mismo precio. Ahora nos dice que los consumidores se saturan, ¿y qué ocurre entre la satisfacción y la saturación? ¿Acaso no pueden estar dispuestos a comprar una mayor cantidad de bienes en caso de que su precio sea ligeramente inferior? En otras palabras, ¿acaso el precio de un bien se mantendrá cuando su cantidad aumente (suponiendo que la valoración de los consumidores no cambia)? Guerrero parece suponer que sí, lo cual es absurdo pues implica no integrar la inexistencia de una demanda infinita.
¿Quién querrá adqurir mercancías adicionales cuyo precio (coste) sea superior a la satisfacción que le proporciona? Y si nadie quiere comprarlas, ¿acaso su precio permanecerá igual? En la práctica se nos dice, como ya hemos visto, que las personas intercambian sus bienes en función del trabajo incorporado y no de sus necesidades. Ya que, en otro caso, se daría cuenta el autor de que las necesidades modulan la producción y, por tanto, el precio.
19) “Guerrero confunde los términos. Su descripción no explica por qué la demanda tiene pendiente negativa, sino el denominado efecto renta. En pocas palabras, el efecto renta viene a decir que toda rebaja del precio de un bien ocasionará una expansión de la demanda con cargo al nuevo poder adquisitivo. Esto es, si el precio baja de 100 a 50, me ahorro 50 euros que ahora puedo gastar y antes no.
Sin embargo, el efecto renta presupone las curvas de demanda con pendiente negativa, no las explica.”
Nadie duda de lo que ya Marx llamaba la ley de la demanda (la forma decreciente de esa curva). Pero la teoría laboral del valor permite entender por qué el cambio técnico y la productividad creciente del trabajo rebajan con el tiempo la curva de “oferta a largo plazo” (es decir, el precio de producción marxiano) y por qué, sea cual sea la demanda, el precio baja como consecuencia. Pues bien: esos cambios en la oferta son la base real del efecto renta.
¿Nadie duda de la curva de demanda negativa? ¿Y cuál es su fundamento? Precisamente que los nuevos medios se dirigen a fines decrecientemente satisfactorios. Y es la existencia de esos fines decrecientemente satisfactorios lo que explica la organización de la producción, y no "las condiciones técnicas" que son posteriores a la expectativa de esos fines. En otras palabras, el empresario comienza su negocio en aquellos sectores que sean valorados por los consumidores -y en la extensión en que sean valorados. Por ejemplo, no podrá detraer factores productivos de otros negocios donde son más valorados. "Las condiciones de producción", por tanto, son un resultado de ese valor decreciente de los consumidores. No hay condiciones previas, pues no existe organización productiva sin expectativa de ganancia y no existe expectativa de ganancia sin utilidad. Y no existe utilidad sin utilidad marginal decreciente.
Es más, en tanto esos valores cambien, "las condiciones productivas" que, según Guerrero, explican el precio y los intercambios se verán modificadas. Por ejemplo, si hoy dejamos de valorar los ordenadores (por la razón que sea) desaparecerán del mercado, aun cuando las condiciones de producción no hayan variado. Y esas condiciones, acto seguido, se verán modificadas, incidiendo sobre otras condiciones de producción de otros sectores. ¿Y en qué medida incidirán? En la medida en que los consumidores valoren los bienes y servicios resultados de esas actividades. Por ejemplo, no se invertirá un excesivo número de trabajadores en un sector que haga incrementar el número de mercancías (y por tanto reducir su precio) hasta un punto en que los costes (de oportunidad) superen a los ingresos.
20) “Imaginemos un señor cuyo sueño vital es viajar a la luna, sin embargo no tiene suficiente dinero para ello aunque renuncie a todos los placeres de la vida actual. Sin embargo, imaginemos que se produce un descenso en el precio de todas las mercancías, de manera que, al final, renunciando a casi todos sus bienes, puede viajar a la luna. Ello no iría en contra de la ley de la demanda; el hecho de que bajara el precio de todo y disminuyera su cantidad demanda sería perfectamente lógico.”
Aquí confunde Rallo el desplazamiento a lo largo de la curva de demanda con el desplazamiento de la curva de demanda hacia la izquierda. Si fuera un estudiante mío, lo suspendería.
Agradezco no haber sido alumno de Guerrero, especialmente por su escaso bagaje teórico. Difícilmente puedo confundirlo cuando estoy diciendo que los efectos sustitución y renta NO van contra la ley de la demanda: es decir, el desplazamiento a la izquierda de la curva de demanda individual del resto de bienes de la economía (a excepción del viaje a la Luna) ha habilitado a nuestro consumidor poder pagar el precio para viajar a la Luna (esto es, desplazarse a lo largo de su curva de demanda individual para ir a la Luna). Por tanto, no sé quién es el confuso.
Lo que vengo a destacar es que la existencia de medios habilita la satisfacción de los fines y, por tanto, puede inducir a cambios en la acción humana y a restricciones sobre los otros fines. Si yo oriento mi vida a viajar a la Luna, es evidente que tendré que sufrir un entrenamiento, una disciplina y un ahorro mucho mayor que quien aspira a mantener una vida rutinaria. Desde un principio conformo mi vida de ese modo y mi objetivo es conseguido de manera gradual. Pero a veces hay cambios bruscos: yo puedo no contemplar la posibilidad de ir a la Luna (por pensar que no es factible), pero, de repente, serlo. En ese caso, mi estructura de consumo se vería modificada.
21) “Imaginemos que un señor compra un bien "a causa de su elevado precio". La ley de la demanda y la utilidad marginal no dejan de aplicarse por el hecho de que, al caer el precio, el señor deje de comprar ese bien; y es que la causa que fundamentaba su adquisición ha desaparecido. Aunque físicamente es el mismo bien, en la apreciación subjetiva del individuo no (no sirve al fin, por ejemplo, de fardar ante sus amigos de poder adquisitivo).”
Ídem. Ahora la curva se desplaza a la izquierda porque han variado los gustos. Da igual que lo consideremos como uno de los efectos Veblen o no.
Precisamente por eso. Es increíble cómo algunos pueden llegar a contradecir por no entender qué se está diciendo. Si la imagen que tiene del bien ha variado, la curva de demanda se desplaza a la izquierda: es otro bien y, por tanto, corresponde otro tipo de demanda (menor, por haber perdido una de sus características importantes). La ley de la demanda relaciona la cantidad con el precio, "ceteris paribus", es decir, manteniendo el resto de factores constantes. Si yo digo: "que cambien los factores no refuta la ley de la demanda, basada en la constancia de factores", ¿cómo puede Diego Guerrero acusarme de no entender que la ley de la demanda se basa en la constancia de factores?
Quiero matizar, simplemente, que estoy hablando en términos neoclásicos. Ni siquiera la cláusula "ceteris paribus" merece una consideración científica.
22) “si los bienes Giffen refutaran la ley de la demanda, como hemos dicho, su demanda debería aumentar conforme su precio sube, lo cual es simplemente absurdo”
En efecto, absurdo “simplemente”, es decir sin necesidad de creerse el artificio de la utilidad marginal.
Supongo que Guerrero llega a este punto dándose cuenta de que no ha entendido nada. Claro que los bienes Giffen son absurdos, en eso coincidimos. Y precisamente porque son absurdos, no sirven para refutar la utilidad marginal decreciente, como muchos han intentado.
23) “sin utilidad marginal decreciente, la demanda de los bienes con una elevada utilidad sería infinita”
Negar la utilidad marginal decreciente como fundamento de la curva de demanda no significa ni implica afirmar una supuesta ley de la utilidad marginal creciente. Aquí da Rallo un salto lógico. Sencillamente, la derivada de la utilidad no se puede calcular. Saber que tres periódicos dan más utilidad que dos, y dos más que uno, no informa nada sobre la utilidad marginal. La utilidad, tanto objetiva como subjetiva, existe; pero la utilidad no se deriva matemáticamente como tampoco se derivan el amor, la amistad o la pereza.
Aquí volvemos a otro de los típicos errores de Guerrero que ya tratamos en el punto 16 y en un post anterior. La utilidad marginal NO es absurda por el hecho de que no exista la derivada de la utilidad, en todo caso sería absurda la derivada como instrumento matemático para aproximar la utilidad marginal.
Y por supuesto que negar la utilidad marginal decreciente significa negar la curva de demanda negativa. ¿Por qué acaso debería decrecer la demanda conforme aumenta el precio? O dicho de otra forma, ¿por qué debería aumentar cuando disminuye? Si yo no admito que la cantidad adicional de un bien disminuye su valor (por dirigirse hacia fines inferiores), ¿puedo admitir que la utilidad de los bienes disminuye? Y si lo admito, ¿en qué debo basarla sino en la cantidad y, más concretamente, en la progresiva reducción del valor de los fines a los que se dirigen?
24) “Al final, negar la utilidad marginal decreciente es equivalente a negar la existencia de fines en la acción humana. Si existen fines estos tendrán que ordenarse de mayor a menor importancia para el sujeto, habida cuenta de la escasez de medios y tiempo. Por tanto, si negamos esa jerarquía estamos señalando que todos los fines son igualmente relevantes (esto es, igualmente irrevelantes) y que la acción humana no es teleológica, sino aleatoria, reactiva o dirigida.”
Ya he explicado que la jerarquía de necesidades es un hecho. Pero no explica los precios. Primero, dicha jerarquía existía en sociedades en las que no había precios, y existe y existirá siempre. Pero para explicar los precios se necesita otra cosa. Si A prefiere la carne al pescado, y B al revés, ¿qué tiene que ver eso con la formación de los precios?
¿No existían precios? Parece que Guerrero se refiere a precios más o menos estables. Precios han existido siempre, desde el comienzo del intercambio. Cuando dos mercancías se intercambian se hacen por "un precio". Si yo vendo mi finca por 1000 vacas, el precio de mi finca son esas 1000 vacas, y el precio de una vaca 1/1000 de finca. Ahí tenemos el precio, basado precisamente en la utilidad (como implícitamente parece reconocer Guerrero, esto es, que la jerarquía guiaba los intercambios cuando no existían precios). No conviene, pues, confundir precio con "ratio estable" y mucho menos con "ratio monetaria". El precio es una relación histórica de intercambio que, en las sociedades modernas, generalmente puede expresarse en dinero. Sin embargo, no olvidemos que todos los precios son reversibles: si una Coca-Cola vale un euro, estoy diciendo que también se ha vendido, o se espera vender, un euro por una Coca-Cola.
Los precios estables surgen con el appraisement empresarial. No necesariamente son ratios de intercambio pasados (esto es, no necesariamente suponen una serie histórica de intercambios), sino que son ratios a las que se espera intercambiar en el futuro (cuando sí devendrían ratios históricas de intercambio).
Por tanto, pensar que esta jerarquía sí existe pero que no tiene nada que ver en los intercambios y, en consecuencia, en la determinación de esas ratios llamadas precios es del todo ingenuo. Por otro lado, ya explico en los puntos 10 y 11 la razón de los precios en relación con esta jerarquía de preferencias. También lo expliqué más detalladamente en el proceso de appraisement empresarial aquí: los factores productivos se van dirigiendo hacia las finalidades más importantes (es decir, en función de su productividad marginal, calculada de acuerdo con la utilidad marginal de la producción), el precio suele fijarse como agregación de los costes más el interés (si bien, todo el empresario tiene en cuenta antes de emprender un negocio la posibilidad de vender a unos precios determinados por la utilidad marginal) y la utilidad marginal determina el éxito o fracaso de ese producto. Sin embargo, no olvidemos que los costes agregados dependen, a su vez, de la utilidad marginal de otros bienes.
Pongamos un ejemplo numérico muy simple pero que ayudará a entenderlo. Tenemos el producto A y el producto B. El producto A es más valorado que el B, y necesitamos para su producción pagar unas rentas al trabajo de 300 y al capital de 700. Por otro lado, el producto B necesita pagar unas rentas al trabajo de 300 y al capital de 200. Supongamos que no hay interés, el precio al que venderá A será 1000, si el consumidor sólo está dispuesto a pagar hasta 900, quebrará. Si en cambio, están dispuestos a pagar hasta 1000 (o más) se mantendrá en el negocio. ¿Qué ocurre con sus costes? En principio, si sus trabajadores son perfectamente sustituibles con los de B, las rentas al trabajo tenderán igualarse (lo cual en muchos casos es un supuesto poco realista), ya que podrá contratar a los trabajadores de B pagándoles un poco más. Es por ello que asumimos que serán idénticas.
Con la especialización los trabajadores de A tienen a percibir el producto marginal de su trabajo, sin especialización, obviamente, se percibe el producto del trabajador marginal (esto es, del último trabajador que pueda contratarse siendo sustituible), allá donde esté. Por tanto, indirectamente el producto B determina los costes de A. ¿Pero de qué dependen los costes de B? De su propia productividad. El empresario B puede pagar a sus trabajadores 300, porque espera que el consumidor le pague 500 por su producto. Por tanto, el valor del trabajo viene determinado por el producto marginal. Nuestro caso no variaría en caso de que los trabajadores de A estuvieran absolutamente especializados (y no fueran sustituibles). En ese caso tendríamos dos productos donde los trabajadores cobrarían según sus productividades y éstas quedan determinadas por el valor del producto (valor atribuido por los consumidores según la utilidad marginal decreciente).
25) “Pero claro, si la revolución marginalista hubiera ocurrido un poco antes, el marxismo ni hubiera nacido”
El marginalismo es anterior al marxismo, y no debe confundirse con el utilitarismo. El gran Cournot era marginalista pero no utilitarista sino defensor de la teoría del valor de Ricardo. Lo que hacen Marx y sus buenos discípulos, como Rubin, es desarrollar ideas perfectamente compatibles con Cournot.
Marx escribió El Capital en 1867. Jevons y, sobre todo, Menger, sus Principios en 1871. Por supuesto hablo de utilidad marginal decreciente.
26) “En otras palabras, cuando yo adquiero una unidad adicional, el valor de todas las restantes unidades disminuye. ¿Por qué? Sencillamente porque las unidades son intercambiables y, por tanto, ya no hay última unidad, sino un stock de unidades que permiten satisfacer hasta determinado fin (fin marginal). Por ejemplo, si yo tengo cuatro sacos de cereales y el último lo dedico a alimentar a los cerdos, el valor de un saco de cereales es el de alimentar a los cerdos. Si adquiero un nuevo saco para darlo a los más necesitados, el valor de un saco -de cualquier saco- pasa a ser el de alimentar a los pobres. Todo ello aunque yo imprima en cada saco una etiqueta diciendo "Destinado al consumo humano", "Destinado a alimentar a los cerdos", etc... Y es que, si me roban el saco destinado a alimentar a mi familia, no por ello moriré de hambre, simplemente dejaré de ser caritativo con los pobres.”
Dejando aparte que queda clara la concepción social de Rallo al hacer explícito que para él vale más el cereal con que se alimenta a los cerdos que el que sirve para alimentar a los pobres –y que, por tanto, si a él le roban el saco no se morirá el de hambre él sino los pobres–, el principal punto de interés es que no sale de la misma idea de siempre. Este hombre es un hombre de una sola idea. Vale: el último saco se valora menos que el primero, así como el último litro de agua más que el primero, etc. Pero ¿qué determina lo que valen el agua y el saco en el mercado? No puede ser un simple principio tan general y banal como el que usa él.
Dejando aparte que no Guerrero no entienda que quizá el cerdo pueda servir para alimentar a mi familia o a los propios pobres una vez engordado, y dejando aparte que si me roban a mí los pobres pueden tener otras fuentes de aprovisionamiento, ya he explicado largo y tendido cómo todo esto determina el precio. Simplemente deprimente que Guerrero haya sido incapaz de pensar en ello, de manera especial cuando se lo explico largo y tendido en los cuatro primeros posts.
27) “Lo importante es el valor que influye y determina la acción, no la satisfacción experimentada una vez se haya actuado”
¿Y cuál es el valor que influye y determina la acción? El precio, claro está. Luego es el precio, determinado por las cantidades de trabajo, lo que determina las utilidades subjetivas, y no a la inversa.
Esto es simplemente acientífico. Los precios son un resultado de la acción, no la acción de los precios. Lógicamente toda acción va antes que el precio, por tanto estos no pueden determinar la acción, sino que tienen que surgir de ella. La utilidad de comer caviar, para mí, es independiente de su precio. Que yo ahora no pueda comer caviar no significa que sea del todo inútil, simplemente significa que el coste de consumirlo ahora supera a sus beneficios. ¿Y cómo se determinan los costes y los beneficios sino a través de las utilidades?
28) “Tenemos tres modalidades de formación de los precios en una economía libre. Negociación inter partes, el comprador fija el precio, el vendedor fija el precio. En la negociación inter partes, comprador y vendedor negocian un precio para el intercambio. Obviamente, este precio se situará entre el valor del fin inmediatamente anterior al que satisface el bien en cuestión para el comprador (de manera que si el precio se fija en una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de mayor valor obligaría al comprador a declinar la oferta) y el valor del fin inmediatamente superior al que satisface el bien en cuestión para el vendedor(de manera que si el precio se fija en una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de menor valor obligaría al vendedor a declinar su oferta).”
El valor relevante para el vendedor es el que le permite obtener la tasa media de ganancia sobre sus costos de producción (cantidades de trabajo). Los capitales reguladores lo establecen, digamos, al nivel de 17 euros (si fuera superior, la rentabilidad sería superior a la media, esto atraería a más capitales y el incremento resultante en la oferta haría bajar el precio de nuevo a 17). Los “valores” de los diferentes consumidores pueden ser los que sean, por ejemplo 17, 28, 345 o 1562. Lo único que sabemos es que son superiores a 17 y que el precio, según Rallo, se mueve entre esos límites. Pues no: al final el precio se fijará en 17, y por tanto es el trabajo el que determina el precio, y no las utilidades de los diferentes consumidores.
Lo cierto es que el tipo de interés del mercado determina la composición de los capitales. Pero el tipo de interés, nuevamente, depende de la utilidad y, en concreto, de la utilidad intertemporal (o preferencia temporal). Si yo no quiero o no necesito consumir hasta dentro de un año, puedo emprender un proceso indirecto de producción mucho más productivo cuya maduración llegue dentro de un año. Eso me permitirá exceder el valor inicial invertido en un % (imaginemos que invierto 10 euros y al cabo de un año produzco 20, en ese caso el interés sería del 100%). Lógicamente, allí donde el interés sea superior, afluirán los capitales, lo cual hará reducir el interés y lo incrementará de allí donde se hayan ido. La cuestión, con todo, es qué determina ese interés. En el ejemplo que he puesto, invierto 10 euros durante un año y produzco 20, tenemos tres elementos: la utilidad de la inversión inicial, el tiempo de maduración y la utilidad de la inversión final. En los tres casos, hablamos de utilidades y de valores subjetivos.
Por ejemplo, si no estoy dispuesto a esperar un año, valoraré mucho más los productos que maduren a, digamos, un mes, de manera que, por ejemplo, su valor sea 50. Esto provocará que el capital se concentrará en estos productos, yéndose de los productos que maduren a un año (hasta el punto de que la descapitalización podría ser completa si las rentabilidades en los períodos anteriores a un año siguen superando la del 100%).
Por otro lado, si el precio del producto es inferior a la utilidad marginal, por supuesto, como ya hemos comentado, existirá una tendencia a que el precio se mueva alrededor de esa utilidad marginal. Precisamente por la competencia y por la propia incapacidad del empresario para hacer pagar a los consumidores precios superiores a su utilidad marginal.
Pero, en todo caso, vemos cómo Guerrero sigue siendo incapaz de explicar el fundamento del valor. En este caso, también el del interés.
29) “Cuál será el precio final es imposible de determinar para la ciencia económica; es más, no le interesa. Estamos ante cuestiones puramente históricas, no teóricas. Basta con afirmar que la transacción tendrá lugar entre esos dos límites, o no será.”
No hay ciencia económica si no puede medir la realidad que constituye su objeto. Rallo pretende criticar la teoría laboral del valor, que es una teoría sobre cuáles son los precios de mercado, ¡con una teoría que afirma que no hace falta saber cuáles son los precios de mercado! ¡Bonita teoría del valor!
Critico la teoría laboral por ser acientífica, por basarse en predicciones imposibles (pues no podemos determinar el estado futuro del conocimiento y, por tanto, cuáles serán las valoraciones de los consumidores hacia productos que quizá ni existan) y porque la economía es una ciencia teórica, relacionada con las implicaciones lógicas de la acción, y no con sus manifestaciones concretas. Los datos de mercado son objeto de estudio por parte de la historia económica (estudio realizado a través del bagaje instrumental conferido por la teoría económica).
30) “Por último, el modo más frecuente de formación de precios en las economías capitalistas es el appreisement empresarial, esto es, el vendedor propone un precio y los consumidores demandan en función de ese precio. En estos casos, el precio de las transacciones que se realicen, como es lógico, no podrá superar la utilidad marginal del comprador. Si el vendedor fija un precio superior a ésta, no venderá los productos, se quedará con todos ellos. Por tanto, el correcto appreisment empresarial está estrechamente relacionado con fijar un precio inmediatamente por debajo de la utilidad marginal de los compradores a los que aspire.”
Está claro que se refiere al appraisement, que como todo el mudo sabe tiene el mismo origen etimológico que price, precio. Lo interesante es que reconoce que el modo normal es éste. Por tanto, él mismo reconoce que la empresa fija el precio a su coste en trabajo (incluida la ganancia proporcional al capital) y los compradores comprarán más o menos según sus gustos y renta (que Rallo llama utilidad, preferencias, etc.).
En ningún momento lo he negado. Y, por cierto, alguien que dice haber refutado a Böhm-Bawerk, pues supongo que para refutar hay que leer y para leer entender. Y si se ha leído y entendido a Böhm-Bawerk debería saber que nunca se opuso a la ley de costes, tal y como la hemos expuesto reiteradamente en nuestros artículos. Sin embargo, en ningún momento se sigue que el valor dependa del trabajo (algo que Böhm consideraba con razón totalmente absurdo), ya que sigue dependiendo de la utilidad, tanto en su modulación como en el origen de sus costes.
31) “En todo caso, podemos sacar una conclusión común para los tres tipos de formación de precios: la propiedad privada es previa al precio. Tanto el comprador como el vendedor tienen que ofrecer algo a cambio de otro algo. Sin propiedad privada, el comprador no puede renunciar a nada para adquirir una determinada cantidad de productos.”
Muy profundo todo esto. Qué iluminador.
Y muy poco iluminador Guerrero, claro.
32) “De ahí, que en ausencia de propiedad privada, no existan unidades marginales y, por tanto, ni precios, ni costes, ni necesidad de limitar la demanda. No es posible una asignación eficiente de los recursos ya que, como puso de manifiesto Mises, sin precios de mercado no es posible el cálculo económico.
Dos cosas. Primero: marginal significa adicional. Por lo visto, los hombres de Altamira, en donde no había precios de mercado, no sabían distinguir entre un bisonte y dos, o tres, etc. Y segundo: después de la lata que nos ha dado diciendo que no hace falta calcular y que la ciencia económica no puede calcular precios, ahora llega, agarra y dice que su maestro Mises ya demostró que hacen falta los precios para calcular. Desde luego Rallo no le serviría de mucha ayuda.
Primero, es curioso cómo Guerrero modifica los términos. Yo no he dicho que sin precios de mercado no haya unidades marginales, sino que sin propiedad privada no las hay. ¿Razón? Tengo todos los recursos naturales rodeándome, incluido el espacio interesteral. Dado que la propiedad nace de la apropiación, si no ha habido este proceso de dominación y de puesta en disponibilidad, no puedo incorporar mis medios a mis fines y, por tanto, no existen fines marginales. Una vez realice la acción de apropiación sí puedo hablar de marginalidad y de valor, hasta entonces no. Un bisonte sólo es valorado cuando se domina de alguna forma (bien cazándolo o poseyendo el terreno por donde se mueve). Mientras tanto, sólo valoraré mi conocimiento sobre la existencia del bisonte, mi información. Pero no el bisonte en sí. La cuestión es simple: hasta que no determino sobre qué medios puedo actuar, la única escasez que conozco es la temporal y, por tanto, sólo por ésta estoy limitado (de ahí que las sociedades primitivas no tengan el más mínimo respeto por el medio ambiente, cosa que también sucede en ausencia de propiedad privada).
Segundo, yo no he dicho que no hace falta calcular, sino que la ciencia económica no se ocupa de hacerlo. Otra cosa muy distinta es que los empresarios y los individuos tengan que realizar tal tarea para continuar prosperando, esa es una conclusión que también alcanzamos a través de la ciencia económica, aun cuando ésta no pretenda conocer los precios anticipadamente. Lo cual, dicho sea de paso, sólo puede ser así: si la ciencia económica afirmara la posibilidad de conocer los precios, siempre y en todo lugar, el cálculo económico sería posible. Por cierto, Mises defendía esto mismo, otra prueba de que Diego Guerrero sólo conoce la Escuela Austriaca a través del forro de los libros.
18) "Sin utilidad marginal la demanda de agua y alimento serían infinitas"
¿Por qué? ¿Acaso Rallo, cuando sale a cenar se empazurra y atiborra permanentemente? ¿Acaso cena tres o mil veces al día? Las necesidades humanas son limitadas, lo que ocurre es que el capitalismo limita más las de unos humanos que las de otros.
Es discutible que los fines humanos sean limitados, entre otras cosas porque la inexistencia de fines significaría el fin de la acción y, por tanto, del mismo ser humano. Lo que es evidente es que los medios para satisfacer nuestras necesidades sí lo son. Precisamente porque esos medios son limitados tenemos que economizarlos y precisamente porque tenemos que economizarlos (es decir, tengamos que distribuirlos entre fines más y menos importantes) otorgaremos mayor valor a aquellos medios que se dirijan a los fines prioritarios.
Es curioso que pueda sostenerse que el valor depende de las condiciones de producción, obviando que un incremento de la cantidad del bien necesariamente lo dirige hacia fines inferiores y, por tanto, hacia fines menos valorados. ¿Qué ocurre cuando el trabajo necesario para producir un bien no varía pero su cantidad aumenta (por dirigir mayor número de trabajadores a tal empresa)? ¿Seguirá siendo idéntico el precio? Es decir, Guerrero sugiera que los consumidores seguirán adquiriendo la misma cantidad de bienes que antes y al mismo precio. Ahora nos dice que los consumidores se saturan, ¿y qué ocurre entre la satisfacción y la saturación? ¿Acaso no pueden estar dispuestos a comprar una mayor cantidad de bienes en caso de que su precio sea ligeramente inferior? En otras palabras, ¿acaso el precio de un bien se mantendrá cuando su cantidad aumente (suponiendo que la valoración de los consumidores no cambia)? Guerrero parece suponer que sí, lo cual es absurdo pues implica no integrar la inexistencia de una demanda infinita.
¿Quién querrá adqurir mercancías adicionales cuyo precio (coste) sea superior a la satisfacción que le proporciona? Y si nadie quiere comprarlas, ¿acaso su precio permanecerá igual? En la práctica se nos dice, como ya hemos visto, que las personas intercambian sus bienes en función del trabajo incorporado y no de sus necesidades. Ya que, en otro caso, se daría cuenta el autor de que las necesidades modulan la producción y, por tanto, el precio.
19) “Guerrero confunde los términos. Su descripción no explica por qué la demanda tiene pendiente negativa, sino el denominado efecto renta. En pocas palabras, el efecto renta viene a decir que toda rebaja del precio de un bien ocasionará una expansión de la demanda con cargo al nuevo poder adquisitivo. Esto es, si el precio baja de 100 a 50, me ahorro 50 euros que ahora puedo gastar y antes no.
Sin embargo, el efecto renta presupone las curvas de demanda con pendiente negativa, no las explica.”
Nadie duda de lo que ya Marx llamaba la ley de la demanda (la forma decreciente de esa curva). Pero la teoría laboral del valor permite entender por qué el cambio técnico y la productividad creciente del trabajo rebajan con el tiempo la curva de “oferta a largo plazo” (es decir, el precio de producción marxiano) y por qué, sea cual sea la demanda, el precio baja como consecuencia. Pues bien: esos cambios en la oferta son la base real del efecto renta.
¿Nadie duda de la curva de demanda negativa? ¿Y cuál es su fundamento? Precisamente que los nuevos medios se dirigen a fines decrecientemente satisfactorios. Y es la existencia de esos fines decrecientemente satisfactorios lo que explica la organización de la producción, y no "las condiciones técnicas" que son posteriores a la expectativa de esos fines. En otras palabras, el empresario comienza su negocio en aquellos sectores que sean valorados por los consumidores -y en la extensión en que sean valorados. Por ejemplo, no podrá detraer factores productivos de otros negocios donde son más valorados. "Las condiciones de producción", por tanto, son un resultado de ese valor decreciente de los consumidores. No hay condiciones previas, pues no existe organización productiva sin expectativa de ganancia y no existe expectativa de ganancia sin utilidad. Y no existe utilidad sin utilidad marginal decreciente.
Es más, en tanto esos valores cambien, "las condiciones productivas" que, según Guerrero, explican el precio y los intercambios se verán modificadas. Por ejemplo, si hoy dejamos de valorar los ordenadores (por la razón que sea) desaparecerán del mercado, aun cuando las condiciones de producción no hayan variado. Y esas condiciones, acto seguido, se verán modificadas, incidiendo sobre otras condiciones de producción de otros sectores. ¿Y en qué medida incidirán? En la medida en que los consumidores valoren los bienes y servicios resultados de esas actividades. Por ejemplo, no se invertirá un excesivo número de trabajadores en un sector que haga incrementar el número de mercancías (y por tanto reducir su precio) hasta un punto en que los costes (de oportunidad) superen a los ingresos.
20) “Imaginemos un señor cuyo sueño vital es viajar a la luna, sin embargo no tiene suficiente dinero para ello aunque renuncie a todos los placeres de la vida actual. Sin embargo, imaginemos que se produce un descenso en el precio de todas las mercancías, de manera que, al final, renunciando a casi todos sus bienes, puede viajar a la luna. Ello no iría en contra de la ley de la demanda; el hecho de que bajara el precio de todo y disminuyera su cantidad demanda sería perfectamente lógico.”
Aquí confunde Rallo el desplazamiento a lo largo de la curva de demanda con el desplazamiento de la curva de demanda hacia la izquierda. Si fuera un estudiante mío, lo suspendería.
Agradezco no haber sido alumno de Guerrero, especialmente por su escaso bagaje teórico. Difícilmente puedo confundirlo cuando estoy diciendo que los efectos sustitución y renta NO van contra la ley de la demanda: es decir, el desplazamiento a la izquierda de la curva de demanda individual del resto de bienes de la economía (a excepción del viaje a la Luna) ha habilitado a nuestro consumidor poder pagar el precio para viajar a la Luna (esto es, desplazarse a lo largo de su curva de demanda individual para ir a la Luna). Por tanto, no sé quién es el confuso.
Lo que vengo a destacar es que la existencia de medios habilita la satisfacción de los fines y, por tanto, puede inducir a cambios en la acción humana y a restricciones sobre los otros fines. Si yo oriento mi vida a viajar a la Luna, es evidente que tendré que sufrir un entrenamiento, una disciplina y un ahorro mucho mayor que quien aspira a mantener una vida rutinaria. Desde un principio conformo mi vida de ese modo y mi objetivo es conseguido de manera gradual. Pero a veces hay cambios bruscos: yo puedo no contemplar la posibilidad de ir a la Luna (por pensar que no es factible), pero, de repente, serlo. En ese caso, mi estructura de consumo se vería modificada.
21) “Imaginemos que un señor compra un bien "a causa de su elevado precio". La ley de la demanda y la utilidad marginal no dejan de aplicarse por el hecho de que, al caer el precio, el señor deje de comprar ese bien; y es que la causa que fundamentaba su adquisición ha desaparecido. Aunque físicamente es el mismo bien, en la apreciación subjetiva del individuo no (no sirve al fin, por ejemplo, de fardar ante sus amigos de poder adquisitivo).”
Ídem. Ahora la curva se desplaza a la izquierda porque han variado los gustos. Da igual que lo consideremos como uno de los efectos Veblen o no.
Precisamente por eso. Es increíble cómo algunos pueden llegar a contradecir por no entender qué se está diciendo. Si la imagen que tiene del bien ha variado, la curva de demanda se desplaza a la izquierda: es otro bien y, por tanto, corresponde otro tipo de demanda (menor, por haber perdido una de sus características importantes). La ley de la demanda relaciona la cantidad con el precio, "ceteris paribus", es decir, manteniendo el resto de factores constantes. Si yo digo: "que cambien los factores no refuta la ley de la demanda, basada en la constancia de factores", ¿cómo puede Diego Guerrero acusarme de no entender que la ley de la demanda se basa en la constancia de factores?
Quiero matizar, simplemente, que estoy hablando en términos neoclásicos. Ni siquiera la cláusula "ceteris paribus" merece una consideración científica.
22) “si los bienes Giffen refutaran la ley de la demanda, como hemos dicho, su demanda debería aumentar conforme su precio sube, lo cual es simplemente absurdo”
En efecto, absurdo “simplemente”, es decir sin necesidad de creerse el artificio de la utilidad marginal.
Supongo que Guerrero llega a este punto dándose cuenta de que no ha entendido nada. Claro que los bienes Giffen son absurdos, en eso coincidimos. Y precisamente porque son absurdos, no sirven para refutar la utilidad marginal decreciente, como muchos han intentado.
23) “sin utilidad marginal decreciente, la demanda de los bienes con una elevada utilidad sería infinita”
Negar la utilidad marginal decreciente como fundamento de la curva de demanda no significa ni implica afirmar una supuesta ley de la utilidad marginal creciente. Aquí da Rallo un salto lógico. Sencillamente, la derivada de la utilidad no se puede calcular. Saber que tres periódicos dan más utilidad que dos, y dos más que uno, no informa nada sobre la utilidad marginal. La utilidad, tanto objetiva como subjetiva, existe; pero la utilidad no se deriva matemáticamente como tampoco se derivan el amor, la amistad o la pereza.
Aquí volvemos a otro de los típicos errores de Guerrero que ya tratamos en el punto 16 y en un post anterior. La utilidad marginal NO es absurda por el hecho de que no exista la derivada de la utilidad, en todo caso sería absurda la derivada como instrumento matemático para aproximar la utilidad marginal.
Y por supuesto que negar la utilidad marginal decreciente significa negar la curva de demanda negativa. ¿Por qué acaso debería decrecer la demanda conforme aumenta el precio? O dicho de otra forma, ¿por qué debería aumentar cuando disminuye? Si yo no admito que la cantidad adicional de un bien disminuye su valor (por dirigirse hacia fines inferiores), ¿puedo admitir que la utilidad de los bienes disminuye? Y si lo admito, ¿en qué debo basarla sino en la cantidad y, más concretamente, en la progresiva reducción del valor de los fines a los que se dirigen?
24) “Al final, negar la utilidad marginal decreciente es equivalente a negar la existencia de fines en la acción humana. Si existen fines estos tendrán que ordenarse de mayor a menor importancia para el sujeto, habida cuenta de la escasez de medios y tiempo. Por tanto, si negamos esa jerarquía estamos señalando que todos los fines son igualmente relevantes (esto es, igualmente irrevelantes) y que la acción humana no es teleológica, sino aleatoria, reactiva o dirigida.”
Ya he explicado que la jerarquía de necesidades es un hecho. Pero no explica los precios. Primero, dicha jerarquía existía en sociedades en las que no había precios, y existe y existirá siempre. Pero para explicar los precios se necesita otra cosa. Si A prefiere la carne al pescado, y B al revés, ¿qué tiene que ver eso con la formación de los precios?
¿No existían precios? Parece que Guerrero se refiere a precios más o menos estables. Precios han existido siempre, desde el comienzo del intercambio. Cuando dos mercancías se intercambian se hacen por "un precio". Si yo vendo mi finca por 1000 vacas, el precio de mi finca son esas 1000 vacas, y el precio de una vaca 1/1000 de finca. Ahí tenemos el precio, basado precisamente en la utilidad (como implícitamente parece reconocer Guerrero, esto es, que la jerarquía guiaba los intercambios cuando no existían precios). No conviene, pues, confundir precio con "ratio estable" y mucho menos con "ratio monetaria". El precio es una relación histórica de intercambio que, en las sociedades modernas, generalmente puede expresarse en dinero. Sin embargo, no olvidemos que todos los precios son reversibles: si una Coca-Cola vale un euro, estoy diciendo que también se ha vendido, o se espera vender, un euro por una Coca-Cola.
Los precios estables surgen con el appraisement empresarial. No necesariamente son ratios de intercambio pasados (esto es, no necesariamente suponen una serie histórica de intercambios), sino que son ratios a las que se espera intercambiar en el futuro (cuando sí devendrían ratios históricas de intercambio).
Por tanto, pensar que esta jerarquía sí existe pero que no tiene nada que ver en los intercambios y, en consecuencia, en la determinación de esas ratios llamadas precios es del todo ingenuo. Por otro lado, ya explico en los puntos 10 y 11 la razón de los precios en relación con esta jerarquía de preferencias. También lo expliqué más detalladamente en el proceso de appraisement empresarial aquí: los factores productivos se van dirigiendo hacia las finalidades más importantes (es decir, en función de su productividad marginal, calculada de acuerdo con la utilidad marginal de la producción), el precio suele fijarse como agregación de los costes más el interés (si bien, todo el empresario tiene en cuenta antes de emprender un negocio la posibilidad de vender a unos precios determinados por la utilidad marginal) y la utilidad marginal determina el éxito o fracaso de ese producto. Sin embargo, no olvidemos que los costes agregados dependen, a su vez, de la utilidad marginal de otros bienes.
Pongamos un ejemplo numérico muy simple pero que ayudará a entenderlo. Tenemos el producto A y el producto B. El producto A es más valorado que el B, y necesitamos para su producción pagar unas rentas al trabajo de 300 y al capital de 700. Por otro lado, el producto B necesita pagar unas rentas al trabajo de 300 y al capital de 200. Supongamos que no hay interés, el precio al que venderá A será 1000, si el consumidor sólo está dispuesto a pagar hasta 900, quebrará. Si en cambio, están dispuestos a pagar hasta 1000 (o más) se mantendrá en el negocio. ¿Qué ocurre con sus costes? En principio, si sus trabajadores son perfectamente sustituibles con los de B, las rentas al trabajo tenderán igualarse (lo cual en muchos casos es un supuesto poco realista), ya que podrá contratar a los trabajadores de B pagándoles un poco más. Es por ello que asumimos que serán idénticas.
Con la especialización los trabajadores de A tienen a percibir el producto marginal de su trabajo, sin especialización, obviamente, se percibe el producto del trabajador marginal (esto es, del último trabajador que pueda contratarse siendo sustituible), allá donde esté. Por tanto, indirectamente el producto B determina los costes de A. ¿Pero de qué dependen los costes de B? De su propia productividad. El empresario B puede pagar a sus trabajadores 300, porque espera que el consumidor le pague 500 por su producto. Por tanto, el valor del trabajo viene determinado por el producto marginal. Nuestro caso no variaría en caso de que los trabajadores de A estuvieran absolutamente especializados (y no fueran sustituibles). En ese caso tendríamos dos productos donde los trabajadores cobrarían según sus productividades y éstas quedan determinadas por el valor del producto (valor atribuido por los consumidores según la utilidad marginal decreciente).
25) “Pero claro, si la revolución marginalista hubiera ocurrido un poco antes, el marxismo ni hubiera nacido”
El marginalismo es anterior al marxismo, y no debe confundirse con el utilitarismo. El gran Cournot era marginalista pero no utilitarista sino defensor de la teoría del valor de Ricardo. Lo que hacen Marx y sus buenos discípulos, como Rubin, es desarrollar ideas perfectamente compatibles con Cournot.
Marx escribió El Capital en 1867. Jevons y, sobre todo, Menger, sus Principios en 1871. Por supuesto hablo de utilidad marginal decreciente.
26) “En otras palabras, cuando yo adquiero una unidad adicional, el valor de todas las restantes unidades disminuye. ¿Por qué? Sencillamente porque las unidades son intercambiables y, por tanto, ya no hay última unidad, sino un stock de unidades que permiten satisfacer hasta determinado fin (fin marginal). Por ejemplo, si yo tengo cuatro sacos de cereales y el último lo dedico a alimentar a los cerdos, el valor de un saco de cereales es el de alimentar a los cerdos. Si adquiero un nuevo saco para darlo a los más necesitados, el valor de un saco -de cualquier saco- pasa a ser el de alimentar a los pobres. Todo ello aunque yo imprima en cada saco una etiqueta diciendo "Destinado al consumo humano", "Destinado a alimentar a los cerdos", etc... Y es que, si me roban el saco destinado a alimentar a mi familia, no por ello moriré de hambre, simplemente dejaré de ser caritativo con los pobres.”
Dejando aparte que queda clara la concepción social de Rallo al hacer explícito que para él vale más el cereal con que se alimenta a los cerdos que el que sirve para alimentar a los pobres –y que, por tanto, si a él le roban el saco no se morirá el de hambre él sino los pobres–, el principal punto de interés es que no sale de la misma idea de siempre. Este hombre es un hombre de una sola idea. Vale: el último saco se valora menos que el primero, así como el último litro de agua más que el primero, etc. Pero ¿qué determina lo que valen el agua y el saco en el mercado? No puede ser un simple principio tan general y banal como el que usa él.
Dejando aparte que no Guerrero no entienda que quizá el cerdo pueda servir para alimentar a mi familia o a los propios pobres una vez engordado, y dejando aparte que si me roban a mí los pobres pueden tener otras fuentes de aprovisionamiento, ya he explicado largo y tendido cómo todo esto determina el precio. Simplemente deprimente que Guerrero haya sido incapaz de pensar en ello, de manera especial cuando se lo explico largo y tendido en los cuatro primeros posts.
27) “Lo importante es el valor que influye y determina la acción, no la satisfacción experimentada una vez se haya actuado”
¿Y cuál es el valor que influye y determina la acción? El precio, claro está. Luego es el precio, determinado por las cantidades de trabajo, lo que determina las utilidades subjetivas, y no a la inversa.
Esto es simplemente acientífico. Los precios son un resultado de la acción, no la acción de los precios. Lógicamente toda acción va antes que el precio, por tanto estos no pueden determinar la acción, sino que tienen que surgir de ella. La utilidad de comer caviar, para mí, es independiente de su precio. Que yo ahora no pueda comer caviar no significa que sea del todo inútil, simplemente significa que el coste de consumirlo ahora supera a sus beneficios. ¿Y cómo se determinan los costes y los beneficios sino a través de las utilidades?
28) “Tenemos tres modalidades de formación de los precios en una economía libre. Negociación inter partes, el comprador fija el precio, el vendedor fija el precio. En la negociación inter partes, comprador y vendedor negocian un precio para el intercambio. Obviamente, este precio se situará entre el valor del fin inmediatamente anterior al que satisface el bien en cuestión para el comprador (de manera que si el precio se fija en una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de mayor valor obligaría al comprador a declinar la oferta) y el valor del fin inmediatamente superior al que satisface el bien en cuestión para el vendedor(de manera que si el precio se fija en una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de menor valor obligaría al vendedor a declinar su oferta).”
El valor relevante para el vendedor es el que le permite obtener la tasa media de ganancia sobre sus costos de producción (cantidades de trabajo). Los capitales reguladores lo establecen, digamos, al nivel de 17 euros (si fuera superior, la rentabilidad sería superior a la media, esto atraería a más capitales y el incremento resultante en la oferta haría bajar el precio de nuevo a 17). Los “valores” de los diferentes consumidores pueden ser los que sean, por ejemplo 17, 28, 345 o 1562. Lo único que sabemos es que son superiores a 17 y que el precio, según Rallo, se mueve entre esos límites. Pues no: al final el precio se fijará en 17, y por tanto es el trabajo el que determina el precio, y no las utilidades de los diferentes consumidores.
Lo cierto es que el tipo de interés del mercado determina la composición de los capitales. Pero el tipo de interés, nuevamente, depende de la utilidad y, en concreto, de la utilidad intertemporal (o preferencia temporal). Si yo no quiero o no necesito consumir hasta dentro de un año, puedo emprender un proceso indirecto de producción mucho más productivo cuya maduración llegue dentro de un año. Eso me permitirá exceder el valor inicial invertido en un % (imaginemos que invierto 10 euros y al cabo de un año produzco 20, en ese caso el interés sería del 100%). Lógicamente, allí donde el interés sea superior, afluirán los capitales, lo cual hará reducir el interés y lo incrementará de allí donde se hayan ido. La cuestión, con todo, es qué determina ese interés. En el ejemplo que he puesto, invierto 10 euros durante un año y produzco 20, tenemos tres elementos: la utilidad de la inversión inicial, el tiempo de maduración y la utilidad de la inversión final. En los tres casos, hablamos de utilidades y de valores subjetivos.
Por ejemplo, si no estoy dispuesto a esperar un año, valoraré mucho más los productos que maduren a, digamos, un mes, de manera que, por ejemplo, su valor sea 50. Esto provocará que el capital se concentrará en estos productos, yéndose de los productos que maduren a un año (hasta el punto de que la descapitalización podría ser completa si las rentabilidades en los períodos anteriores a un año siguen superando la del 100%).
Por otro lado, si el precio del producto es inferior a la utilidad marginal, por supuesto, como ya hemos comentado, existirá una tendencia a que el precio se mueva alrededor de esa utilidad marginal. Precisamente por la competencia y por la propia incapacidad del empresario para hacer pagar a los consumidores precios superiores a su utilidad marginal.
Pero, en todo caso, vemos cómo Guerrero sigue siendo incapaz de explicar el fundamento del valor. En este caso, también el del interés.
29) “Cuál será el precio final es imposible de determinar para la ciencia económica; es más, no le interesa. Estamos ante cuestiones puramente históricas, no teóricas. Basta con afirmar que la transacción tendrá lugar entre esos dos límites, o no será.”
No hay ciencia económica si no puede medir la realidad que constituye su objeto. Rallo pretende criticar la teoría laboral del valor, que es una teoría sobre cuáles son los precios de mercado, ¡con una teoría que afirma que no hace falta saber cuáles son los precios de mercado! ¡Bonita teoría del valor!
Critico la teoría laboral por ser acientífica, por basarse en predicciones imposibles (pues no podemos determinar el estado futuro del conocimiento y, por tanto, cuáles serán las valoraciones de los consumidores hacia productos que quizá ni existan) y porque la economía es una ciencia teórica, relacionada con las implicaciones lógicas de la acción, y no con sus manifestaciones concretas. Los datos de mercado son objeto de estudio por parte de la historia económica (estudio realizado a través del bagaje instrumental conferido por la teoría económica).
30) “Por último, el modo más frecuente de formación de precios en las economías capitalistas es el appreisement empresarial, esto es, el vendedor propone un precio y los consumidores demandan en función de ese precio. En estos casos, el precio de las transacciones que se realicen, como es lógico, no podrá superar la utilidad marginal del comprador. Si el vendedor fija un precio superior a ésta, no venderá los productos, se quedará con todos ellos. Por tanto, el correcto appreisment empresarial está estrechamente relacionado con fijar un precio inmediatamente por debajo de la utilidad marginal de los compradores a los que aspire.”
Está claro que se refiere al appraisement, que como todo el mudo sabe tiene el mismo origen etimológico que price, precio. Lo interesante es que reconoce que el modo normal es éste. Por tanto, él mismo reconoce que la empresa fija el precio a su coste en trabajo (incluida la ganancia proporcional al capital) y los compradores comprarán más o menos según sus gustos y renta (que Rallo llama utilidad, preferencias, etc.).
En ningún momento lo he negado. Y, por cierto, alguien que dice haber refutado a Böhm-Bawerk, pues supongo que para refutar hay que leer y para leer entender. Y si se ha leído y entendido a Böhm-Bawerk debería saber que nunca se opuso a la ley de costes, tal y como la hemos expuesto reiteradamente en nuestros artículos. Sin embargo, en ningún momento se sigue que el valor dependa del trabajo (algo que Böhm consideraba con razón totalmente absurdo), ya que sigue dependiendo de la utilidad, tanto en su modulación como en el origen de sus costes.
31) “En todo caso, podemos sacar una conclusión común para los tres tipos de formación de precios: la propiedad privada es previa al precio. Tanto el comprador como el vendedor tienen que ofrecer algo a cambio de otro algo. Sin propiedad privada, el comprador no puede renunciar a nada para adquirir una determinada cantidad de productos.”
Muy profundo todo esto. Qué iluminador.
Y muy poco iluminador Guerrero, claro.
32) “De ahí, que en ausencia de propiedad privada, no existan unidades marginales y, por tanto, ni precios, ni costes, ni necesidad de limitar la demanda. No es posible una asignación eficiente de los recursos ya que, como puso de manifiesto Mises, sin precios de mercado no es posible el cálculo económico.
Dos cosas. Primero: marginal significa adicional. Por lo visto, los hombres de Altamira, en donde no había precios de mercado, no sabían distinguir entre un bisonte y dos, o tres, etc. Y segundo: después de la lata que nos ha dado diciendo que no hace falta calcular y que la ciencia económica no puede calcular precios, ahora llega, agarra y dice que su maestro Mises ya demostró que hacen falta los precios para calcular. Desde luego Rallo no le serviría de mucha ayuda.
Primero, es curioso cómo Guerrero modifica los términos. Yo no he dicho que sin precios de mercado no haya unidades marginales, sino que sin propiedad privada no las hay. ¿Razón? Tengo todos los recursos naturales rodeándome, incluido el espacio interesteral. Dado que la propiedad nace de la apropiación, si no ha habido este proceso de dominación y de puesta en disponibilidad, no puedo incorporar mis medios a mis fines y, por tanto, no existen fines marginales. Una vez realice la acción de apropiación sí puedo hablar de marginalidad y de valor, hasta entonces no. Un bisonte sólo es valorado cuando se domina de alguna forma (bien cazándolo o poseyendo el terreno por donde se mueve). Mientras tanto, sólo valoraré mi conocimiento sobre la existencia del bisonte, mi información. Pero no el bisonte en sí. La cuestión es simple: hasta que no determino sobre qué medios puedo actuar, la única escasez que conozco es la temporal y, por tanto, sólo por ésta estoy limitado (de ahí que las sociedades primitivas no tengan el más mínimo respeto por el medio ambiente, cosa que también sucede en ausencia de propiedad privada).
Segundo, yo no he dicho que no hace falta calcular, sino que la ciencia económica no se ocupa de hacerlo. Otra cosa muy distinta es que los empresarios y los individuos tengan que realizar tal tarea para continuar prosperando, esa es una conclusión que también alcanzamos a través de la ciencia económica, aun cuando ésta no pretenda conocer los precios anticipadamente. Lo cual, dicho sea de paso, sólo puede ser así: si la ciencia económica afirmara la posibilidad de conocer los precios, siempre y en todo lugar, el cálculo económico sería posible. Por cierto, Mises defendía esto mismo, otra prueba de que Diego Guerrero sólo conoce la Escuela Austriaca a través del forro de los libros.
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