tag:blogger.com,1999:blog-80610844855966084962024-03-08T07:07:00.510-08:00NAKED SHORTmagahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.comBlogger12125tag:blogger.com,1999:blog-8061084485596608496.post-19054224410448654272008-04-01T19:54:00.001-07:002008-04-01T19:54:34.128-07:00<div><a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/"><b>Todo un hombre de Estado</b></a></div> <div>Bitácora de <a href="http://www.liberalismo.org/autor/eaco/">Juan Ramón Rallo Julián</a></div> <h2>Diego Guerrero se defiende (y V)</h2> <div><br /><div align="justify">Terminamos hoy con la serie de respuestas a Diego Guerrero. Antes de ello, me gustaría reorganizar un poco el debate. El texto que suscitó la polémica es una crítica de Diego Guerrero a la utilidad marginal decreciente, publicada en su libro <a href="http://pc1406.cps.ucm.es/Libros/Competitividad;%20Teoria%20y%20politica/">Competitividad: Teoría y Política</a>, al que yo respondí en cuatro posts (<a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2869/">I</a>, <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2876/">II</a>, <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2885/">III</a>, y <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2888/">IV</a>). <br /><br /> A su vez, Diego Guerrero se defendió tarde y mal en dos comentarios poco rigurosos (<a href="http://boards4.melodysoft.com/app?ID=eurotheo.marxismo&msg=12413">I</a>, <a href="http://boards4.melodysoft.com/app?ID=eurotheo.marxismo&msg=12431">II</a>). Textos a los que, de la misma manera, he dado respuesta en una serie de cinco posts que hoy termina (<a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2996/">I</a>, <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2998/">II</a>, <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/3000/">III</a> y <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/3005/">IV</a>). De las <a href="http://boards4.melodysoft.com/app?ID=eurotheo.marxismo&msg=12431">47 breves objeciones</a> que planteó Guerrero, sólo quedan ocho en pie. Pasemos, pues, a derrumbarlas. Como en los anteriores, mi comentario original en azul y la réplica de Guerrero en cursiva.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">40) “la observación de que el precio suele coincidir con la suma de los costes tiene una explicación muy sencilla. Ya hemos visto cómo se fija el precio de los factores productivos. Imaginemos que, por distintos motivos (por ejemplo, una mejora tecnológica) el precio final de un producto es muy superior a la suma de sus costes. Si ello es así, aparecerán beneficios extraordinarios. En otras palabras, o bien el propio empresario o bien otros empresarios, tendrán incentivos para ampliar la producción de esos productos, rebajar el precio y disminuir los beneficios extraordinarios. Al final, pues, cuando el valor del producto final supera a la utilidad de los factores productivos, o bien parte de esos factores productivos se retiran a otras líneas productivas (con lo cual se incrementa la productividad de los restantes) o bien se incrementa el número de productos finales (con lo cual el precio del bien se reduce).”</span><br /><br /> <i>Sustituyendo su expresión “supera a la utilidad de los factores productivos” por la correcta “supera el valor de los factores productivos”, casi llega a explicar la cosa. Precisamente Marx explicó que el capital invertido en los medios de producción es constante, porque ese valor reaparece en el output sin crecer; pero el valor invertido en salarios en variable, porque el valor que crea el trabajo directo es superior al valor que cuesta reproducir a los portadores de esa capacidad de trabajo directo. Cuando los utilitaristas terminan hablando de los costes y la oferta, se vuelven más realistas y no tienen más remedio que reconocer a su pesar la teoría laboral. Lo que ocurre es que se empeñan en seguir usando su especial terminología.</i><br /><br />Guerrero sigue, una vez más, sin entender la interrelación de todo el sistema productivo. Ya hemos explicado con bastante profusión por qué los costes no son más que precios y éstos a su vez relaciones históricas de intercambio formadas en virtud de la utilidad de las partes contratantes. En ese párrafo no afirmo otra cosa que los factores productivos se ubican en las líneas productivas más valoradas o, en otras palabras, se ubican allí donde son más valorados. La forma originaria de este fenómeno es el valor y la utilidad, no obstante, cuando el empresario y los factores productivos, actuando conforme a sus valoraciones, efectúan las correspondientes transacciones en el mercado (en la forma que hemos explicado en los anteriores posts), aparecen los precios de mercado que, lógicamente, siguen la misma lógica que las valoraciones de los individuos. Allí donde los costes monetarios superan el precio, el negocio desaparece; allí donde el precio supera en mucho los costes monetarios, afluyen los factores productivos, incrementando la producción, reduciendo el precio y aumentando el valor de los factores productivos (y, por tanto, el coste). No tiene nada de particular y produce sonrojo ajeno que Guerrero sea incapaz de aprehenderlo.<br /><br />Por otro lado, las palabras de Guerrero sobre la constancia del capital sólo demuestran, por enésima vez, su escaso nivel como economista. Precisamente, si de alguna manera no podemos caracterizar al capital es por su constancia. A diferencia de los factores de producción originarios (la tierra y el trabajo), el capital se define por su <i>no permanencia</i>, esto es, por su continua depreciación. La estructura de capital de la sociedad va modificándose continuamente dependiendo del grado de ahorro, esto es, de la preferencia temporal y de los valores concretos de cada tipo de bienes. Como también explicamos en el post anterior, si en un negocio los beneficios contables se incrementan por encima del interés, el capital comenzará a afluir allí donde la rentabilidad es mayor, reduciéndola como consecuencia. Todo esto supone detraer capital de un sitio y colocarlo en otro, es decir, amortizar una inversión y, a continuación, emprender otra más rentable.<br /><br />El problema es que la amortización no siempre es rápida. Lo es en las inversiones a corto plazo, pero no en las de largo. ¿Qué significa una inversión a largo plazo? Que yo invierto HOY mis ahorros en un proceso productivo que madurará al cabo de mucho tiempo, o, en otras palabras, que yo adelanto mis ahorros para financiar un proyecto que hasta que no madura no es rentable (pensemos que mientras una empresa construye edificios, compra máquinas, contrata trabajadores... no está produciendo, sino que lo hará cuando esos nuevos factores productivos se pongan en marcha). En otras palabras, mi capital se hallará inmovilizado durante mucho tiempo hasta que pueda recuperarlo junto con el correspondiente interés. Por eso, la plusvalía no es, en absoluto, como dice Guerrero, un valor creado por el trabajo, sino un excedente que pertenece al capital en concepto de interés por el adelanto de fondos y recursos que ha realizado al empresario.<br /><br />Diego Guerrero, por supuesto, es incapaz de comprender esto, dado que su esquema mental le obliga a pensar que el trabajo es el fruto del valor. No sé da cuenta de que el valor es una circunstancia subjetiva que en absoluto tiene que ver con las condiciones técnicas. Ni el capital es constante ni, por tanto, las condiciones técnicas lo son. Es más, el trabajo necesita de recursos exteriores (ahorro) para conseguir fines lejanos en el tiempo. Pensemos en los obreros que sacan carbón de las minas para venderlo a la industria metalúrgica, ¿cuándo queda en realidad liberado el capital invertido en las minas? No cuando una empresa compra el carbón, sino cuando los productos que produce con las unidades de carbón que ha adquirido, son comprados por los consumidores. Por tanto, difícilmente puede el trabajo ir más allá de la producción inmediata (hand-to-mouth) sin un capital circulante que lo financie.<br /><br />Y, por último, no deja de ser gracioso que Diego Guerrero siga creyendo que el valor de la mercancía "trabajo" se regule también según el tiempo necesario para su producción (o re-producción). Aquí hay un pequeño problema de circularidad: se afirma que el valor del trabajo se fija en función del valor de las mercancías que sirven para sustentar o reproducir ese trabajo, sin embargo, ¿no habíamos dicho que el valor de todas las mercancías se fijaba en función del del trabajo? ¿Cómo puede ser que las mercancías que sirvan para reproducir al factor trabajo establezcan su valor si esas mercancías son valoradas en función de ese trabajo que aun no tiene valor?<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">41) “Como ya hemos explicado, son los empresarios quienes crean los precios de los bienes de consumo y las rentas de los factores productivos”</span><br /><br /> <i>Entonces, ¿por qué seguir llamando a vuestra teoría Teoría de la utilidad marginal del consumidor y no Teoría de la utilidad marginal del capitalista?</i><br /><br />Simplemente porque el capitalismo se basa en las relaciones contractuales libres y el hecho de que un empresario fije un precio, no significa que el consumidor vaya a estar dispuesto a pagar ese precio. Con lo cual, si el capitalista fija un precio por encima de la utilidad marginal del consumidor, en caso de que quiera recuperar la inversión en capital que ha realizado para producir los bienes que ofrece a la venta, tendrá que rebajar su precio. En caso contrario, como ya hemos dicho antes, quebrará. Sus costes superarán sus ingresos y saldrá del mercado. Por eso el consumidor sigue siendo soberano, porque el capitalista inmoviliza su capital y sólo es capaz de liberarlo a través del intercambio de sus productos por dinero, esto es, a través del intercambio de bienes poco líquidos (bienes producidos) por bienes muy líquidos (dinero). Si el tenedor de esa liquidez no está dispuesto a intercambiarla por el producto ofrecido por el empresario (al precio fijado por él), entonces no habrá intercambio y la inversión del capitalista quedará totalmente inmovilizada e iliquida, con un stock de bienes cuyo único valor lo poseen ante la expectativa de ser realizadas (esto es, vendidas a cambio de dinero) en el mercado. En otras palabras, si no rebaja el precio para conseguir vender sus mercancías, toda su inversión, incluyendo sus productos, carecerán por completo de valor (al menos hasta que decida rebajar el precio). Ese es el poder del maléfico capitalista sobre el consumidor. Ya lo vemos.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">42) “debo coincidir con Guerrero que la economía neoclásica descansa en mediciones corruptas que le impiden contemplar que la parte más importante del capitalismo no es el "consumo" sino toda la estructura de bienes de capital que tiene que ser continuamente amortizada y rediseñada a través del cálculo y la función empresarial.”</span><br /><br /> <i>Coño. Creía que era imposible que coincidiéramos en algo. Algo debe de estar mal.</i><br /><br /> No se me caen los anillos por decir cuándo Guerrero acierta. Lástima que sólo haya podido decirlo una vez.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">43) “Pensémoslo un momento. El aluminio se extrae de la mina para, en última instancia, venderse en forma de automóvil. En teoría, hasta que no se vendiera el automóvil, los mineros no deberían poder cobrar, ya que el automóvil todavía no se ha "realizado" (vendido). Los distintos salarios que perciben antes de que su trabajo sea "útil" para el consumidor suponen un "adelanto" del empresario, un préstamo de dinero”</span><br /><br /> <i>Pero si el coche lo compra una autoescuela donde estudia un fontanero que necesita sacarse el carnet para poder trabajar en una empresa de fontanería, los mineros no deberían cobrar hasta que el fontanero se apruebe el examen, o incluso hasta que la caldera que repare el fontanero funcione correctamente, o incluso, en caso de que la reparación vaya destinada a un hotel, no deberían cobrar hasta que el cliente del hotel, que podría ser Rallo, tome un baño calentito suficientemente a gusto. ¡Todo sea por la integración vertical! Y qué buenos son los capitalistas, por cierto, que adelantan dinero gratis a los trabajadores.</i><br /><br />Uno de los párrafos más lamentables de Guerrero desde el punto de vista de la comprensión de la ciencia económica. Primero, yo no he hablado de cuando <i>debería</i> cobrar el trabajador, sino de cuando puede cobrar. El hecho de que exista división del trabajo no significa que las relaciones productivas más primarias queden alteradas. Si un individuo quiere construir el solo un coche y, para ello, empieza extrayendo los materiales pertinentes de las minas, ¿cuándo obtendrá su remuneración? Cuando haya terminado el coche, lo cual puede suponer un período de varios años. En otras palabras, desde un punto de vista estrictamente económico, la inversión en minería (salvo la destinada para vender carbón al consumidor) no madura hasta que los productos que ayuda a fabricar lleguen hasta los consumidores finales. Y dado que sólo cuando los consumidores finales paguen, puede considerarse que todo el trabajo precedente ha tenido utilidad, sólo en ese momento los trabajadores podrían cobrar por su trabajo. Por supuesto, esto no sucede porque el capitalista anticipa los fondos a los trabajadores. Segundo, este anticipo no es gratuito, porque precisamente se cobra el interés o, lo que los marxistas llaman, la plusvalía: el capitalista ofrece bienes presentes a los trabajadores (los salarios que paga el capitalista son bienes que él no podrá adquirir hasta que venda las mercancías que han producido los trabajadores) a cambio de bienes futuros (cuando los productos terminen de producirse y se vendan a cambio de dinero). Tercero, todo esto no tiene nada que ver con la integración vertical, simplemente recuerda que la estructura de capital, pese a la división del trabajo, sigue siendo unitaria, pues el destino final de todo capital es amortizarse, esto es, desinmovilizarse a través de la creación de un valor superior al inicialmente invertido (y ello con independencia de cuantas empresas haya entre la inversión originaria y el consumidor).<br /><br />Para verlo claramente con un ejemplo. Si yo cultivo un cereal empezando con la siembra, pasarán varios meses hasta que pueda recoger ese cereal. Durante todos esos meses tendré que comer algo, y ese algo será el capital (ahorro). Hasta que no coseche, toda la inversión en capital circulante (esto es, los bienes con los que me he alimentado mientras el cereal estaba creciendo) no ha producido fruto alguno, sólo he consumido capital ante la expectativa de que ello redunde en una mayor producción futura (en lugar de dedicarme a recoger frutas de los bosques, hand-to-mouth, cultivo los cereales que me proporcionarán un mayor cantidad de bienes en el futuro a cambio de haber estado durante un período de tiempo sin producir nada <i>directamente</i>).<br /><br />Pero demos un paso más allá. Imaginemos que el agricultor se asocia con otro individuo de la siguiente manera: el nuevo socio producirá un tractor partiendo de cero, lo cual incrementará muchísimo la productividad del agricultor, de manera que al final se repartirán la nueva cosecha al 50%. Pues bien, el constructor del tractor no podrá cobrar por el tractor hasta que su socio, el agricultor, obtenga la cosecha y le pague con la maduración de la inversión. Mientras tanto, el constructor tendrá que pedir dinero prestado (pagando un interés) o consumir sus propios ahorros (dejando de percibir un interés). Queda claro, pues, que el pago del interés es la inedulible consecuencia de la existencia de capital: si no se paga interés, el capital afluye a financiar proyectos que incrementarán la producción una vez maduren. Si el agricultor consumiera el dinero ajeno sin pagar interés, ese capital no podría utilizarse en incrementar la producción de otros bienes, y si consume sus propios ahorros no podrá dedicarlos a financiar la ampliación de otros.<br /><br />En cualquier caso, comprobamos que la división del trabajo en nada altera la estructura unitaria del capital, como parece creer Guerrero. Por ello, precisamente, el capitalista anticipa sus fondos a los trabajadores para que, una vez madure la inversión, obtenga el correspondiente interés. Todos salen ganando: los trabajadores porque les pagan la piel del oso antes de cazarlo, y el capitalista porque adquiere la piel del oso.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">44) “En cualquier caso, pues, vemos que el appreisement empresarial, al basarse en la correcta anticipación de la utilidad marginal de los consumidores, sigue controlando el proceso de mercado.”</span><br /><br /> <i>O sea, que los capitalistas conocen la utilidad que experimentan los consumidores, saben a quién le gustan las cañas, a quién las cocacolas…, y cuánto más una cosa que otra… Delirios.</i><br /><br />Es curioso como los marxistas niegan a los empresarios la capacidad para conocer las necesidades de los consumidores y, en cambio, consideran que la planificación estatal será tan racionalmente perfecta que no tendrá problemas para ello. Mire Sr. Guerrero, simplemente piense una cosa: cada vez que un consumidor compra un producto (un coche, una libreta, una barra de pan, un cepillo de dientes o un ordenador), alguien antes ha tenido que pensar que querría comprarlo para ponerse a producirlo y ofrecerlo a la venta. Y estamos hablando de una anterioridad de meses, incluso años. Por tanto, es falso que los empresarios no anticipen las necesidades de los consumidores; si no lo hicieran quebrarían (como sucede durante una crisis económica cuando el Banco Central los induce a malinvertir).<br /><br /> Esto no significa creer que los empresarios <i>conocen</i> las necesidades de los consumidores, entre otras cosas porque la utilidad no puede medirse. El appraisement es un proceso de anticipación, no de conocimiento. ¿Y qué se anticipa? La disposición del consumidor a pagar una cierta suma monetaria por un bien que yo puedo producir anticipando unas rentas X. No es necesario que el empresario conozca las valoraciones del resto de los bienes y las utilidad marginales que expresan los costes, le basta con la intuición de que podrá vender una cantidad Y a un precio Z, con lo cual podrá recuperar las rentas anticipadas a los factores productivos más un cierto interés.<br /><br />Claro que los empresarios pueden fracasar, y muchas veces fracasan. Pero precisamente este fracaso no refuta sino que reafirma la soberanía del consumidor y la utilidad marginal decreciente. Cuando los empresarios anticipan mal, desaparecen. Es decir, no se efectúan transacciones donde el consumidor tenga que pagar más por un producto que su utilidad marginal, simplemente, cuando el coste del precio a pagar (esto es, el valor que atribuye a los fines que ya no podrá realizar con ese precio) supera al valor del fin que contribuye a conseguir ese bien, entonces no habrá transacción y el empresario se quedará sin vender, como ya hemos explicado antes.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">45) “Es indistinto que compras se realizan por placer y cuáles por necesidad para sobrevivir. ¿Es que caso la supervivencia no es también útil para el ser humano? ¿Es qué la supervivencia no es, de hecho, el primer fin de todo ser humano no suicida?”</span><br /><br /> <i>Vale. Supongamos que todo el mundo hace cosas útiles en el mercado, hasta los inútiles. Entonces cualquier comportamiento de los consumidores es compatible con los precios existentes, mientras no cambien las condiciones de trabajo. Por tanto no hay manera de comprobar científicamente la teoría que propone Rallo porque cualquier posibilidad real es compatible con la hipótesis. Todo ello es señal de que las experiencias valorativas subjetivas no inciden en los precios. Como mucho pueden pretender explicar, junto a la oferta, cuánto desean comprar los consumidores a los precios determinados por las cantidades de trabajo. Pero no dichos precios, que es de lo que se trata aquí.</i><br /><br />El reduccionismo de Guerrero le lleva al error. Obviamente todo el mundo, ex ante, realiza acciones útiles y racionales, en caso contrario actuaría de forma distinta. Sin embargo, ello no significa que la acción humana esté exenta de error y que luego de haber actuado nos arrepintamos por haberlo hecho de esa manera. Por otro lado, que todas las acciones sean útiles ex ante para el actor no significa que todas sus acciones sean útiles para los consumidores ya que esto en última instancia depende de sus fines.<br /><br />Partiendo de este error, la cadena "lógica" que sigue Guerrero se corta. Los precios existentes son derivados del comportamiento de los consumidores y, de hecho, a través de sus acciones, al comprar o no hacerlo, determinan la estructura de precios existente. Los inútiles fracasan, pues utilizan recursos que podrían haber sido utilizados para satisfacer necesidades más urgentes que las que lo están haciendo. Por tanto, no son las condiciones de trabajo las que determinan los precios, sino al revés: el valor y los precios determinan las condiciones de trabajo. En tanto unas condiciones de trabajo ofrezcan unos productos a un precio mayor que la utilidad marginal de los consumidores -o de una cantidad significativa de ellos- esas estructuras desaparecerán y el trabajo y el capital migrará hacia otras estructuras productivas modificando las condiciones de trabajo.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">46) “incluso aunque los consumidores fueran autómatas de los capitalistas, el precio se determinaría por la utilidad marginal de los capitalistas”</span><br /><br /> <i>Coño. Procedamos a rebautizar de nuevo la teoría. Propongo “Teoría del valor basada en la utilidad marginal del consumidor, el capitalista y las locomotoras” (por aquello de dejar de lado el carboximetilalmidón de sodio y el silicato alumínico magnésico).</i><br /><br />Obviamente la utilidad de los capitalistas influye en la determinación de los precios a través de varias vías. Primero, los capitalistas también son consumidores. Segundo, también son trabajadores y, por tanto, la utilidad marginal influirá en su jerarquía de decisiones y en el modo y cantidad de su trabajo. Tercero, la utilidad determinará, así mismo, el montante de beneficios que ahorren reinvirtiéndolo, o que pasen a consumir. Cuarto y principal, son los que anticipan el dinero y, por tanto, conforman la estructura productiva y de capital de una sociedad, lo que se traduce en que son los responsables de todo el flujo de bienes y servicios que en este momento esta presente en el mercado (cuantía, calidad, composición...), lo cual obviamente influye en los precios.<br /><br />Pero, de todas formas, mi comentario no iba en ese sentido. Aún cuando los consumidores fueran títeres en manos de los capitalistas, sería la utilidad marginal de los capitalistas la que determinaría cómo usar a los consumidores en la determinación del precio. Por tanto, incluso por esta vía, la utilidad marginal sigue siendo la determinante de los precios.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">47) “La utilidad marginal, para desgracia de todos los marxistas, sigue siendo la principal explicación para la formación de los precios. No hay vuelta de hoja; sólo ciertos prejuicios arrogantes impiden reconocerlo.”</span><br /><br /> <i>Punto final y conclusión/resumen por mi parte:<br /><br />En esta versión de la utilidad marginal, se llama “utilidad marginal” (también podrían llamarlo deseo marginal, amor marginal o cualquier otra pijotada) del vendedor al precio de producción del capitalista (o sea, la suma del coste y la ganancia media), lo cual es precisamente lo que dice la teoría laboral. Y se llama utilidad marginal del consumidor a algo que puede variar entre ese nivel objetivo e infinito, ya que la valoración subjetiva no tiene límites. Como lo que cuenta es el último que compra (o sea, aquél para quien su supuesta “utilidad” coincide con el precio), a la postre afirman estos autores que el precio, formado según ellos por la utilidad de las dos partes del mercado, es el que ya decía que era la teoría laboral del valor. Para esta conclusión no hacía falta gastar tanta tinta.</i><br /><br />Con matices, Guerrero tiene razón en que la utilidad marginal para el empresario vendrá determinada por la suma de sus costes más el tipo de interés. Podríamos citar dos excepciones a esta regla: la primera, cuando existen beneficios extraordinarios por haber entrado en un sector novedoso o por satisfacer las necesidades de los consumidores de un modo distinto a los anteriores y, por tanto, donde la inversión inicial es mucho más rentable que el tipo de interés; y segundo, todas las actividades de caridad privada, donde el interés no es monetario, sino psicológico y donde, precisamente, hay una reducción del valor monetario inicial de la inversión (en tanto se formula como una donación).<br /><br />Sin embargo, yerra completamente y demuestra no haber entendido NADA cuando afirma que la utilidad marginal del consumidor se mueve entre "ese nivel objetivo" (esto es, el precio resultado de sumar los costes) e infinito. Olvidemos el matiz importante de que la utilidad es ordinal (y Guerrero, por deformación marxista, sigue tratándola cardinalmente) y centrémonos en el disparate que está sugiriendo el profesor universitario. ¿La utilidad marginal de los consumidores necesariamente tiene que estar por encima del precio final de los productos? Si eso fuera así, los consumidores SIEMPRE estarían dispuestos a adquirir los productos, de manera que no habría empresarios ineficientes. Lo único que haría rebajar el precio sería la competencia, y no la propia utilidad marginal del consumidor.<br /><br />Con esta idea de la utilidad marginal no me extraña que Guerrero la tome como absurda. Pero absurda es su torcida idea, no la solidez teórica de la utilidad marginal. Precisamente <i>porque</i> la utilidad marginal puede ser inferior a la del precio de los empresarios, es porque estos pueden quedarse sin vender, sin capacidad para recuperar la inversión adelantada y, por ello, forzados a salir del mercado. Precisamente porque la utilidad marginal del consumidor depende de sus fines y NO de la estructura de precios existente en el mercado, esta estructura varía de acuerdo con las preferencias de los consumidores.<br /><br />Guerrero sigue sin comprender la teoría de la utilidad marginal decreciente. Los precios son resultados de la acción humana, dirigida por las valoraciones humanas que no se encuentran atadas a ningún precio. De hecho, es lógicamente incoherente: si el valor va antes que el precio, ¿cómo puede el precio sentar la base mínima del valor?<br /><br />Por tanto, lo importante no es, como dice ingenuamente Guerrero, que el precio coincida con "el último que compra", ya que sólo con que se adquiera una unidad, el precio necesariamente coincidirá con el último que compra; sino que el precio no refrene a demasiados consumidores de adquirir el producto ya que, en ese caso, no se podrán financiar los costes en los que se ha incurrido para producirlo. Si el precio supera la utilidad marginal de demasiados consumidores, estos no adquirirán el producto y los ingresos serán incapaces de hacer frente a los costes.<br /><br />Por ello, en el capitalismo se puede producir siempre que los ingresos superen a los costes, esto es, siempre que estos satisfaciendo más fines -o fines más importantes- (ingresos) que fines estamos dejando escapar (costes). Pero ello sólo puede determinarse a través de la utilidad marginal decreciente que sigue siendo la base de la teoría científica del valor. Y esto no tiene nada que ver con una teoría laboral del valor que afirma que el valor de los consumidores depende de la cantidad de trabajo incorporada en los productos.<br /><br />A lo largo de estos cinco posts hemos mostrado las deficiencias de Diego Guerrero en relación con la teoría del valor. No conviene olvidar que la teoría del valor no es un asunto baladí dentro de la ciencia económica, sino que constituye su mismo corazón. El marxismo tiene un corazón económico podrido porque su teoría del valor no se sostiene por ningún lado. Los marxistas son incapaces de entender las complejas interrelaciones del sistema económico movidas, precisamente, por el valor y la utilidad. Y es que como <a href="http://www.gestiopolis.com/Canales4/eco/dinemo.htm">dice</a> otro destacado marxista: <i>la ley del valor es una ley humanista, una ley que hace del hombre y de su trabajo el centro de la economía, la sustancia social que le da unidad a todo ese mundo</i>. Con centros tan disparatados uno difícilmente puede sorprenderse del desarrollo de la teoría económica marxista. Una catástrofe.</div></div>magahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8061084485596608496.post-11984666663134090272008-04-01T19:53:00.003-07:002008-04-01T19:53:55.816-07:00<div><a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/"><b>Todo un hombre de Estado</b></a></div> <div>Bitácora de <a href="http://www.liberalismo.org/autor/eaco/">Juan Ramón Rallo Julián</a></div> <h2>Diego Guerrero se defiende (IV)</h2> <br /><div align="justify">Quería terminar en este post la respuesta a Guerrero pero, desgraciadamente, tendría una extensión excesiva. Así que dejo para el próximo post el fin de esta seria. En éste, le contestaré a las objecciones 33 a 39. Como en los anteriores, mi primer comentario en azul y la <a href="http://boards4.melodysoft.com/app?ID=eurotheo.marxismo&msg=12431">respuesta</a> de Guerrero en cursiva.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">33) “Y es que, ¿qué son acaso los costes sino precios?”</span><br /><br /><i>Por supuesto, pero detrás de esos precios está la base de esos precios, y de eso estamos discutiendo, de si la base son los costes laborales objetivos o las pajas mentales de los consumidores.</i><br /><br />El desprecio de Diego Guerrero a los deseos de los consumidores queda patente. Es por ello que desde el marxismo se pretende ningunearlos y que se adapten a <i>sus</i> precios. El consumidor no tiene ninguna importencia, actúa en función de los parámetros asignados por el Comité Central de Planificación.<br /><br />Con todo, esta objeción sigue teniendo nula base. Primero, recordemos que la afirmación inicial de Guerrero a la que respondo es: <i>al ser conscientes de la contradicción lógica que supone hacer depender lo previo (el precio) de algo que es posterior (el consumo), no tiene otro remedio que recurrir al coste de producción para explicar el nivel del precio.</i> Ahora parece que el coste de producción también es un precio y que, por tanto, no hay problema en recurrir al precio para explicar el coste de producción. La de vueltas que puede un marxista dar para no reconocer que ha caído en un razonamiento circular.<br /><br />Los costes de producción siguen siendo precios que necesitan de explicación y, por tanto, la critica inicial de Guerrero entra en contradicción con su matización posterior. De todas formas ya expliqué a Guerrero que la teoría de la utilidad marginal no hace depender el precio del consumo, sino de las valoraciones de los consumidores que son anteriores a la acción que acepta, rechaza o modifica una cierta estructura de precios.<br /><br />Segundo, no existe nada así como un coste laboral objetivo, entre otras cosas porque ese coste sigue siendo, como reconoce Guerrero, un precio <i>pendiente de explicación</i>. Vemos otra vez cómo Guerrero no puede escapar a su contradicción y vuelve a hacer depender lo previo (el precio) de los posterior (los costes). Relean, por favor, la frase de Guerrero que está siendo objeto de crítica para comprender una vez más el absurdo que alcanza: "Por supuesto que los costes son precios, pero hay que explicar la base de los precios, que son unos costes que acabamos de decir que eran precios". Genial, digno de Marx, de Karl y de Groucho.<br /><br />Tercero, el pretendido "coste laboral objetivo" que Guerrero quiere convertir en la base de su teoría de precios, simplemente, es un onanismo mental irreal. La noción de coste necesariamente hace referencia a un uso alternativo del recurso que no podrá realizarse (fines a los que se renuncia): allí donde la escasez no existe no hay coste (¿cuál es el coste de respirar?). Si, por ejemplo, compro una tonelada de papel por 1000 euros para editar un periódico, computaré esa tonelada, cuyo precio eran 1000 euros, como un coste de producción de mis periódicos, cifrado en 1000 euros. ¿Por qué supone eso un coste? Simplemente, porque podría haber gastado esos 1000 euros en bienes alternativos (reformar el edificio, contratar a más trabajadores, comprar papel reciclado, irme de vacaciones, incrementar los dividendos a mis accionistas...). Lo que gasto en papel no lo puedo gastar en otros proyectos. Por ello, si después de <i>gastar</i> ese dinero en un papel que adquirimos para producir periódicos, no recuperamos los 1000 euros, hemos perdido dinero: he gastado el papel (que es un medio para producir periódicos, que son un medio para obtener ingresos adicionales) en un bien que los consumidores no valoraban lo suficiente, y también he gastado mi dinero en proyectos que no me han servido para conseguir mis fines.<br /><br />Por otro lado, el precio de 1000 euros supone mi coste, pero ¿qué había establecido que el papel tuviera un precio de 1000 euros? Pues, o bien porque a su propietario le proporcionaban un uso directo inferior al valor que atribuye a los 1000 euros, o que esperaba obtener de otros compradores un precio inferior a 1000 euros.<br /><br />[Por cierto, nota al margen, vemos en este caso cómo opera la utilidad marginal en un supuesto muy sencillo. Un vendedor con varios compradores: la transacción se realizará a un precio comprendido entre la valoración mínima de los folios por parte del vendedor (si se le paga menos de lo que valora los folios no venderá), y entre la valoración máxima de los folios por parte del consumidor (si tiene que pagar más, no comprará). Y, en este punto, el valor es fijado entre el comprador <i>marginal</i> y el vendedor <i>marginal</i>. El comprador ha elevado lo suficiente el precio como para que los 1000 folios le sigan proporcionando utilidad y, en cambio, no se la proporcionen a sus compradores competidores. Si ahora suponemos que el vendedor saque 1000 folios más a la venta y nuestro comprador no los quiere comprar, es evidente que el vendedor tendrá que rebajar el precio para venderlos (ya que hemos dicho que a 1000 euros nadie más querría comprar) hasta, por ejemplo, 950 euros. Pero, claro está, si el vendedor vende a 950 los 1000 últimos folios, también tendrá que vender los 1000 primeros (ya que en realidad son perfectamente intercambiables) y, por tanto, los dos consumidores pagarán 950 por los 1000 folios. Es decir, en este caso, un vendedor y dos consumidores, el precio se sigue fijando entre el comprador marginal y el vendedor marginal]<br /><br />En el caso de los trabajadores, este hecho no cambia. Primero, el empresario estará dispuesto a pagarles hasta su productividad marginal; no más. Y la productividad marginal queda definida como la contribución del trabajador adicional a los ingresos del empresario. Es decir, el empresario no puede disociar la producción <i>extra</i> con la expectativa de vender esa producción <i>extra</i>. En otras palabras, deberá atender a los precios que están dispuestos a pagar los consumidores para adquirir todos sus productos (en nuestro ejemplo de los folios, si el empresario se empeñara a no rebajar su precio a 950 cuando disponía de 2000 folios, 1000 de ellos se hubieran quedado invendidos). Por tanto, desde el punto de vista del empresario el límite máximo del salario viene determinado por su expectativa de ingreso (que a su vez viene determinada por la utilidad marginal de los consumidores). ¿Y desde el punto de vista del trabajador? En tanto el trabajo le supone un coste (especialmente temporal; pero recordemos que nuestra definición de coste parte de la utilidad, esto es, aquellos fines a los que debe renunciar), para decidirse a trabajar deberá valorar en más la retribución (el salario) que los fines a los que renuncia por trabajar.<br /><br />La coste original y último de todo trabajo es el tiempo de ocio. Dado que nadie trabaja porque sí, siempre somos capaces de encontrar una actividad alternativa que hubiéramos realizado en caso de no tener que trabajar (aunque fuera el simple reposo). Por tanto, el coste original del trabajo es el valor que atribuimos a los fines que perseguimos durante nuestro tiempo de ocio (reposo, mantenerse en forma física, hablar con los amigos...). Sin embargo, el hombre necesita recurrir al trabajo, y puede hacerlo de una doble manera: o bien trabaja para sí mismo (esto es, se dedica a buscar los medios para sus fines) o establece una relacción contractual por el que alquila su tiempo (trabajo por cuenta ajena).<br /><br />Pues bien, en este sentido, el coste para un empresario que pretende contratarme puede ser triple: el del valor de mi tiempo de ocio, el de la utilidad que conseguiría trabajando para mí mismo, el de la utilidad que conseguiría trabajando para otro empresario (es decir, básicamente el salario). De estos tres posibles costes, el coste que considerará el individuo será el que le proporcione más utilidad; así, supongamos que el que le proporciona una mayor utilidad sea el salario de un empresario que le paga 1000 euros al mes. Si nuestro empresario quiere contratarlo tendrá que mejorar semejante oferta. Por tanto, el límite mínimo en la fijación del salario será la utilidad que atribuya el trabajador al tiempo al que tendrá que renunciar en caso de que trabaje. En otras palabras, hemos demostrado que el límite máximo del salario viene fijado por la productividad marginal del trabajador y el mínimo por los usos alternativos del tiempo por parte del trabajador. Así pues, el salario se situará entre esos dos límites, en un punto que resulta imposible de determinar ex ante.<br /><br />Sin embargo, es incorrecto hablar de coste objetivo como hace Guerrero, tanto por coste como por objetivo. Primero, el límite mínimo al que hemos hecho referencia no es todavía un coste, sólo lo será en caso de que el individuo decida renunciar a ese uso del tiempo. Por tanto, Guerrero vuelve a hacer depender lo que es posterior (el coste) de lo que es previo (el salario). En este caso, sólo cabe hablar de la utilidad que para el individuo tiene ese tiempo de trabajo u ocio. Segundo, aun cuando fuera coste, tendríamos al menos otro límite que influye tanto como el inferior y éste es la productividad marginal. Por tanto, los intentos de Guerrero de establecer los precios ex ante no tienen sentido y están abocados al fracaso, ya que el salario necesariamente se moverá entre esos dos límites. Tercero, el supuesto coste no podría tener nada de objetivo. No sólo porque resulta imposible fijarlo con anterioridad, sino también porque depende totalmente de las valoraciones subjetivas del trabajador: cuanto valora el uso alternativo de su tiempo (bien ocio o trabajo).<br /><br />Así pues, hemos visto como en la determinación de los salarios sigue actuando la utilidad marginal. El límite máximo lo determina la productividad marginal que depende de la utilidad marginal de los consumidores, y el límite mínimo depende de la utilidad para el trabajador tanto del tiempo al que tendría que renunciar como del salario y las condiciones de trabajo que se le proponen.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">34) “Es posible que muchos, la gran mayoría, de los empresarios fijen sus precios añadiendo un cierto interés a los costes”</span><br /><br /><i>Confunde interés y ganancia. Es típico de estos economistas porque creen que en el equilibrio a largo plazo la ganancia es 0.</i><br /><br />Como hemos visto, los costes dependen de la utilidad <i>marginal</i>. Para muchos empresarios el valor de una unidad adicional de producción equivale al ingreso marginal (esto es, el ingreso que pueden obtener con ella) que dependerá de los costes más un cierto interés (pero, recordemos, que tanto el coste como el interés procede de la utilidad). Y sí, digo interés y no ganancia. Por supuesto, muchos otros empresarios fijarán los precios esperando obtener una ganancia o beneficio, pero <i>todos</i> lo harán esperando obtener, al menos, el interés. Si no lo hicieren serían descapitalizados (no podrías evitar la depreciación). Por ello, no confunde interés con ganancia, pero la obtención del interés es un caso mucho más general de la actividad empresarial.<br /><br />El beneficio es siempre de carácter extraordinario, consiste en una suma monetaria que supera al interés del resto de negocios, de manera que el capital afluirá (aun cuando estamos hablando de un monopolio) y los beneficios desaparecerán, absorbidos por el interés. Voy a explicarlo brevemente con un ejemplo numérico, pero antes hay que tener claro qué es el interés. El interés es un porcentaje, reducir el interés no significa reducir los beneficios contables, sino sólo la rentabilidad. Por ejemplo, un interés del 3% de 1000, es 30, mientras que un interés del 20% de 100 es 20. Obviamente, el tipo de interés es mayor en un caso, pero no la remuneración en términos absolutos.<br /><br />Pues bien, tenemos dos casos. Uno donde existe competencia directa y otro donde no. En el primero, si una empresa descubre un nuevo producto, sus beneficios se incrementarán. Supongamos que pasa a ganar 2000 euros al año, sobre un capital invertido de 10000 €. Esto supone un interés del 20%. En cambio, en las restantes industrias el interés de sus capitales es del 5% (por ejemplo, tienen invertidos 100 € y ganan 5). En este caso, es evidente que muchas empresas afluirán a producir lo mismo que la anterior y eliminarán sus beneficios. Al final, sólo quedará el interés, esto es, la retribución mínima para permanecer en el negocio. Por cierto, conviene hacer notar que unos beneficios contables gigantescos pueden suponer esta retribución mínima. Imaginemos una gran empresa cuyo capital esté valorado en 100 millones de euros. A un interés del 5%, sus beneficios serían de 5 millones de euros.<br /><br />Segundo caso, no hay competencia directa. Aquí Guerrero dice que la ganancia no se eliminará, lo cual es falso. Estamos en el mismo caso que antes. La empresa gana 2000 euros sobre 10000, pero ninguna puede hacerle la competencia directa (quizá porque se guarde la fórmula bajo llave). En este caso, la empresa comenzará a acumular el capital de otras partes de la economía. Los inversores querrán invertir en ella y su producción aumentará. Así, otras partes de la economía se descapitalizarán y esta empresa aumentará su acumulación. Así, imaginemos que la empresa incrementa su capital hasta 25000 y sus beneficios en 2500. Por su parte, el interés en el resto de las empresas ha aumentado hasta el 10% (hay que pensar que la reducción del capital no reduce equivalentemente sus ventas, y por ello, al reducir el capital en menor medida que los beneficios contables, la rentabilidad se incrementa). En este caso, la empresa innovadora terminaría percibiendo el interés del mercado del 10%. Por tanto, sus beneficios habrian sido absorbidos por el interés.<br /><br />Simplementos tres matices. Primero, ausencia de competencia directa no significa monopolio. Primero, porque es cada consumidor quien tiene que determinar si dos empresas compiten <i>directamente</i> por la satisfacción de sus fines (puede haber gente para quien Coca Cola y Pepsi sean competencia directa, o incluso Coca-Cola y Lanjarón). Segundo, la razón por la cual la reducción del capital no supone una reducción equivalente de los beneficios no es ni más ni menos que la utilidad marginal. Mientras que la cantidad se reduce, la utilidad de cada uno de esos productos se incrementa y, así, el precio también lo hace. De esta manera, la menor producción no supone una reducción proporcional de los beneficios, pues en parte se ve compensado por el mayor precio que estarán dispuestos a pagar los consumidores. Tercero, interés y beneficio contablemente reciben el mismo tratamiento, y son los beneficios contables. Con todo, desde el punto de vista de la teoría económica, como hemos visto, hay que distinguirlos.<br /><br />En todo caso, vemos cómo Guerrero desconoce el proceso de mercado, y confunde interés con ganancia.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">35) “pero ello en ningún momento significa que los precios se fijen en función de los costes, ya que precisamente el empresario confía en pagar esos costes porque supone que las ventas de sus productos le permitirán pagar a los factores productivos y obtener un cierto interés. Si las apreciaciones son erróneas (es decir, si el precio que espera que los consumidores paguen para poder financiar la producción supera la gran mayoría de las utilidades marginales de los consumidores), entonces el empresario no podrá pagar los salarios, los intereses y las rentas. Quebrará a menos que reduzca el precio. Y si al reducir el precio puede dar salida a la producción pero no puede pagar a sus factores productivos tanto como prometió (esto es, más de lo que les pagarían en otros usos alternativos), la producción se paralizará.”</span><br /><br /><i>El capitalista fija los precios al precio medio que determinan las condiciones (técnicas y sociales) laborales existentes y la ganancia media. Si a ese precio no cubre costes, se debe a que otros capitalistas más eficientes sí los están cubriendo. Por tanto los primeros tenderán a desaparecer y los segundos irán absorbiendo una cuota creciente del mercado. Todo esto se rige por la ley del valor-trabajo.<br /><br />Obsérvese además algo típico: poco a poco, en su exposición, estos economistas se van olvidando de los rollos mentales de las cabezas de los consumidores y terminan por fijarse en lo que importa: las condiciones objetivas de trabajo. No les queda otra</i><br /><br />Como hemos visto, estas apreciaciones son falsas. Primero, las condiciones técnicas y sociales no determinan ningún precio medio, ya que ese "coste objetivo del trabajo" es un precio. Segundo, como hemos comentado otras veces, es la acción humana la que crea tanto las condiciones sociales como los precios y las crea atendiendo a sus valoraciones y prioridades. Tercero, no hay nada malo en que los capitalistas <i>más eficientes</i> (esto es, los que economizan mejor los recursos y, por tanto, sirven mejor a un mayor número de consumidores) alcacen mayor cuota de mercado. Cuarto, sin embargo, dado que el número de capitalistas no es fijo y que, como hemos visto, el capital no se mueve por valores absolutos, sino por rentabilidades relativas, ninguna casta podrá perpetuarse en el mercado. Por ejemplo, si yo consigo transformar un capital de 10 € en 20, los inversores empezarán a proporcionarme el capital (ya que daré rentabilidades mucho mayores que otros empresarios). Quinto, el crecimiento excesivo de los empresarios les impide calcular tan adecuadamente como a los pequeños empresarios, por ello estos últimos tendrán mayores facilidades para proporcionar rentabilidades superiores. Sexto, en todo caso, si las empresas crecieran desbocadamente, tendrían el mismo problema que el socialismo: no podrían calcular y, por tanto, se hundirían.<br /><br />Y ninguno de estos procesos viene determinado por la mística del valor-trabajo. En todos casos, hablamos de <i>servir a los consumidores</i>; el éxito o fracaso de una empresa depende enteramente de esto. Y sus costes, como ya hemos visto detalladamente, también. Así, que no sé a qué viene lo de "olvidarse de los consumidores". ¡Cómo si toda la estructura productiva no dependiera de la satisfacción de sus deseos! ¡Cómo si las rentas a los factores productivos que paga un empresario no lo hace con la expectativa de poder vender sus productos computando estas rentas al interés vigente en el mercado!<br /><br /><span style="color:#0000ff;">36) “Por tanto, la utilidad marginal sigue gobernando el valor de los bienes y servicios. Si el empresario paga más a los factores productivos que su productividad marginal, la empresa quebrará. Si les paga menos, simplemente no podrá contratarlos (pues otro empresario los contratará pagándoles un poco más hasta su productividad marginal). Y la productividad marginal es una productividad en términos de valor, esto es, sobre los ingresos adicionales que proporcionan; el ingreso viene determinado por el precio; y la utilidad marginal domina el precio.”</span><br /><br /><i>La productividad marginal de cualquier factor aislado es cero. Si la empresa farmacéutica adquiere un kilo más de “carboximetilalmidón de sodio” del que se puede mezclar con el “silicato alumínico magnésico” para hacer una pastilla más, entonces esa unidad adicional de “carboximetilalmidón de sodio” no produce nada.</i><br /><br />La capacidad analítica de Guerrero sorprende. Primero, la productividad marginal de un factor aislado NO es cero, eso supondría afirmar que el ser humano es un vegetal, y si es un vegetal no sólo será cero en el caso del trabajo aislado. Segundo, el hecho de que la productividad marginal de una unidad aislada sea muy pequeña, no significa que el de esa unidad no aislada lo sea o que no exista. Por ello, los empresarios esperan que ese trabajador les proporcione unos ingresos superiores a su salario (cuya determinación ya hemos estudiado). Tercero, la marginalidad va acompañada de la unidad de referencia. Es dudoso que una pastilla sea la referencia para una gran farmacéutica. Ni siquiera es posible que lo sea una caja de pastillas. En estos casos, es el empresario quien efectúa los cálculos en función de sus unidades marginales. En ese caso, puede que la unidad marginal sea una tonelada de pastillas. Sobre esos términos se efectuará el cálculo (así también, tantas toneladas de "carboximetilalmidón de sodio" serán las unidades para las que se calculará su productividad marginal en relación con la produccion de una tonelada de pastillas que se espera vender a un determinado precio).<br /><br />Por ello he señalado antes que el cálculo en las empresas pequeñas es mucho más preciso que en las grandes, porque las unidades de referencia suelen ser más pequeñas y, por tanto, se tienden a minimizar costes. Con todo, hay que tener presente, claro está, que el menor despilfarro que efectúa una empresa pequeña por un cálculo más preciso, puede quedar, y normalmente queda, desplazado por la superior economización que una empresa grande puede realizar con una estructura de capital más desarrollada.<br /><br />Por último, el como ya hemos destacado en los posts anteriores, el hecho de que para producir una tonelada más de un producto se necesite la concurrencia de dos factores productivos insustituibles, en absoluto implica la imposibilidad de obtener la productividad marginal. Por ejemplo, si yo espero vender un kilo de A por 100 euros y para obtener A necesito adquirir B y C, queda claro que la productividad de B y C tiene un valor de 100 euros. Si yo adquiero B por 10, estaré dispuesto a pagar hasta 90 por C. Si, en cambio, no puedo adquirir B y C por menos de 100 (puede que B me coste 1 euro, pero C 100), entonces no adquiriré B y C, su productividad marginal no superará la de sus costes (esto es, usos alternativos).<br /><br /><span style="color:#0000ff;">37) “Es curioso como los marxistas pretenden endosarnos que los empresarios determinan el precio y, en cambio, no aplican esa misma lógica a los trabajadores. Si los que ofrecen las mercancías fijan, a través de sus costes, los precios en el mercado, los trabajadores, que ofrecen su trabajo, deberían fijar a través de su coste psicológico su salario.”</span><br /><br /><i>Los empresarios no determinan el precio a su antojo. Eso lo creen los teóricos del capitalismo monopolista, como Lenin, no Marx. El precio lo determinan las condiciones objetivas de producción y trabajo, es decir la explotación y la competencia entre capitalistas rivales que tienen que luchar por su supervivencia y por su enriquecimiento por medio de la misma arma fundamental siempre: la acumulación, que es lo que les permite a algunos reunir (o no) las condiciones técnicas precisas para producir más barato que los demás. Por tanto, tampoco los trabajadores fijan su salario, sino wue éstos se determinan por esas mismas condiciones objetivas e impersonales.</i><br /><br />Como ya hemos explicado, las condiciones de producción ni son objetivas ni, mucho menos, pueden disociarse del valor y de la utilidad marginal. Por otro lado, vuelve a caer en un razonamiento circular, si antes nos decía que los precios dependían de los "costes laborales objetivos", ahora nos señala que los salarios (esto es, los costes laborales objetivos del empresario) se fijan por una "condiciones objetivas e impersonales". Esto no es economía, estamos ante una teología, un catecismo, un credo. ¿Cómo pueden existir unas condiciones de producción sin una remuneración para el capital y el trabajo? Es simplemente ridículo. Precisamente, dependiendo de la remuneración, esas condiciones "objetivas" se modifican. Si los salarios aumentan, el fondo de subsistencia se reduce y llegamos a una estructura de producción menos capitalizada. No sólo eso, también dependiendo del salario, el trabajador decidirá o no ser contratado para tal empresa. Y, en ese sentido, las condiciones objetivas se verán modificadas por las condiciones y apreciaciones subjetivas. No existe objetividad más allá de la actitud que los actores tomen con respecto a esa objetividad.<br /><br />Por tanto, no tiene sentido hablar de condiciones objetivas, sin referirnos a los valores que son los que construyen, a través de la acción, esas condiciones de producción. Y no tiene sentido decir que esas condiciones fijan los salarios porque, como ya hemos visto, influyen dos límites, uno determinado por la productividad y otro por la utilidad marginal del trabajador.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">38) “¿qué es la productividad marginal sino el valor de los bienes adicionales producidos que se destinarán a la venta? ¿Y cuál será, pues, para el empresario el valor de esos bienes sino el precio al que se puedan vender? Por tanto, la productividad marginal será el ingreso adicional que proporcionarán los trabajadores al empresario.”</span><br /><br /><i>A la producción de riqueza (no confundir con el valor) contribuyen todos los factores unidos (unidos por cierto en un proceso de trabajo organizado). Por tanto, la productividad marginal (en valores de uso) de cierta cantidad de trabajo, junto a cierta cantidad de “carboximetilalmidón de sodio”, de “silicato alumínico magnésico” y de los demás componentes que entran en la pastilla, es precisamente la pastilla. Por tanto, no puede sorprender que el valor de la pastilla sea el valor de la pastilla. Cuál sea éste, los austriacos no lo explican ni pueden ni podrán hacerlo nunca.</i><br /><br />Esto es, de nuevo, completamente acientífico. El hecho de que la producción se realice conjuntamente, no significa que no puedan realizarse incrementos o reducciones <i>marginales</i> en los factores productivos. Por ejemplo, cuando tengo contratados a 1000 trabajadores, ¿contrataré a uno adicional? ¿De qué dependerá? Pues obviamente de su productividad marginal y del precio mínimo que quiera cobrar. Si sus pretensiones superan a su productividad no lo contrataré.<br /><br />En otras palabras, la productividad marginal se plantea la imputación de los ingresos que tienen que ver específicamente con un factor de producción adicional. Parece que Guerrero se sorprenda, quizá será que nunca ha oído hablar (ni, por supuesto, habrá estudiado) de la contabilidad de costes. Ni, por supuesto, tampoco sabrá qué son los rendimientos decrecientes, esto es, la productividad marginal decreciente resultado de incrementar un factor manteniendo los restantes inalterados.<br /><br />La cuestión, por tanto, es: ¿cuántas pastillas más obtendré si contrato a un nuevo trabajador? Obviamente, si las pastillas deben estar formadas por una cierta composición, el número será el mismo, pero no así su velocidad (lo cual es fundamental a efectos del interés). Por tanto, la cuestión será, ¿con cuánta rapidez adicional obtendré las pastillas si contrato a un nuevo trabajador? ¿Es esto irrelevante? Obviamente no. Un simple ejemplo, si al contratar a un nuevo trabajador obtengo 1000000 pastillas un mes antes, y suponiendo un precio de 1 euros por pastilla, mis beneficios contables serán de cien mil euros. Dado que los he obtenido un mes antes, podré capitalizarlos también un mes antes, lo cual, puede suponer, a un interés anual del 10%, alrededor de 8000 adicionales al mes. Por lo tanto, no estamos ante un asunto baladí.<br /><br />También, un trabajador puede suponer una mejora en la eficiencia productiva (sobre todo, en caso de ingenieros o directores), de manera que su productividad marginal vendría a equivaler a la riqueza adicional creada.<br /><br />Por no hablar, claro está, del caso más habitual: esto es, que el empresario valore la productividad marginal de un trabajador y del número necesario de materias primas que necesita para incrementar la producción. Así, si por ejemplo sabe que ese trabajador puede producir 500 mesas en un mes, y que podrá vender esas mesas por 100 euros en el mercado, su productividad marginal tendrá un valor de 50 mil euros, ahora bien, dado que tendrá que proporcionarle las materias primas, por ejemplo, por valor de 40 mil euros, su productividad marginal será, a la postre, de 10 mil euros. Tengamos en cuenta que muchos otros factores de producción (especialmente el capital) no se han incrementado.<br /><br />Por último, los austriacos claro que explicamos el valor de la pastilla o de la mesa. Si, por ejemplo, los consumidores no están dispuestos a pagar más de 50 euros por una mesa (o sólo 100 consumidores están dispuestos a pagar 100 euros por una), es evidente que el precio o será menor o no será. El trabajador tendrá que ver reducido su salario a su productividad marginal y, en caso de que esa reducción le suponga cobrar menos que en otra empresa donde los salarios sean superiores, abandonará la producción y la producción de mesas se paralizará. ¿Cuál será el precio de las mesas? Pues vendrá determinado entre el margen del coste marginal de las mesas y la disponibilidad al pago del consumidor marginal. Un precio más bajo supondría reducir la producción (pues no cubriría los costes) y un precio más alto impediría al consumidor marginal adquirirla. Y, en todo caso, la demanda de factores productivos, para alcanzar una cierta producción, dependerá del precio al que se espera vender y de la cantidad que, a ese precio, se espera vender. Y tanto el precio como la cantidad dependerán de la utilidad marginal.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">39) “Böhm-Bawerk solía poner un ejemplo bastante ilustrativo. Imaginemos una locomotora que tiene cuatro vagones. ¿Por qué se mueven los vagones? Porque la locomotora se mueve. Ahora bien, muchos podrían decir, ¿por qué se mueve el cuarto vagón? Aparentemente porque se mueve el tercero; es decir, estarían explicando los precios (cuarto vagón) en función de los costes (primer, segundo y tercer vagón) y no de la utilidad (locomotora). No obstante, el problema sigue en pie. ¿Por qué se mueve el tercer vagón? Porque se mueve el segundo. ¿Y por qué se mueve el segundo? Porque se mueve el primer. Pero, ¿por qué se mueve el primero? Aquí los defensores de la teoría del precio-coste no tienen respuesta; la locomotora mueve el primer vagón que a su vez mueve a los restantes. La utilidad es el determinante último de los precios.”</span><br /><br /><i>Habrá que rebautizar a la teoría utilitarista del valor como teoría “ferrocarrilera”. El tren se mueve porque los trabajadores lo hacen moverse, y lo hacen con la ayuda de medios de producción que también construyeron y pusieron y ponen en movimiento otros trabajadores. Teoría laboral pura.</i><br /><br />La locomotora se mueve porque los trabajadores la hacen moverse, genial. ¿Pero por qué la hacen mover y en qué dirección? Precisamente la mueven en la dirección de la satisfacción de sus necesidades, esto es, la locomotora sigue siendo la utilidad que determina el curso de la acción. Claro que en este caso Guerrero no ha expiclado nada; decir que los trabajadores la mueven no resuelve su razonamiento circular. ¿Qué determina los costes (precios) sino la utilidad? ¿Los costes laborales objetivos? ¿Las condiciones objetivas de trabajo? ¿Y qué son los costes laborales si no precios? ¿Y cuáles son las condiciones del trabajo si no aquellas determinadas de acuerdo con las valoraciones y utilidades de los agentes? ¿Es qué los trabajadores van a producir algo que no quieren? ¿Es qué los trabajadores van a vender una cantidad de mercancías a un precio superior al que los consumidores están dispuestos a comprarlas? ¿Es qué van a renunciar a su ocio para trabajar en una tarea que no dará frutos? ¿Es qué su ocio no lo valoran y no le asignan una utilidad? Teoría de la utilidad marginal pura. Eso sí, habrá que rebautizar la teoría del valor trabajo como la "teoría del ferrocarril averiado".</div>magahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8061084485596608496.post-44112434537991316832008-04-01T19:53:00.001-07:002008-04-01T19:53:22.217-07:00<div><a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/"><b>Todo un hombre de Estado</b></a></div> <div>Bitácora de <a href="http://www.liberalismo.org/autor/eaco/">Juan Ramón Rallo Julián</a></div> <h2>Diego Guerrero se defiende (III)</h2> <div><div align="justify"><br /><div align="justify"><a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2998/">Continuamos</a> con la <a href="http://boards4.melodysoft.com/app?ID=eurotheo.marxismo&msg=12431">respuesta a Diego Guerrero</a>. En este post analizaremos las 15 siguientes objeciones. Como antes, mis comentarios iniciales en azul y la respuesta de Guerrero en cursiva.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">18) "Sin utilidad marginal la demanda de agua y alimento serían infinitas"</span><br /><br /><i>¿Por qué? ¿Acaso Rallo, cuando sale a cenar se empazurra y atiborra permanentemente? ¿Acaso cena tres o mil veces al día? Las necesidades humanas son limitadas, lo que ocurre es que el capitalismo limita más las de unos humanos que las de otros.</i><br /><br />Es discutible que los fines humanos sean limitados, entre otras cosas porque la inexistencia de fines significaría el fin de la acción y, por tanto, del mismo ser humano. Lo que es evidente es que los <i>medios</i> para satisfacer nuestras necesidades sí lo son. Precisamente porque esos medios son limitados tenemos que economizarlos y precisamente porque tenemos que economizarlos (es decir, tengamos que distribuirlos entre fines más y menos importantes) otorgaremos mayor valor a aquellos medios que se dirijan a los fines prioritarios.<br /><br />Es curioso que pueda sostenerse que el valor depende de las condiciones de producción, obviando que un incremento de la cantidad del bien <i>necesariamente</i> lo dirige hacia fines inferiores y, por tanto, hacia fines menos valorados. ¿Qué ocurre cuando el trabajo necesario para producir un bien no varía pero su cantidad aumenta (por dirigir mayor número de trabajadores a tal empresa)? ¿Seguirá siendo idéntico el precio? Es decir, Guerrero sugiera que los consumidores seguirán adquiriendo la misma cantidad de bienes que antes y <i>al mismo precio</i>. Ahora nos dice que los consumidores se saturan, ¿y qué ocurre entre la satisfacción y la saturación? ¿Acaso no pueden estar dispuestos a comprar una mayor cantidad de bienes en caso de que su precio sea ligeramente inferior? En otras palabras, ¿acaso el precio de un bien se mantendrá cuando su cantidad aumente (suponiendo que la valoración de los consumidores no cambia)? Guerrero parece suponer que sí, lo cual es absurdo pues implica no integrar la inexistencia de una demanda infinita.<br /><br />¿Quién querrá adqurir mercancías adicionales cuyo precio (coste) sea superior a la satisfacción que le proporciona? Y si nadie quiere comprarlas, ¿acaso su precio permanecerá igual? En la práctica se nos dice, como ya hemos visto, que las personas intercambian sus bienes en función del trabajo incorporado y no de sus necesidades. Ya que, en otro caso, se daría cuenta el autor de que las necesidades modulan la producción y, por tanto, el precio.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">19) “Guerrero confunde los términos. Su descripción no explica por qué la demanda tiene pendiente negativa, sino el denominado efecto renta. En pocas palabras, el efecto renta viene a decir que toda rebaja del precio de un bien ocasionará una expansión de la demanda con cargo al nuevo poder adquisitivo. Esto es, si el precio baja de 100 a 50, me ahorro 50 euros que ahora puedo gastar y antes no.</span><br /><span style="color:#0000ff;">Sin embargo, el efecto renta presupone las curvas de demanda con pendiente negativa, no las explica.”</span><br /><br /><i>Nadie duda de lo que ya Marx llamaba la ley de la demanda (la forma decreciente de esa curva). Pero la teoría laboral del valor permite entender por qué el cambio técnico y la productividad creciente del trabajo rebajan con el tiempo la curva de “oferta a largo plazo” (es decir, el precio de producción marxiano) y por qué, sea cual sea la demanda, el precio baja como consecuencia. Pues bien: esos cambios en la oferta son la base real del efecto renta.</i><br /><br />¿Nadie duda de la curva de demanda negativa? ¿Y cuál es su fundamento? Precisamente que los nuevos medios se dirigen a fines decrecientemente satisfactorios. Y es la existencia de esos fines decrecientemente satisfactorios lo que explica la organización de la producción, y no "las condiciones técnicas" que son posteriores a la expectativa de esos fines. En otras palabras, el empresario comienza su negocio en aquellos sectores que sean valorados por los consumidores -y en la extensión en que sean valorados. Por ejemplo, no podrá detraer factores productivos de otros negocios donde son más valorados. "Las condiciones de producción", por tanto, son un <i>resultado</i> de ese valor decreciente de los consumidores. No hay condiciones previas, pues no existe organización productiva sin expectativa de ganancia y no existe expectativa de ganancia sin utilidad. Y no existe utilidad sin utilidad marginal decreciente.<br /><br />Es más, en tanto esos valores cambien, "las condiciones productivas" que, según Guerrero, explican el precio y los intercambios se verán modificadas. Por ejemplo, si hoy dejamos de valorar los ordenadores (por la razón que sea) desaparecerán del mercado, aun cuando las condiciones de producción no hayan variado. Y esas condiciones, acto seguido, se verán modificadas, incidiendo sobre otras condiciones de producción de otros sectores. ¿Y en qué medida incidirán? En la medida en que los consumidores valoren los bienes y servicios resultados de esas actividades. Por ejemplo, no se invertirá un excesivo número de trabajadores en un sector que haga incrementar el número de mercancías (y por tanto reducir su precio) hasta un punto en que los costes (de oportunidad) superen a los ingresos.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">20) “Imaginemos un señor cuyo sueño vital es viajar a la luna, sin embargo no tiene suficiente dinero para ello aunque renuncie a todos los placeres de la vida actual. Sin embargo, imaginemos que se produce un descenso en el precio de todas las mercancías, de manera que, al final, renunciando a casi todos sus bienes, puede viajar a la luna. Ello no iría en contra de la ley de la demanda; el hecho de que bajara el precio de todo y disminuyera su cantidad demanda sería perfectamente lógico.”</span><br /><br /><i>Aquí confunde Rallo el desplazamiento a lo largo de la curva de demanda con el desplazamiento de la curva de demanda hacia la izquierda. Si fuera un estudiante mío, lo suspendería.</i><br /><br />Agradezco no haber sido alumno de Guerrero, especialmente por su escaso bagaje teórico. Difícilmente puedo confundirlo cuando estoy diciendo que los efectos sustitución y renta NO van contra la ley de la demanda: es decir, el desplazamiento a la izquierda de la curva de demanda individual del resto de bienes de la economía (a excepción del viaje a la Luna) ha habilitado a nuestro consumidor poder pagar el precio para viajar a la Luna (esto es, desplazarse a lo largo de su curva de demanda individual para ir a la Luna). Por tanto, no sé quién es el confuso.<br /><br />Lo que vengo a destacar es que la existencia de medios habilita la satisfacción de los fines y, por tanto, puede inducir a cambios en la acción humana y a restricciones sobre los otros fines. Si yo oriento mi vida a viajar a la Luna, es evidente que tendré que sufrir un entrenamiento, una disciplina y un ahorro mucho mayor que quien aspira a mantener una vida rutinaria. Desde un principio conformo mi vida de ese modo y mi objetivo es conseguido de manera gradual. Pero a veces hay cambios bruscos: yo puedo no contemplar la posibilidad de ir a la Luna (por pensar que no es factible), pero, de repente, serlo. En ese caso, mi estructura de consumo se vería modificada.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">21) “Imaginemos que un señor compra un bien "a causa de su elevado precio". La ley de la demanda y la utilidad marginal no dejan de aplicarse por el hecho de que, al caer el precio, el señor deje de comprar ese bien; y es que la causa que fundamentaba su adquisición ha desaparecido. Aunque físicamente es el mismo bien, en la apreciación subjetiva del individuo no (no sirve al fin, por ejemplo, de fardar ante sus amigos de poder adquisitivo).”</span><br /><br /><i>Ídem. Ahora la curva se desplaza a la izquierda porque han variado los gustos. Da igual que lo consideremos como uno de los efectos Veblen o no.</i><br /><br />Precisamente por eso. Es increíble cómo algunos pueden llegar a contradecir por no entender qué se está diciendo. Si la imagen que tiene del bien ha variado, la curva de demanda se desplaza a la izquierda: es otro bien y, por tanto, corresponde otro tipo de demanda (menor, por haber perdido una de sus características importantes). La ley de la demanda relaciona la cantidad con el precio, "ceteris paribus", es decir, manteniendo el resto de factores constantes. Si yo digo: "que cambien los factores no refuta la ley de la demanda, basada en la constancia de factores", ¿cómo puede Diego Guerrero acusarme de no entender que la ley de la demanda se basa en la constancia de factores?<br /><br />Quiero matizar, simplemente, que estoy hablando en términos neoclásicos. Ni siquiera la cláusula "ceteris paribus" merece una consideración científica.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">22) “si los bienes Giffen refutaran la ley de la demanda, como hemos dicho, su demanda debería aumentar conforme su precio sube, lo cual es simplemente absurdo”</span><br /><br /><i>En efecto, absurdo “simplemente”, es decir sin necesidad de creerse el artificio de la utilidad marginal.</i><br /><br />Supongo que Guerrero llega a este punto dándose cuenta de que no ha entendido nada. Claro que los bienes Giffen son absurdos, en eso coincidimos. Y precisamente porque son absurdos, no sirven para refutar la utilidad marginal decreciente, como muchos han intentado.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">23) “sin utilidad marginal decreciente, la demanda de los bienes con una elevada utilidad sería infinita”</span><br /><br /><i>Negar la utilidad marginal decreciente como fundamento de la curva de demanda no significa ni implica afirmar una supuesta ley de la utilidad marginal creciente. Aquí da Rallo un salto lógico. Sencillamente, la derivada de la utilidad no se puede calcular. Saber que tres periódicos dan más utilidad que dos, y dos más que uno, no informa nada sobre la utilidad marginal. La utilidad, tanto objetiva como subjetiva, existe; pero la utilidad no se deriva matemáticamente como tampoco se derivan el amor, la amistad o la pereza.</i><br /><br />Aquí volvemos a otro de los típicos errores de Guerrero que ya tratamos en el <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2998/">punto 16</a> y en un <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2997/">post anterior</a>. La utilidad marginal NO es absurda por el hecho de que no exista la derivada de la utilidad, en todo caso sería absurda la derivada como instrumento matemático para aproximar la utilidad marginal.<br /><br />Y por supuesto que negar la utilidad marginal decreciente significa negar la curva de demanda negativa. ¿Por qué acaso debería decrecer la demanda conforme aumenta el precio? O dicho de otra forma, ¿por qué debería aumentar cuando disminuye? Si yo no admito que la cantidad adicional de un bien disminuye su valor (por dirigirse hacia fines inferiores), ¿puedo admitir que la utilidad de los bienes disminuye? Y si lo admito, ¿en qué debo basarla sino en la cantidad y, más concretamente, en la progresiva reducción del valor de los fines a los que se dirigen?<br /><br /><span style="color:#0000ff;">24) “Al final, negar la utilidad marginal decreciente es equivalente a negar la existencia de fines en la acción humana. Si existen fines estos tendrán que ordenarse de mayor a menor importancia para el sujeto, habida cuenta de la escasez de medios y tiempo. Por tanto, si negamos esa jerarquía estamos señalando que todos los fines son igualmente relevantes (esto es, igualmente irrevelantes) y que la acción humana no es teleológica, sino aleatoria, reactiva o dirigida.”</span><br /><br /><i>Ya he explicado que la jerarquía de necesidades es un hecho. Pero no explica los precios. Primero, dicha jerarquía existía en sociedades en las que no había precios, y existe y existirá siempre. Pero para explicar los precios se necesita otra cosa. Si A prefiere la carne al pescado, y B al revés, ¿qué tiene que ver eso con la formación de los precios?</i><br /><br />¿No existían precios? Parece que Guerrero se refiere a precios más o menos estables. Precios han existido siempre, desde el comienzo del intercambio. Cuando dos mercancías se intercambian se hacen por "un precio". Si yo vendo mi finca por 1000 vacas, el precio de mi finca son esas 1000 vacas, y el precio de una vaca 1/1000 de finca. Ahí tenemos el precio, basado precisamente en la utilidad (como implícitamente parece reconocer Guerrero, esto es, que la jerarquía guiaba los intercambios cuando no existían precios). No conviene, pues, confundir precio con "ratio estable" y mucho menos con "ratio monetaria". El precio es una relación <i>histórica</i> de intercambio que, en las sociedades modernas, generalmente puede expresarse en dinero. Sin embargo, no olvidemos que todos los precios son reversibles: si una Coca-Cola vale un euro, estoy diciendo que también se ha vendido, o se espera vender, un euro por una Coca-Cola.<br /><br />Los precios estables surgen con el appraisement empresarial. No necesariamente son ratios de intercambio pasados (esto es, no necesariamente suponen una serie histórica de intercambios), sino que son ratios a las que se espera intercambiar en el futuro (cuando sí devendrían ratios históricas de intercambio).<br /><br />Por tanto, pensar que esta jerarquía sí existe pero que no tiene nada que ver en los intercambios y, en consecuencia, en la determinación de esas ratios llamadas precios es del todo ingenuo. Por otro lado, ya explico en los <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2998/">puntos 10 y 11</a> la razón de los precios en relación con esta jerarquía de preferencias. También lo expliqué más detalladamente en el proceso de appraisement empresarial <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2885/">aquí</a>: los factores productivos se van dirigiendo hacia las finalidades más importantes (es decir, en función de su productividad marginal, calculada de acuerdo con la utilidad marginal de la producción), el precio suele fijarse como agregación de los costes más el interés (si bien, todo el empresario tiene en cuenta antes de emprender un negocio la posibilidad de vender a unos precios determinados por la utilidad marginal) y la utilidad marginal determina el éxito o fracaso de ese producto. Sin embargo, no olvidemos que los costes agregados dependen, a su vez, de la utilidad marginal de otros bienes.<br /><br />Pongamos un ejemplo numérico muy simple pero que ayudará a entenderlo. Tenemos el producto A y el producto B. El producto A es más valorado que el B, y necesitamos para su producción pagar unas rentas al trabajo de 300 y al capital de 700. Por otro lado, el producto B necesita pagar unas rentas al trabajo de 300 y al capital de 200. Supongamos que no hay interés, el precio al que venderá A será 1000, si el consumidor sólo está dispuesto a pagar hasta 900, quebrará. Si en cambio, están dispuestos a pagar hasta 1000 (o más) se mantendrá en el negocio. ¿Qué ocurre con sus costes? En principio, si sus trabajadores son perfectamente sustituibles con los de B, las rentas al trabajo tenderán igualarse (lo cual en muchos casos es un supuesto poco realista), ya que podrá contratar a los trabajadores de B pagándoles un poco más. Es por ello que asumimos que serán idénticas.<br /><br />Con la especialización los trabajadores de A tienen a percibir el producto marginal de su trabajo, sin especialización, obviamente, se percibe el producto del trabajador marginal (esto es, del último trabajador que pueda contratarse siendo sustituible), allá donde esté. Por tanto, indirectamente el producto B determina los costes de A. ¿Pero de qué dependen los costes de B? De su propia productividad. El empresario B puede pagar a sus trabajadores 300, porque espera que el consumidor le pague 500 por su producto. Por tanto, el valor del trabajo viene determinado por el producto marginal. Nuestro caso no variaría en caso de que los trabajadores de A estuvieran absolutamente especializados (y no fueran sustituibles). En ese caso tendríamos dos productos donde los trabajadores cobrarían según sus productividades y éstas quedan determinadas por el valor del producto (valor atribuido por los consumidores según la utilidad marginal decreciente).<br /><br /><span style="color:#0000ff;">25) “Pero claro, si la revolución marginalista hubiera ocurrido un poco antes, el marxismo ni hubiera nacido”</span><br /><br /><i>El marginalismo es anterior al marxismo, y no debe confundirse con el utilitarismo. El gran Cournot era marginalista pero no utilitarista sino defensor de la teoría del valor de Ricardo. Lo que hacen Marx y sus buenos discípulos, como Rubin, es desarrollar ideas perfectamente compatibles con Cournot.</i><br /><br />Marx escribió El Capital en 1867. Jevons y, sobre todo, Menger, sus Principios en 1871. Por supuesto hablo de utilidad marginal decreciente.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">26) “En otras palabras, cuando yo adquiero una unidad adicional, el valor de todas las restantes unidades disminuye. ¿Por qué? Sencillamente porque las unidades son intercambiables y, por tanto, ya no hay última unidad, sino un stock de unidades que permiten satisfacer hasta determinado fin (fin marginal). Por ejemplo, si yo tengo cuatro sacos de cereales y el último lo dedico a alimentar a los cerdos, el valor de un saco de cereales es el de alimentar a los cerdos. Si adquiero un nuevo saco para darlo a los más necesitados, el valor de un saco -de cualquier saco- pasa a ser el de alimentar a los pobres. Todo ello aunque yo imprima en cada saco una etiqueta diciendo "Destinado al consumo humano", "Destinado a alimentar a los cerdos", etc... Y es que, si me roban el saco destinado a alimentar a mi familia, no por ello moriré de hambre, simplemente dejaré de ser caritativo con los pobres.”</span><br /><br /><i>Dejando aparte que queda clara la concepción social de Rallo al hacer explícito que para él vale más el cereal con que se alimenta a los cerdos que el que sirve para alimentar a los pobres –y que, por tanto, si a él le roban el saco no se morirá el de hambre él sino los pobres–, el principal punto de interés es que no sale de la misma idea de siempre. Este hombre es un hombre de una sola idea. Vale: el último saco se valora menos que el primero, así como el último litro de agua más que el primero, etc. Pero ¿qué determina lo que valen el agua y el saco en el mercado? No puede ser un simple principio tan general y banal como el que usa él.</i><br /><br />Dejando aparte que no Guerrero no entienda que quizá el cerdo pueda servir para alimentar a mi familia o a los propios pobres una vez engordado, y dejando aparte que si me roban a mí los pobres pueden tener otras fuentes de aprovisionamiento, ya he explicado largo y tendido cómo todo esto determina el precio. Simplemente deprimente que Guerrero haya sido incapaz de pensar en ello, de manera especial cuando se lo explico largo y tendido en los cuatro primeros posts.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">27) “Lo importante es el valor que influye y determina la acción, no la satisfacción experimentada una vez se haya actuado”</span><br /><br /><i>¿Y cuál es el valor que influye y determina la acción? El precio, claro está. Luego es el precio, determinado por las cantidades de trabajo, lo que determina las utilidades subjetivas, y no a la inversa.</i><br /><br />Esto es simplemente acientífico. Los precios son un resultado de la acción, no la acción de los precios. Lógicamente toda acción va antes que el precio, por tanto estos no pueden determinar la acción, sino que tienen que surgir de ella. La utilidad de comer caviar, para mí, es independiente de su precio. Que yo ahora no pueda comer caviar no significa que sea del todo inútil, simplemente significa que el coste de consumirlo ahora supera a sus beneficios. ¿Y cómo se determinan los costes y los beneficios sino a través de las utilidades?<br /><br /><span style="color:#0000ff;">28) “Tenemos tres modalidades de formación de los precios en una economía libre. Negociación inter partes, el comprador fija el precio, el vendedor fija el precio. En la negociación inter partes, comprador y vendedor negocian un precio para el intercambio. Obviamente, este precio se situará entre el valor del fin inmediatamente anterior al que satisface el bien en cuestión para el comprador (de manera que si el precio se fija en una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de mayor valor obligaría al comprador a declinar la oferta) y el valor del fin inmediatamente superior al que satisface el bien en cuestión para el vendedor(de manera que si el precio se fija en una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de menor valor obligaría al vendedor a declinar su oferta).”</span><br /><br /><i>El valor relevante para el vendedor es el que le permite obtener la tasa media de ganancia sobre sus costos de producción (cantidades de trabajo). Los capitales reguladores lo establecen, digamos, al nivel de 17 euros (si fuera superior, la rentabilidad sería superior a la media, esto atraería a más capitales y el incremento resultante en la oferta haría bajar el precio de nuevo a 17). Los “valores” de los diferentes consumidores pueden ser los que sean, por ejemplo 17, 28, 345 o 1562. Lo único que sabemos es que son superiores a 17 y que el precio, según Rallo, se mueve entre esos límites. Pues no: al final el precio se fijará en 17, y por tanto es el trabajo el que determina el precio, y no las utilidades de los diferentes consumidores.</i><br /><br />Lo cierto es que el tipo de interés del mercado determina la composición de los capitales. Pero el tipo de interés, nuevamente, depende de la utilidad y, en concreto, de la utilidad intertemporal (o preferencia temporal). Si yo no quiero o no necesito consumir hasta dentro de un año, puedo emprender un proceso indirecto de producción mucho más productivo cuya maduración llegue dentro de un año. Eso me permitirá exceder el valor inicial invertido en un % (imaginemos que invierto 10 euros y al cabo de un año produzco 20, en ese caso el interés sería del 100%). Lógicamente, allí donde el interés sea superior, afluirán los capitales, lo cual hará reducir el interés y lo incrementará de allí donde se hayan ido. La cuestión, con todo, es qué determina ese interés. En el ejemplo que he puesto, invierto 10 euros durante un año y produzco 20, tenemos tres elementos: la utilidad de la inversión inicial, el tiempo de maduración y la utilidad de la inversión final. En los tres casos, hablamos de utilidades y de valores subjetivos.<br /><br />Por ejemplo, si no estoy dispuesto a esperar un año, valoraré mucho más los productos que maduren a, digamos, un mes, de manera que, por ejemplo, su valor sea 50. Esto provocará que el capital se concentrará en estos productos, yéndose de los productos que maduren a un año (hasta el punto de que la descapitalización podría ser completa si las rentabilidades en los períodos anteriores a un año siguen superando la del 100%).<br /><br />Por otro lado, si el precio del producto es inferior a la utilidad marginal, por supuesto, como ya hemos comentado, existirá una tendencia a que el precio se mueva alrededor de esa utilidad marginal. Precisamente por la competencia y por la propia incapacidad del empresario para hacer pagar a los consumidores precios superiores a su utilidad marginal.<br /><br />Pero, en todo caso, vemos cómo Guerrero sigue siendo incapaz de explicar el fundamento del valor. En este caso, también el del interés.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">29) “Cuál será el precio final es imposible de determinar para la ciencia económica; es más, no le interesa. Estamos ante cuestiones puramente históricas, no teóricas. Basta con afirmar que la transacción tendrá lugar entre esos dos límites, o no será.”</span><br /><br /><i>No hay ciencia económica si no puede medir la realidad que constituye su objeto. Rallo pretende criticar la teoría laboral del valor, que es una teoría sobre cuáles son los precios de mercado, ¡con una teoría que afirma que no hace falta saber cuáles son los precios de mercado! ¡Bonita teoría del valor!</i><br /><br />Critico la teoría laboral por ser acientífica, por basarse en predicciones imposibles (pues no podemos determinar el estado futuro del conocimiento y, por tanto, cuáles serán las valoraciones de los consumidores hacia productos que quizá ni existan) y porque la economía es una ciencia teórica, relacionada con las implicaciones lógicas de la acción, y no con sus manifestaciones concretas. Los datos de mercado son objeto de estudio por parte de la historia económica (estudio realizado a través del bagaje instrumental conferido por la teoría económica).<br /><br /><span style="color:#0000ff;">30) “Por último, el modo más frecuente de formación de precios en las economías capitalistas es el appreisement empresarial, esto es, el vendedor propone un precio y los consumidores demandan en función de ese precio. En estos casos, el precio de las transacciones que se realicen, como es lógico, no podrá superar la utilidad marginal del comprador. Si el vendedor fija un precio superior a ésta, no venderá los productos, se quedará con todos ellos. Por tanto, el correcto appreisment empresarial está estrechamente relacionado con fijar un precio inmediatamente por debajo de la utilidad marginal de los compradores a los que aspire.”</span><br /><br /><i>Está claro que se refiere al appraisement, que como todo el mudo sabe tiene el mismo origen etimológico que price, precio. Lo interesante es que reconoce que el modo normal es éste. Por tanto, él mismo reconoce que la empresa fija el precio a su coste en trabajo (incluida la ganancia proporcional al capital) y los compradores comprarán más o menos según sus gustos y renta (que Rallo llama utilidad, preferencias, etc.).</i><br /><br />En ningún momento lo he negado. Y, por cierto, alguien que dice haber <a href="http://www.nodo50.org/corrienteroja/areas.php?seccion=economia&id=795">refutado a Böhm-Bawerk</a>, pues supongo que para refutar hay que leer y para leer entender. Y si se ha leído y entendido a Böhm-Bawerk debería saber que nunca se opuso a la ley de costes, tal y como la hemos expuesto reiteradamente en nuestros artículos. Sin embargo, en ningún momento se sigue que el valor dependa del trabajo (algo que Böhm consideraba con razón totalmente absurdo), ya que sigue dependiendo de la utilidad, tanto en su modulación como en el origen de sus costes.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">31) “En todo caso, podemos sacar una conclusión común para los tres tipos de formación de precios: la propiedad privada es previa al precio. Tanto el comprador como el vendedor tienen que ofrecer algo a cambio de otro algo. Sin propiedad privada, el comprador no puede renunciar a nada para adquirir una determinada cantidad de productos.”</span><br /><br /><i>Muy profundo todo esto. Qué iluminador.</i><br /><br />Y muy poco iluminador Guerrero, claro.<br /><br /><span style="color:#0000ff;">32) “De ahí, que en ausencia de propiedad privada, no existan unidades marginales y, por tanto, ni precios, ni costes, ni necesidad de limitar la demanda. No es posible una asignación eficiente de los recursos ya que, como puso de manifiesto Mises, sin precios de mercado no es posible el cálculo económico.</span><br /><br /><i>Dos cosas. Primero: marginal significa adicional. Por lo visto, los hombres de Altamira, en donde no había precios de mercado, no sabían distinguir entre un bisonte y dos, o tres, etc. Y segundo: después de la lata que nos ha dado diciendo que no hace falta calcular y que la ciencia económica no puede calcular precios, ahora llega, agarra y dice que su maestro Mises ya demostró que hacen falta los precios para calcular. Desde luego Rallo no le serviría de mucha ayuda.</i><br /><br />Primero, es curioso cómo Guerrero modifica los términos. Yo no he dicho que sin precios de mercado no haya unidades marginales, sino que <i>sin propiedad privada no las hay</i>. ¿Razón? Tengo todos los recursos naturales rodeándome, incluido el espacio interesteral. Dado que la propiedad nace de la apropiación, si no ha habido este proceso de dominación y de puesta en disponibilidad, no puedo incorporar <i>mis medios</i> a mis fines y, por tanto, no existen fines marginales. Una vez realice la acción de apropiación sí puedo hablar de marginalidad y de valor, hasta entonces no. Un bisonte sólo es valorado cuando se domina de alguna forma (bien cazándolo o poseyendo el terreno por donde se mueve). Mientras tanto, sólo valoraré mi conocimiento sobre la existencia del bisonte, mi información. Pero no el bisonte en sí. La cuestión es simple: hasta que no determino sobre qué medios puedo actuar, la única escasez que conozco es la temporal y, por tanto, sólo por ésta estoy limitado (de ahí que las sociedades primitivas no tengan el más mínimo respeto por el medio ambiente, cosa que también sucede en ausencia de propiedad privada).<br /><br />Segundo, yo no he dicho que no hace falta calcular, sino que la ciencia económica <i>no se ocupa</i> de hacerlo. Otra cosa muy distinta es que los empresarios y los individuos tengan que realizar tal tarea para continuar prosperando, esa es una conclusión que también alcanzamos a través de la ciencia económica, aun cuando ésta no pretenda conocer los precios anticipadamente. Lo cual, dicho sea de paso, sólo puede ser así: si la ciencia económica afirmara la posibilidad de conocer los precios, siempre y en todo lugar, el cálculo económico sería posible. Por cierto, Mises defendía esto mismo, otra prueba de que Diego Guerrero sólo conoce la Escuela Austriaca a través del forro de los libros.</div> </div></div>magahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8061084485596608496.post-13514610579067414662008-04-01T19:52:00.001-07:002008-04-01T19:52:48.133-07:00<div><a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/"><b>Todo un hombre de Estado</b></a></div> <div>Bitácora de <a href="http://www.liberalismo.org/autor/eaco/">Juan Ramón Rallo Julián</a></div> <h2>Diego Guerrero se defiende (II)</h2> <div><br /><div align="justify">En <a href="http://boards4.melodysoft.com/app?ID=eurotheo.marxismo&msg=12431">otro mail</a> Diego Guerrero critica mis posts sobre la utilidad marginal (en el <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2996/">anterior</a> sólo repetía las típicas letanías fracasadas de la teoría del valor trabajo) a través de 47 breves comentarios. En general, los comentarios no pasan de reflexiones propias de Cruz y Raya o Los Morancos, sin entrar en la cuestión. Aun así, daremos respuesta; en este post a las 17 primeras y en los dos siguientes a las 30 restantes. Mi texto original irá en azul y la "respuesta" de Guerrero en cursiva.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">1) “Lo cierto es que, realmente, la utilidad no se deriva del consumo, sino la consecución de los fines del actor”</span><br /><br /> <i>¿El que tiene un euro sólo puede tener fines por valor de un euro?</i><br /><br />Ignoro cómo ha leído Guerrero mis textos; entendiéndolos desde luego no. Primero, el dinero no mide el valor, el dinero es valorado. Difícilmente un bien que puede cambiar de valor puede servir de unidad estándard (es como si cada día el "metro" pudiera tener una longitud pero no tuviéramos forma de saberlo). No sólo eso, dado que el valor es ordinal, no existe medición posible. Segundo, el dinero no la única manera de conseguir los fines del autor, una de las críticas que le hice a Guerrero fue, precisamente, reducir el ámbito del valor sólo a las mercancías. Quien sólo tiene un euro sólo podrá adquirir mercancías con precio de un euro, pero quizá esa mercancía se dirija a fines muy valorados; o, desde luego, puede perseguir fines muy valorados cuyo medio no pase por el dinero. Por ejemplo salir de paseo, hablar con un amigo, o tomar el Sol.<br /><br />En ninguno de estos casos se consume nada (salvo que entendamos que se consume tiempo, aunque más bien el tiempo se emplea de una manera determinada). Por tanto, mi crítica a Guerrero, que no ha entendido, sigue en pie.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">2) “Las ‘acciones’ de estas personas [se refiere a las austeras] no les son útiles en absoluto (pues no se dirigen a consumir, sino a alcanzar fines distintos del consumo) y la pregunta pertinente será, pues, ¿por qué actúan?</span><br /><br /> <i>Aquí confunde consumo con compra, como es habitual en los utilitaristas. Un austero puede disfrutar consumiendo su música, sus libros o su televisión. Pero los consume en casa, no en el mercado. Para recibir utilidad no hace falta comprar compulsivamente.</i><br /><br />Desde luego que no, ni siquiera hace falta consumir. Puse el ejemplo de las austeras no para justificar la compra, sino para ilustrar mi punto anterior, esto es, que la utilidad no se deriva del consumo, sino de la aptitud de los medios (que puede ser el propio trabajo) para conseguir los fines del actor. Una persona puede disfrutar reflexionando, ¿qué consumo está practicando ahí? ¿Cómo explica esa acción humana? Más bien parece que quien tiene estrechas miras de la actividad humana es Guerrero, no un servidor.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">3) “Es un "hecho" objetivo que el valor es subjetivo”</span><br /><br /> <i>La valoración que hace el sujeto es subjetiva, of course, pero el precio es objetivo, y es ese precio objetivo el que interesa a la teoría del valor mercantil</i>.<br /><br />El precio es objetivo, pero el precio no es valor, sino una ratio de intercambio que ha surgido en función de unas valoraciones previas. La formación del precio no puede disociarse de los valores subjetivos. La acción humana se guía en función de esas valoraciones y es precisamente la acción humana la que engendra los precios. Los precios son un <i>resultado</i> de la acción, y la acción es conducida por los valores subjetivos. Por tanto el valor es previo al precio y queda enteramente determinado por éste; sin esa gradación de preferencias las acciones variarían de tal manera que los precios variarían inevitablemente. Opinar lo contrario resulta equivalente a decir que los precios no tienen nada que ver con la acción del hombre; es independiente a ésta, son los precios los que dirigen la acción. Pero aquí caemos en una contradicción, ¿no decíamos, incluso Guerrero, que el valor era subjetivo? Entonces, ¿cómo puede el actor seguir un curso de acción que considera inútil y perjudicial?<br /><br /> En definitiva, el tipo de hombre que tenemos con el esquema marxista no es el de un actor, sino el de un autómata que <i>reacciona</i> a los precios. Lo cual es simplemente absurdo, en tanto una buena parte de las acciones humanas nada tienen que ver con los precios (y habría que suponer que los precios siempre han estado ahí, creados por Dios y no por los hombres).<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">4) “El problema es que el valor NO es mensurable”</span><br /><br /> <i>Ése es el problema de la teoría utilitarista. El valor objetivo sí se puede medir y de hecho se mide</i>.<br /><br />El valor no puede medirse. Guerrero debería explicar cuál es la unidad de medición del valor. ¿La moneda? ¿Cómo puede un bien cuyo valor cambia ser una unidad estándard? Si cada día el metro tuviera una longitud distinta, ¿qué tipo de medición sería esa? Simplemente afirmaríamos que esta distancia mide esta distancia, pero nada más. Y, a diferencia de las magnitudes físicas, el valor no es una magnitud, sino una jerarquía.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">5) “Partiendo del error de la necesidad de medición, Guerrero continúa…”</span><br /><br /> <i>¿Pero qué coño de teoría del valor es una teoría que considera un error medir los valores? ¿Se imaginan una teoría del mundo físico que no quiera medir las cosas que analiza? Pues bien, el mundo social es un subconjunto del mundo físico.</i><br /><br />La incapacidad de Guerrero de distinguir entre física y economía es sintomático de las malas conclusiones a las que llega. Si la economía está en el mundo físico y todo lo que está en el mundo físico puede analizarse a través de los métodos cientistas de la física, entonces la economía es un subconjunto de la física. Grandioso. El problema ahora es, ¿qué tipo de ciencia física es aquella que no puede medir el amor, la esperanza, o la pereza? Vaya, qué cosas. La física queda refutada por el hecho de que el amor se haya en el mundo físico y no puede medirse. Lástima.<br /><br />En realidad, la economía tiene que ver con las ideas, con las impresiones que el ser humano tiene del mundo físico. Son esas impresiones las que determinan la acción y por tanto las decisiones relevantes para la economía. Todo lo demás es irrelevante. Por ejemplo, ¿qué relevancia económica tiene que en el universo físico pueda existir una civilización extraterrestre con un progreso infinitamente mayor al nuestro? Ninguna. Si lo ignoramos y no están a nuestro alcance, como si no existieran. Si bien, desde un estudio físico de la economía deberíamos tenerlo en cuenta, ya que aprovechan recursos cada vez más escasos. Recursos de los que no tenemos ni constancia pero que existen. ¿Ciencia económica?<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">6) “El valor se otorga en función del valor "esperado", es siempre "ex ante"; no se experimenta nada, sino que se espera experimentar”</span><br /><br /> <i>Eso será el valor imaginario de los utilitaristas o la valoración subjetiva. Pero el valor o precio objetivo no se otorga por nadie: se determina objetivamente por las relaciones sociales que se expresan en el trabajo fragmentado de las diferentes empresas capitalistas. ¿Qué tendrá que ver que Fulano aprecie mucho o poco una pluma que le dejó su padre en herencia? El mercado la valora objetivamente de otra manera y por otras razones.</i><br /><br />Nuevamente Guerrero muestra su completo desconocimiento de la economía. Ya he explicado el proceso de appraisement empresarial consistente en la fijación de un precio al que cree puede retribuir a sus factores productivos y al que conseguirá un interés mayor que invirtiendo el capital en proyectos alternativos. De todas formas, el precio no es el valor, conviene insistir.<br /><br />El valor guía la acción humana y ésta el precio. Los precios no se forman sin intervención de la acción. Imaginemos que hoy todo el mundo aprecia la mercancía X, y se producen 1000 unidades. Pero, al día siguiente, la gente deja de apreciar esa mercancía (por ejemplo, porque se ha anunciado que es cancerígena). Las "relaciones sociales que se expresan en el trabajo fragmentado de las diferentes empresas capitalistas" siguen siendo las mismas, pero su precio se hundiría. La razón es que nadie estaría dispuesto a pagar un precio tan elevado como antes (porque la utilidad marginal del precio anterior superaría a la utilidad marginal actual del producto).<br /><br />De la misma manera el ejemplo de la pluma es malísimo. Si Fulano es propietario de la pluma y la aprecia mucho, las relaciones de producción de ESA pluma en el mercado son irrelevantes. Fulano exigirá un precio mucho más alto por la pluma que si no tuviera un valor sentimental. Si nadie valora más la pluma que el precio que exige Fulano, ésta no se venderá y Fulano se quedará con ella. No habrá precio de mercado para esa pluma.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">7) “Imaginemos un stock de cinco unidades… Cuando consuma una de ellas, el stock se reducirá en una unidad y, por tanto, el valor marginal aumentará”</span><br /><br /> <i>Estos utilitaristas no sólo no saben qué es la producción sino tampoco el consumo. En la realidad se están consumiendo continuamente unidades de los stocks existentes de las diferentes mercancías, y sin embargo su valor no cambia… mientras no varíen las condiciones de producción (trabajo).</i><br /><br /> Buen intento de manipulación, el problema es que puedo poner el párrafo entero. Yo <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2869/">dije</a> en realidad: "Imaginemos un stock de cinco unidades; <b>si la caricatura (no intencionada) que Guerrero efectúa de la utilidad marginal</b> es que el valor se otorga conforme se consume, ¿cuál sería la unidad marginal? Cuando consuma una de ellas, el stock se reducirá en una unidad y, por tanto, el valor marginal aumentará. De manera que cada unidad tendría valor por sí misma y la paradoja del agua y los diamantes quedaría sin resolver."<br /><br />Pero bueno, poco más podemos esperar de él. Veamos, al consumir una unidad de un stock de cinco unidades, la utilidad puede aumentar... o no. Si el fin al que doy satisfacción no es el menos valorado de los que el stock me permitía, obviamente no variará. En caso de que satisfaga el fin menos valorado, la utilidad de una unidad de las cuatro que me quedan sí que aumentará, dado que la unidad marginal servirá para satifacer el fin marginal que es más valorado que el fin que acabo de satisfacer.<br /><br />Pero, de todas formas, la crítica de Guerrero no se sostiene. Claro que se están consumiendo y produciendo unidades cada día... y su valor no cambia (esto es discutible, no voy a entrar en análisis históricos que no me interesan, pero vamos, creer que siempre que se produce un cambio de precio se debe a las condiciones objetivas de producción es ingenuo). Esto se debe a que la necesidades satisfechas sólo lo están temporalmente y, al cabo de un tiempo, vuelven a emerger. En el caso de los alimentos es evidente. Pero en el del resto de bienes más o menos duraderos también; una vez depreciados hay que volver a consumir. Como los ritmos de depreciación de cada bien son distintos, los empresarios tienen una demanda continua de bienes, incluso duraderos.<br /><br />Pero lo que viene a decir Guerrero es: si las necesidades que cubren los cinco sacos fueran satisfechas de una vez para siempre con el consumo de los sacos, su precio no variaría. Lo cual es absurdo, pues nadie querría adquirir más sacos, por mucho que las condiciones de producción no hubieran cambiado.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">8) “el sujeto no necesita cuantificar su placer. Lo único que requiere es ser capaz de discriminar cuáles son los fines prioritarios para modular su acción en consecuencia. No necesita ni constancia ni un patrón de medición. Basta con que su acción sea, en todo momento, la mejor, la más adecuada”</span><br /><br /> <i>Aparte de la jerarquía de necesidades, que nadie cuestiona y que no tiene nada que ver con cómo se forman los precios, podemos preguntarnos: “Vale, cada cual compra lo más adecuado en cada momento, o incluso no lo compra porque no tiene dinero, pero ¿se puede saber qué tiene eso que ver con los precios? Fulanito se compra un Mercedes porque es lo más adecuado para él, y yo me compro un 600 porque es lo más adecuado para mí? Aparte de que es una manera curiosa de hablar, ¿qué tiene eso que ver con los precios de ambos coches?”</i><br /><br />Guerrero no es capaz de captar todas las interrelaciones de la economía, y es una pena, porque parece que le pone interés. Veamos, todo el mundo podría comprar un mercedes siempre que ahorrara lo suficiente. En una economía primitiva esto podría suponer estar 20 años fabricándolo (suponiendo que supieran cómo), ya que habría que extraer los metales, fundirlo, modelarlos... Trabajo exclusivo en un Mercedes que debería ser "apoyado" a través de un fondo de subsistencia que permitiera al individuo consumir mientras se dedica a producir el mercedes. En una economía moderna, significa satisfacer las necesidades de los consumidores y abstenerse a consumir otros productos hasta haber ahorrado lo suficiente como para comprarlo. Si todo el mundo quisiera comprar un Mercedes -y ésta fuera su prioridad- se experimentaría una recolocación de los factores productivos, tanto trabajo como capital, hacia la producción de Mercedes, lo cual incrementaría sobremanera su número. Sin embargo, esto provocaría la disminución de la producción de otros bienes y servicios.<br /><br />Dado que la gente no quiere consumir solamente Mercedes sino una amplia gamma de otros bienes y servicios, ¿qué sentido tendría ampliar la producción cuándo los Mercedes se quedarían, al precio actual, sin poder venderse? Sólo se incrementarían los costes sin elevar los ingresos, ya que para colocar los correspondientes Mercedes adicionales en el mercado debería reducirse su precio. Ésta es la significación que tiene la utilidad marginal en la fijación del precio. Si el empresario de Mercedes amplía la producción deberá reducir el precio, o en caso contrario consumirá parte de su capital en pérdidas. Si la gente realmente quisera consumir más Mercedes (es decir, si estuviera dispuesta, o bien a producir más, o bien a consumir una cantidad menor de bienes de los que consume ahora), la producción de Mercedes se ampliaría, reduciendo las de otros productos (que no podrían pagar el superior precio por los factores productivos que se quedaría Mercedes precisamente porque no podrían incrementar los precios de sus productos habida cuenta que la utilidad marginal de los consumidores con respecto a ellos es menor).<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">9) “Aunque no pueda cuantificarlo, sé que me gusta más la carne que el pescado. ¿Cuánto más? Lo ignoro, pero ello no imposibilita mi conocimiento acerca de mis preferencias.”</span><br /><br /> <i>Vale, voy a mirar el prospecto de una medicina reciente: incluye, entre otras cosas, “carboximetilalmidón de sodio” y “silicato alumínico magnésico”, dos mercancías que por supuesto tienen precio en el mercado (si no lo creéis, preguntádselo a GlaxoSmithKline). ¿Cuál prefiero? Yo lo ignoro, pero a lo mejor Rallo sí lo sabe. En cualquier caso, esta sabiduría nada tiene que ver con los precios. Y recuerden que hay como dos millones de mercancías presentes (sin contar con que otros utilitaristas insisten en que las mercancías son distintas para cualquier punto del tiempo, cualquier diferente contingencia, etc.)</i><br /><br />Pocos, más bien ningún, consumidor adquirirá los medicamentos en función de sus componentes (salvo algún experto que sepa diferenciar sus efectos). Sin embargo, las empresas farmacéuticas sí saben cómo producir los medicamentos. De la misma manera, las empresas que les provean los componentes (en caso de que sean distintas) valoraran las materias primas que sean necesarios para fabricarlos en función de sus usos alternativos (o utilidad directa). ¿Y de qué dependen esos usos alternativos? Precisamente de los fines (marginales) de los consumidores. Imaginemos que el "silicato alumínico magnésico" (sé que voy a decir una burrada muy gorda) sirve para producir Mercedes. Su propietario puede vendérselo a la farmacéutica o la empresa Mercedes. ¿De qué dependerá su elección? De quien pague más por ese componente. ¿Y de qué dependerá la disposición al pago de Mercedes o la farmacéutica? De cuanto estén dispuestos a pagar los consumidores por sus productos, esto es, de su utilidad marginal.<br /><br />Si el silicato alumínico magnésico es muy escaso y su utilidad en la producción del último coche Mercedes que se espera que se venda es mayor que su contribución a la producción del primer medicamento, entonces irá a parar a Mercedes. Y, por supuesto, esas utilidades depeden de la valoración de los consumidores.<br /><br />En otras palabras, no es necesario que los consumidores valoren todos y cada uno de los componentes de un bien que adquieren (de hecho no lo hacen a menos que ese componente sea relevante para la funcionalidad del bien, esto es, para la satisfacción del fin que persiguen: por ejemplo, un coche de papel sería mucho menos valorado que uno de chapa), ésa es tarea de los empresarios que, cuando son capaces de pagar un mayor precio por las materias primas al esperar vender los productos por un cierto precio, consiguen hacer afluir las materias primas y los factores productivos.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">10) “Yo doy cinco euros por un libro porque considero que el valor del libro es superior al de los cinco euros. No doy cinco euros porque considere que el valor del libro son "cinco euros"; en ese caso, ¿para qué efectuar el intercambio?”</span><br /><br /> <i>No se entera. El problema no es ése. La cuestión es que, siendo lo que dice así para cualquier mercancía, ¿por qué vale más un coche que un zapato? ¿Qué determina esos valores diferentes? (Dejo de lado que la afirmación de que todo el mundo sale ganando con el intercambio es sólo una forma de ensalzar la economía capitalista sin ningún fundamento, ya que uno de los problemas del capitalismo es que impide a la gente intercambiar y adquirir cosas que necesita y que en otro sistema podría obtener; los parados por ejemplo no intercambian dinero por las cosas que no compran porque el mercado de trabajo los expulsó de su empresa).</i><br /><br />Claro que el problema es ése. Los bienes no se intercambian por igualdades de valor, sino por desigualdades. ¿Por qué vale más un coche que un zapato? Para producir un coche los consumidores tienen que renunciar a muchos más bienes y servicios que en el caso de un par de zapatos, esto significa que sólo se producirán coches cuando su disponibilidad a adquirirlos sea más elevada que la del resto de bienes. El empresario puede producir un coche, pongamos, a 6000 euros de coste y los consumidores están dispuestos a pagar 7000, por tanto se vende y se establece ese precio. En cambio, para producir un par de zapatos los costes son mucho menores, quizá 30 euros. Puede que la disponibilidad al pago de los consumidores sea de 1000 por un par de zapatos (o más), sin embargo, en una industria con semejantes márgenes de beneficio afloraría rápidamente la oferta y haría disminuir su precio. Esto no significa dar validez a una teoría del valor-coste, ni mucho menos. Los costes no son más que precios y, esos precios se pagan en función de los usos marginales a los cuáles puede dirigirse la producción que, como hemos dicho más arriba, depende de la disponibilidad a pagar de los consumidores (que será mayor cuanto mayor sea su utilidad marginal).<br /><br />Para ampliar la producción de automóviles habría que adquirir factores productivos de otras líneas productivas, lo cual incrementaría los costes, y para vender esos coches adicionales habría que disminuir el precio, lo cual probablemente disminuiría el ingreso.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">11) “se adquirirán unidades mientras el valor del fin adicional conseguido a través de una nueva unidad sea mayor que el valor del fin marginal al que se renuncia”</span><br /><br /> <i>Si me compro una barra de pan con el euro que tengo es que el aprecio o necesidad que tengo de ese pan es mayor que el de, por ejemplo, un periódico. Pero eso no explica por qué valen lo mismo en el mercado</i>.<br /><br />Básicamente digo lo mismo que lo que acabo de explicar. Por qué el pan y el periódico valen lo mismo (en caso de que así sea) en el mercado ya lo hemos explicado en el caso del coche y del zapato. Los bienes a los que se ha de renunciar para producir periódicos o panes son bastante reducidos (en comparación con, por ejemplo, la producción de automóviles), lo cual hace que sus proveedores tengan que aceptar un precio más bajo y, por tanto, los vendedores puedan expandir la demanda de sus bienes a través de la reducción del precio. Si los proveedores tuvieran ofertas mejores por su productos, los panaderos tendrían que pagar más para producir pan y, en consecuencia, si no quieren quebrar, incrementar el precio. El punto importante que valida la teoría de la utilidad marginal es que, precisamente, si ese incremento del precio del pan supera la utilidad marginal de los consumidores, el panadero dejará de vender y quebrerá (o disminuirá el tamaño de su negocio), de manera que esos factores productivos quedarán liberados y afluirán a otras producciones.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">12) “Los empresarios que puedan pagar mayores rentas (por esperar percibir un mayor precio) y ACIERTEN, serán los que triunfarán en el mercado. Ésa es la competencia típica del proceso de mercado”</span><br /><br /> <i>Al revés: triunfarán los que, ofreciendo la misma calidad, lo puedan hacer a un coste inferior. O bien los que, ofreciéndolo al mismo precio, dan un producto de mayor calidad. Porque el cliente se rige por la relación calidad/precio, pero esto, que es válido para todas las mercancías, no explica el diferente valor de cada una de ellas.</i><br /><br />¿Y por qué deberían aceptar los proveedores de factores productivos los precios más bajos? Obviamente, de entre aquellos que consigan adquirlos, triunfarán los que tengan menores costes. Pero los adquirirán aquellos que puedan pagar una mayor renta: y podrán pagarla los que esperen un precio de venta mayor por sus productos. Es decir, Guerrero confunde la economización con el appraisement de los factores productivos. Sólo los bienes cuya utilidad marginal se espera superior se producirán, lo cual también significa que se producirán en la cantidad adecuada, dado que una cantidad superior disminuiría su utilidad marginal y será incapaz de retribuir (y retener) a los factores productivos.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">13) “Repetimos: sólo es necesario conocer la jerarquía de nuestros fines, algo que el actor conoce en cada instante perfectamente”</span><br /><br /> <i>Insiste en lo del “carboximetilalmidón de sodio”… Pues vale.</i><br /><br />Como ya hemos visto, el argumento del "carboximetilaldimón de sodio" es una parida monumental. Pero bueno, estamos hablando con un marxista.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">14) “Como hemos explicado, el proceso de mercado opera de otra forma; pagan a los factores sus productividades marginales descontadas sobre las ventas de los productos a un precio anticipado”</span><br /><br /> <i>¿Cuáles son las respectivas productividades marginales del “carboximetilalmidón de sodio” y el “silicato alumínico magnésico”. Sencillamente no “producen” por separado. Sólo producen juntos, en la mezcla específica de la medicina correspondiente a la que van a parar gracias al trabajo.</i><br /><br />Precisamente, la productividad "marginal" se refiere a la productividad de una unidad adicional de "silicato alumínico magnésico" y no a la productividad DEL "silicato alumínico magnésico" como una totalidad. Efectivamente no producen por separado, por tanto, el empresario sólo adquirirá uno y otra cuando haya podido adquirir ambos. Si, por ejemplo, es incapaz de comprar el carboximetilalmidón de sodio, no se planteará adquirir el silicato alumínico magnésico y, en todo caso, el precio que estará dispuesto a pagar el empresario por ambos no podrá superar el precio al que espera vender el fármaco (no tenemos en cuenta el interés para simplificar), que a su vez dependerá de la utilidad marginal de los consumidores.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">15) “Si yo elijo A a B es porque prefiero A a B, ¿y qué significa preferir? Que A me proporciona mayor utilidad que B”</span><br /><br /> <i>…O que no tengo dinero para comprar B, o que no conozco la existencia de B, etc. En cualquier caso nada de esto explica por qué los precios son precisamente los que son.</i><br /><br />No, si yo elijo A a B es porque, dadas las circunstancias presentes, prefiero A a B (si no conoces de la existencia de B, difícilmente puedo elegir A a B, cuando B no entra en mis cálculos). Ello no significa tampoco que esa persona sea irrelevante: sus acciones siguen comandadas por el valor y, por tanto, modificará la estructura de mercado. Por ejemplo, podría trabajar más (con lo cual influirá en su salario), ahorrar más (con lo cual influirá en el tipo de interés) o buscar nuevas oportunidades de negocio (con lo cual influirá sobre los restantes negocios). De la misma manera, si el empresario B se vuelve más eficiente, podría facilitar una rebaja del precio de B que permita a ese consumidor (que obviamente es tenido en cuenta) adquirir el bien B antes que A en caso de que así lo prefiera.<br /><br />Pero, en todo caso, repito: si yo elijo A antes que B se debe a que la elección de A en este momento es la más adecuada. Si no tengo dinero para adquirir B, podría no haber adquirido A para ahorrar y adquirir B, pero no lo hago por multitud de posibles factores: preferencia temporal, concurrencia de otros costes (por ejemplo, si sólo podré adquirir B si renuncio a A y, además, trabajo más)...<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">16) “La curva de demanda es siempre decreciente, no por preferencias reveladas concretas, sino por la utilidad marginal decreciente”</span><br /><br /> <i>Primero decía que no se puede medir cardinalmente la utilidad, ni era necesario hacerlo, y ahora va y mide nada menos que su derivada (eso es la utilidad marginal): ¿En qué quedamos?</i><br /><br /> Ya le he dedicado <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2997/">un post</a> a este tema. La derivada, matemáticamente, es una aproximación a la utilidad marginal, pero NO es la utilidad marginal. Es increíble que Guerrero lo equipare de una manera tan acientífica. Hablar de utilidad marginal implica necesariamente hablar de derivadas y, por tanto, de medición. Error gravísimo.<br /><br />Pero además, parece que Guerrero tampoco se ha aprendido el temario neoclásico. Las funciones de utilidad neoclásicas no expresan valores, sino grados. Son susceptibles de transformaciones monotónicas, esto es, agregarlas, restarlas, multiplicarlas o dividirlas sin que afecte a la posición jerárquica del bien. En otras palabras, lo importante de la función f(x)=2x y de la función f(y)=3y, para los neoclásicos, es que una unidad del bien y tiene una utilidad ordinalmente mayor que una unidad del bien x. Los propios neoclásicos dicen que la utilidad no es 3 o 2, sino que 3 expresa una superioridad jerárquica a 2 (esto es, puede ser 3 o 24; 24 no expresaría que y es 12 veces más valorado que x, sino sólo que es <i>más</i> valorado).<br /><br /> Otra cosa es que el arsenal matemático en economía llegue al absurdo, pero esta es otra cuestión.<br /><br /> <span style="color:#0000ff;">17) “Lo único que realmente necesitamos saber para todo ello [es decir, para determinar la curva de demanda] es lo siguiente: a) el valor es la significación de un fin, b) la unidades iguales de un mismo medio permiten conseguir fines de una menor importancia (ordinalismo), c) por tanto, los medios adicionales, al estar afectos a fines menos importantes, tendrán un valor decreciente (utilidad marginal decreciente).”</span><br /><br /> <i>Como el medio es el dinero, lo que dice Rallo es que un euro no vale lo mismo que otro euro. ¿No sabe que a los capitalistas y al mercado les da igual un euro que otro? No, no lo sabe.</i><br /><br /> No, el caso del dinero es completamente distinto. Lo explico <a href="http://www.juandemariana.org/comentario/254/">aquí</a>. Es un bien líquido y su utilidad marginal decrece, en consecuencia, muy despacio. Es evidente que Guerrero no ha entendido el concepto de liquidez tratado por Menger; otro fallo que el marxismo debería haber corregido.</div></div>magahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8061084485596608496.post-89218714823846027092008-04-01T19:51:00.000-07:002008-04-01T19:52:05.925-07:00<div><a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/"><b>Todo un hombre de Estado</b></a></div> <div>Bitácora de <a href="http://www.liberalismo.org/autor/eaco/">Juan Ramón Rallo Julián</a></div> <h2>El incremento marginal no es igual a la derivada</h2> <div><br /><div align="justify">Aplicar las matemáticas a la economía me parece una torpeza terrible. La única función que, como mucho, pueden desarrollar es volver a exponer conclusiones a las que ya hemos llegado verbalmente y, en muchos casos, sólo sirven para oscurecer los conceptos y confundirlos.<br /><br /> Sin embargo, permítanme hacer una excepción. Como sabrán estoy <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2996/">respondiendo</a> a Diego Guerrero, un economista (sic) marxista, y necesito aclarar un concepto que él, pese a ser profesor de economía (o quizá precisamente por serlo), parece haber olvidado.<br /><br /> En <a href="http://www.nodo50.org/corrienteroja/areas.php?seccion=economia&id=795">algunos artículos</a> -y también en las sus críticas a mis posts que más adelante fiskearé- Diego Guerrero descarta el concepto de utilidad marginal al señalar que es estúpido hacer la derivada de la utilidad: <i>Todo el mundo sabe lo que es la utilidad, como también sabe lo que es el amor o el aburrimiento. Pero igual de absurdo es hablar del "amor marginal" o del "aburrimiento marginal" que de la "utilidad marginal". Sencillamente porque lo de "marginal" alude a la derivada matemática de lo total (es decir, de la variable cuantitativa en términos absolutos a la que se aplique).</i>.<br /><br />Pues bien, este argumento no es sólo económicamente calamitoso, sino también matemáticamente (en realidad, casi la totalidad de sus argumentos son calamitosos, pero éste denota que ni siquiera conoce la materia corrupta que enseña en la Universidad). Pido disculpas por las matemáticas que vienen a continuación, intentaré hacerlo lo menos aburrido posible.<br /><br />Veamos, matemáticamente hablamos de "incrementos marginales" haciendo alusión a la variación que se produce en una función cuando se incrementa muy poco una de sus variables (en concreto, cuando se incrementa en una unidad). Dado que, como rápidamente comprobaremos, el cálculo de estos incrementos marginales es lento, los economistas matemáticos suelen <i>aproximarlo</i> a través de la derivada. Se trata de un atajo que en matemáticas resulta intolerable pero que, algunos, creen adecuado en economía. En cualquier caso, quiero destacar que matemáticamente el incremento marginal NO es la derivada (y, por supuesto, económicamente tampoco).<br /><br /> Tenemos la siguiente función: F(x)=x<sup>2</sup> + ax + b. Siendo x es una variable y "a" y "b" coeficientes.<br /><br /> Si aplicamos un incremento a la función, su valor tomará la siguiente forma (^x es el incremento de x):<br /><br /> F(x+^x) = (x+^x)<sup>2</sup> + a(x+^x) +b.<br /> F(x+^x)=x<sup>2</sup> + 2x^x + ^x<sup>2</sup> + ax + a^x + b<br /><br />Si queremos calcular el incremento que ha experimentado la función (lo que para los economistas matemáticos vendría a ser el valor marginal) tendremos que efectuar la diferencia entre F(x+^x)-F(x).<br /><br /> Así: ^F=F(x+^x)-F(x)=[x<sup>2</sup> + 2x^x + ^x<sup>2</sup> + ax + a^x + b] - [x<sup>2</sup> + ax + b]= 2x^x + ^x<sup>2</sup> +a^x.<br /><br /> Por tanto, ^F=^x(2x+^x+a)<br /><br />Bien, trasladándolo a la economía matemática, esto viene a significa que la función de utilidad total (F), experimenta un incremento de ^F cuando la cantidad incrementa en un ^x.<br /><br />Ahora veamos qué ocurre cuando utilizamos la derivada sobre la función. Matemáticamente podemos expresar la derivada como el límite de [F(x+^x)-F(x)]/^x, cuando ^x tiende a 0. Si esto es así, obtendremos el límite de [^x(2x+^x+a)]/^x, cuando ^x tiende a 0. Por tanto, operando tenemos el límite de 2x+^x+a, cuando ^x tiende a 0. Esto es, la derivada de la función F es igual a 2x+a.<br /><br />Podemos comparar este resultado con el anterior. Vemos como el incremento marginal de una función NO es igual a su derivada, sino que ésta sólo sirve para aproximarlo en aquellos casos en que el incremento ^x tienda a cero.<br /><br /> Utilicemos ahora un ejemplo numérico para verlo más claro.<br /><br /> F(x)=x<sup>2</sup>+5x+3<br /> ^F=F(x+^x)-F(x)=[x<sup>2</sup>+2x^x + ^x<sup>2</sup> +5x +5^x +3]-[x<sup>2</sup>+5x+3]=^x(^x+2x+5)<br /><br />Si decimos que el número de productos (x) es 100 y que se incrementan en una unidsd (^x=1), entonces el incremento de la utilidad total (^F), esto es, lo que algunos llaman utilidad marginal, será de 1(1+200+5)=206.<br /><br />Si efectuamos la derivada de F, tenemos que F`(x)=2x + 5. Si, como hemos dicho, x=100, la derivada de la utilidad total será F`(100)=200+5=205.<br /><br />Vemos, por tanto, que la utilidad marginal (206) NO es igual a la derivada de la función de utilidad (205). Ésta última es sólo una aproximación que utilizan los economistas matemáticos para reducir el número de operaciones y facilitar su trabajo.<br /><br />Yo, lo dejo claro, aborrezco de todo este arsenal. Sin embargo, quería demostrar que la utilidad marginal NO es la derivada de la utilidad y, por tanto, cuando Guerrero usa este argumento para ridiculizar la teoría de la utilidad marginal sólo se está dejando en ridículo a él mismo. Como economista y como matemático.</div></div>magahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8061084485596608496.post-22391682624655317822008-04-01T19:50:00.002-07:002008-04-01T19:51:16.446-07:00<div><a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/"><b>Todo un hombre de Estado</b></a></div> <div>Bitácora de <a href="http://www.liberalismo.org/autor/eaco/">Juan Ramón Rallo Julián</a></div> <h2>Diego Guerrero se defiende (I)</h2> <div><br /><div align="justify">Ya sé que todavía tengo pendiente publicar la segunda parte de mi <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2947/">crítica</a> a la teoría del valor trabajo de Diego Guerrero. Sin embargo, permítanme hacer un paréntesis y volver a la teoría de la utilidad marginal decreciente. Resulta que Diego Guerrero me ha contestado en una serie de mails. Así que iré publicando en varios posts mis respuestas.<br /><br /> Nos detendremos ahora en su <a href="http://boards4.melodysoft.com/app?ID=eurotheo.marxismo&msg=12413">primer mail</a>. Pasemos a analizar sus puntos:<br /><br /> <i>a) el trabajo es lo único que determina el valor del 99% de las mercancías: las que se pueden reproducir en masa sin límites.</i><br /><br />Bueno, el error de esta teoría he empezado ya ha esbozarla aquí. Simplemente recordaré algunos de los errores típicos de Guerrero que ya destaqué en mi post sobre la utilidad marginal pero a los que no ha dado cumplida respuesta.<br /><br />Primero, la teoría económica no tiene que explicar solamente el valor de las mercancías, sino de toda acción humana. Ello incluye no sólo los servicios, sino especialmente las acciones que no estén relacionadas con la obtención de mercancías (por ejemplo el tiempo de ocio).<br /><br />Segundo, en todo caso, el trabajo determinará el valor de cambio de las mercancías, pero incluso los marxistas se ven obligados a reconocer la existencia de un valor de uso (utilidad) que sirve como fundamento al de cambio. Si ello es así, la cuestión que se plantea es, obviamente, si todas las mercancías de una misma especie serán intercambiadas por el mismo consumidor por la misma cantidad de bienes. Me explico. Si yo intercambio 1 euro por una botella de agua (es decir, si el precio de una botella de agua es de un euro y estoy dispuesto a pagarlo), la teoría marxista dirá que, una vez eliminado el velo del dinero, estoy intercambiando mercancías que incorporan un trabajo equivalente a una botella de agua. Sin embargo, ¿por qué no estoy dispuesto a adquirir 100 botellas de agua? Al fin y al cabo, si las botellas de agua no pierden valor conforme se incrementa la cantidad adquirida, cuando compre una debería estar dispuesto a comprarlas todas.<br /><br />Los marxistas sólo pueden señalar que, a partir de cierto número de botellas de agua, ésta deja de ser útil y, por tanto, dejan de intercambiarse. No obstante, el problema sigue en pie, ¿por qué ha dejado de ser útil? Porque las cantidades sucesivas se dirigen a fines menos valorados. Por tanto, las unidades adicionales de un bien reciben un valor de uso (utilidad) menor. Con lo cual, difícilmente el precio de una mercancía puede venir determinado por el trabajo incorporado, si la utilidad (y por tanto, la disponibilidad de ofrecer dinero) disminuye conforme aumenta su cantidad.<br /><br />Y es que una persona está dispuesta a pagar una menor cantidad por las unidades sucesivas y, por tanto, los empresarios sólo estarán preparados para vender en caso de que el valor que el consumidor atribuye al precio sea inferior al valor que atribuye al bien. Y si los consumidores no están dispuestos a pagar por una producción excesiva, es evidente que el empresario será incapaz de recuperar la cantidad de dinero que ha adelantado a los factores productivos para su producción. Es decir, inevitablemente sus costos superarán sus ingresos y se verá abocado a la quiebra.<br /><br /> <i>b) la excepción son las mercancías cuya oferta es inamovible: en este caso su precio lo determina exclusivamente la demanda. Por ejemplo, los cuadros de un pintor muerto, una botella de Chateau Yquem de 1800 o las acciones de Inditex o Telefónica que haya en el mercado en el momento T.</i><br /><br />¡Toma ya! Este párrafo es para enmarcar. Primero, la oferta de todo bien es siempre temporalmente inamovible. En este segundo de tiempo hay X mercancías en el mercado, ni una menos ni una más. Guerrero parece asumir que la oferta de ciertos bienes es absolutamente flexible.<br /><br />Obviamente no es así, la producción tiene lugar con mucha anterioridad al momento de la venta y, de hecho, la producción dependerá, entre otras cosas, de la atracción de capital que, casualmente, Guerrero hace depender únicamente de la demanda (las acciones de Inditex).<br /><br />Es decir, la producción depende no solamente de la cantidad de trabajo, sino de capital. Guerrero hace depender el precio del capital (y por tanto su oferta) de la demanda. Por tanto, la cantidad de bienes que determinará la flexibilidad de la oferta que, a su vez, da paso a que el intercambio se determine por la cantidad de trabajo incorporado, depende ¡de la demanda! Es curioso cómo incluso por esta vía el marxismo languidece.<br /><br /> <i>c) Los monopolios pueden afectar los precios de mercado por encima de los precios reguladores (p. de producción y p. directos), pero primero hay que estudiar cómo se forman dichos precios reguladores: todo hay que hacerlo por orden, y la ciencia se basa en este sistema ordenado. Por otra parte, no debe confundirse monopolio con gran empresa. La concentración y centralización del capital ha hecho que las empresas sean muchísimo más grandes ahora que en el pasado, pero (casi) todas ellas siguen compartiendo entre sí de acuerdo con las leyes económicas capitalistas y, en particular, de acuerdo con la ley del valor (trabajo).</i><br /><br />Los monopolios aumentan el precio por encima del que se fijaría en el libre mercado, precisamente por su exclusividad y poder de negociación. Sin embargo, incluso en los monopolios legales, fijan su precio en función de la utilidad marginal y no del valor trabajo como dice Guerrero. Si un monopolio fija un precio por encima de la utilidad marginal de los consumidores, estos no lo adquirirán. Es decir, la demanda caerá y, por tanto, los ingresos del monopolio. Hay que señalar en este punto que el hecho de que el precio supere la "utilidad marginal de los consumidores" no significa que un cierto precio supere la utilidad marginal de TODOS los consumidores, sino sólo en el de algunos consumidores (que disminuirán su adquisición).<br /><br />¿Y qué significa que la utilidad marginal del precio supere a la de los productos a adquirir? Pues que el fin que puede conseguir con el dinero tiene un mayor valor que el que podría conseguir con los bienes que ofrece el monopolio. Esto tampoco es equivalente a señalar que el consumidor dejará de comprar cualquier bien al monopolio: precisamente, cuando disminuye las cantidades a comprar, la utilidad de las unidades aumenta y, por tanto, no es improbable que supere a la del precio. Pero en todo caso la demanda disminuirá, precisamente por la utilidad marginal decreciente.<br /><br /> <i>En cuanto a la utilidad, no tiene ningún papel en la determinación de los precios. Lo que los neoclásicos entienden realmente por utilidad marginal del consumidor es el precio mismo: si alguien compra algo de 10 euros es que su utilidad marginal son 10 euros, y si compra algo de 20, lo mismo. Se trata de una pura tautología.</i><br /><br />Los neoclásicos pueden decir lo que les plazcan, están casi más equivocados que usted. Sospecho que no se ha leído mis posts en los que le criticaba, o dejaría de haberme tachado de neoclásico y, sobre todo, de atribuirme argumentos carentes de sentido. Repito, si la utilidad de una manzana es igual a la utilidad de su precio, entonces el intercambio pierde sentido (¿para qué intercambiar para quedarme igual?). Es decir, la utilidad de un bien no son los 10 euros (si alguien compra una manzana por 10 euros significa que la utilidad de la manzana es SUPERIOR a la de los 10 euros), sino, como su nombre indica, la aptitud que el actor le atribuye para la satisfacción de sus fines.<br /><br />Los precios se fijan al cruzar utilidades, esto es, yo te doy algo que valoro menos que lo que tu me das, y viceversa. Son relaciones históricas de intercambio y no mediciones del valor, entre otras cosas porque el dinero (unidad en la que se suelen expresar los precios) también es valorado y, por tanto, caemos en un razonamiento circular.<br /><br /> <i>lo único que pueden decir es que cuando el consumidor A compra algo de 10 euros está demostrando que su utilidad marginal es como mínimo 10 euros (pero podrían ser 20 ó 100), y al comprar otra cosa de 20 euros, su utilidad marginal es como mínimo 20 euros (pero podrían ser 1000 ó 15). Por tanto, A puede pagar 10 euros por una mercancía que le ofrece una utilidad marginal menor, igual o mayor que B, por la cual pagó 20 euros. Y lo mismo ocurre con los consumidores B, C, D... Entonces, ¿de qué sirve la utilidad marginal en la teoría del valor?</i><br /><br />La utilidad es ordinal, se trata de una jerarquía de acciones. Yo prefiero A a B, elijo entre A o B atendiendo a mis preferencias. Pero estas preferencias no son cardinales, sino ordinales. No tiene sentido pretender cuantificar la utilidad, nadie puede hacerlo (ni siquiera el propio actor), no hay ninguna unidad de utilidad. Lo único que sabemos es si tal acción es preferida a otra. Sin embargo, Guerrero sigue sin entender nada y dice que "<i>cuando el consumidor A compra algo de 10 euros está demostrando que su utilidad marginal es como mínimo 10 euros</i>". ¿Y cuál es la utilidad de un euro? ¿Cómo pretender medir la utilidad a través de otras utilidades que, además, son variables? ¿Cómo pretender medir las jerarquías? Los 10 euros también son valorados conforme a la utilidad marginal, por tanto, lo correcto es decir que cuando alguien compra un bien que tiene un precio de 10 euros, está demostrando que, para el actor, la utilidad marginal de ese bien es superior a la utilidad marginal de los diez euros y ello es así porque el bien se dirige a un fin más apetecido que al que podrían dirigirse los 10 euros.<br /><br />La cuestión no es sólo esa. Sabemos apodícticamente que la segunda unidad de ese bien será valorada menos que la primera (no después de consumirla, sino ante la expectativa de hacerlo). Por tanto, si sigue dispuesto a pagar 10 euros por esa segunda unidad, ello se deberá a que el fin que conseguirá con esa segunda unidad sigue siendo más valorado que el que puede conseguir alternativamente con diez euros. Obviamente las comparaciones intersubjetivas de utilidad siguen siendo imposibles, como se encargó de recordarle Robbins a Pigou, dado que el valor es ordinal. La utilidad marginal, aunque Guerrero no lo sepa, nos sirve para explicar: a) porque un individuo valora un bien A más que otro B, aún cuando esté seguro de que valoraría más la primera unidad de B que la de A, b) porque la demanda de un bien no es infinita, c) la imputación d) y, sobre todo, el origen del valor.<br /><br />La utilidad marginal se asienta perfectamente sobre el estudo praxeológico de la acción humana, de la economía. Disciplina en la que Guerrero todavía aparece en una fase muy principiante y acientífica. Le convendría no sólo leer, sino entender a Böhm-Bawerk. Se habría ahorrado perder mucho tiempo; al menos, claro está, si su objetivo es el de desarrollar la ciencia económica y no el de difundir propaganda marxistoide.</div></div>magahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8061084485596608496.post-12548129713757021362008-04-01T19:50:00.001-07:002008-04-01T19:50:21.190-07:00<div><a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/"><b>Todo un hombre de Estado</b></a></div> <div>Bitácora de <a href="http://www.liberalismo.org/autor/eaco/">Juan Ramón Rallo Julián</a></div> <h2>Valor Trabajo, réplica a Diego Guerrero (I): Pasos uno y dos</h2> <div><div align="justify"><br />Después de criticar la supuesta "refutación" de Diego Guerrero a la teoría de la utilidad marginal decreciente, pasemos ahora a examinar su alternativa: <a href="http://pc1406.cps.ucm.es/Articulos/%BFEs%20posible%20demostrar%20la%20TLV.htm">la teoría del valor trabajo</a>.<br /><br />Del artículo enlazado sólo nos interesa la primera parte y el apéndice cuatro (en el link enlazado, por desgracia, no está el apéndice 4 del que sí dispongo merced al artículo completo que me ha enviado Guerrero como supuesta respuesta a mis críticas), sólo aquí aparece propiamente la teoría del valor trabajo. Las restantes partes del artículo son derivación de éstas y, además, han sido tratadas de manera bastante superficial por Diego Guerrero. En la primera parte, Guerrero procede a demostrar la teoría del valor en tres pasos. Hoy criticaremos los dos primeros pasos criticando su desarrollo argumental.<br /><br />Básicamente, para quienes no hayan leído jamás nada acerca de la teoría del valor trabajo, el autor quiere probar que el valor de cambio de las mercancías (su precio) depende de la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción y que está incorporado en ellas. Para demostrarlo recurre a un argumento bastante simple: pongamos que un piano se intercambia por 10 guitarras. Si ello es así, el precio del piano debe ser igual al de diez guitarras guitarras, con lo cual, si dividimos el precio de un piano por el de una guitarra, obtendremos un coeficiente que nos dará la equivalencia entre los pianos y las guitarras. Ese coeficiente, en este caso, será de uno a diez (un piano a cambio de diez guitarras).<br /><br />La cuestión, por tanto, reside en interpretar ese coeficiente (esto es, que una guitarra vale lo que la décima parte de un piano o que un piano vale como diez guitarras). Dado que una operación similar (la división entre el precio de dos mercancías) puede efectuarse con todos los bienes del mercado, la interpretación del coeficiente tendrá que pasar por encontrar una característica común a todas ellas (¿qué tienen en común las guitarras con los pianos para que al dividirlos nos dé un cierto coeficiente?). Según Guerrero, podemos estar tentados a decir que la masa, el peso o el volumen, sin embargo, en ese supuesto, los servicios no entrarían en la categoría de bien económico. De esta manera, llegamos a la conclusión de que la única característica común a todas las mercancías es que han sido producidas por la fuerza del trabajo humano. Y de esta manera tan sencilla, la fuente del producto se convierte en fuente de valor.<br /><br />Básicamente esta es la tesis central del artículo que coincide con la teoría marxista ya refutada por <a href="http://www.liberalismo.org/articulo/5/58/">Böhm-Bawerk</a> (por mucho que Guerrero se niegue a reconocerlo). Desde luego, Guerrero no entra de lleno en el espinoso tema de la transformación, piedra de toque del economista austriaco. Siendo ello así, pasemos a criticar su análisis.<br /><br /><b>Igualdad en el intercambio y en el mercado</b><br /><br />La primera deficiencia grave de la teoría de Guerrero es el supuesto de que las mercancías se intercambian por igualdades. Yo compro 10 manzanas y entrego 5 peras porque el valor de ellas es el mismo (sólo así puede entenderse las ecuaciones que plantea Guerrero). Esto no tiene ningún sentido ya que si yo valoro IGUAL las peras que las manzanas, no hay motivo alguno para efectuar el intercambio. Sólo porque yo valoro MÁS las manzanas que las peras, estoy dispuesto a entregar cinco de MIS peras a cambio de 10 de SUS manzanas.<br /><br />Por supuesto, Guerrero argüirá que yo estoy haciendo referencia al valor de uso y no, como él y Marx, al de cambio (precios). Sin embargo, aquí hay que recordar que, como el propio Guerrero reconoce en el apéndice 4 en referencia a la utilidad "social": <i>[es el] presupuesto necesario del valor y del valor del cambio, y razón por la cual Marx arranca su obra diciendo que la mercancía ya es en sí un valor de uso</i>. Sin valor de uso no hay valor de cambio. El problema es que aquí entramos en una razonamiento circular; si las mercancías se siguen intercambiando entre igualdades en sus valores de cambio, ello significa que el valor de uso es irrelevante (ya que el valor de uso puede cesar, pero el intercambio continuar). Y si lo que gobierna (el presupuesto necesario) el valor de cambio sigue siendo el valor de uso (la utilidad) entonces los intercambios no tienen nada que ver con las ecuaciones de sus valores de cambio, o de sus precios, sino con las desigualdades de los valores de uso de las mercancías intercambiadas. Por tanto, o el marxismo asume la irrelevancia de los valores de uso o la igualdad de valores de cambio no se sostiene.<br /><br />En otras palabras, que el precio de un CD sea de 20 euros no significa que vaya a intercambiar mis 20 euros por ese CD, por mucho que el valor de cambio de un CD sean 20 euros y el valor de cambio de un euro una 1/20 parte de un CD. Sólo lo haré si valoro MÁS el CD (valor de uso) que mis 20 euros (valor de uso). Los valores de cambio están necesariamente dominados por los de uso; al asumir que el intercambio se realiza en función de igualdades en los valores de cambio se asume, a su vez, la irrelevancia de los valores de uso y, en cierta medida, su igualdad (en cuanto a irrelevancia en el proceso de mercado).<br /><br />Además, hay otro problema incluso anterior. Dice Guerrero en relación a las mercancías que: <i>Cada tipo de mercancía específico (supongamos que haya, por ejemplo, dos millones de tipos diferentes) se distingue de todos los demás, por definición</i> y que <i>Pero al mismo tiempo las mercancías están en el mercado -lo cual es un hecho (fenómeno) totalmente real-, y esto, de alguna manera, iguala entre sí</i>.<br /><br />Primero, el bien económico SÓLO es bien económico en tanto sea útil y escaso (y la escasez, lógicamente, sigue siendo un elemento subjetivo: para mí -para mis fines- el cacao no es en absoluto escaso, pues no lo utilizo en absoluto, aun cuando sea <i>físicamente</i> escaso). Sólo cuando el ser humano establece un fin y descubre un medio "escaso" merecerá la consideración científica de "bien económico". Por tanto, el valor de uso, como reconoce Guerrero, es presupuesto del de cambio -no es irrelevante- pero además lo gobierna. En tanto el valor de uso desaparezca, el de cambio también lo hará. En tanto el valor de uso disminuya, el de cambio también lo hará por debajo de lo que lo hubiera hecho.<br /><br />Segundo, precisamente por ello no podemos hablar de que existe una igualdad entre las mercancías (están en el mercado) que nos sirve para encontrar un componente idéntico (han sido producidas por el trabajo humano) en todas ellas. Esa igualdad que se predica surge de la utilidad y perdura en tanto perdure la utilidad. Volviendo al ejemplo anterior, para mí el cacao no está en MI mercado (a no ser, obviamente, que le encuentre finalidades especulativas, cosa que por ahora no ha sucedido). Si ese desagrado por el cacao empieza a extenderse, por mucho que la cantidad de trabajo socialmente necesaria para producir barras de chocolate se mantenga, la cantidad de intercambios con respecto al cacao disminuirá y, por tanto, o el empresario del cacao disminuye su producción (si bien no está obligado a hacerlo, o no tiene por que ser un buen empresario para hacerlo) o el precio caerá. Vemos, pues, cómo la utilidad de cada individuo afecta al monto de ventas del empresario y, por tanto, a sus beneficios. Si los beneficios caen, deberá reducir costes, pero no necesariamente costes laborales (pensemos en una situación donde exista una especial escasez de capital) para poder reducir el precio. En ningún momento hemos necesitado aludir "necesariamente" a la reducción del trabajo socialmente necesario (el marxismo suele considerar la depreciación del capital como el añadido del "trabajo congelado" al precio del producto final, pero la depreciación es una idea netamente económica que depende de la dotación de reservas para amortizarla; si yo decido dotar reservas cuando la máquina está totalmente depreciada, difícilmente puedo señalar que haya incluido algún tipo de valor a los productos producidos hasta entonces. De la misma manera, si un empresario vende la máquina una vez amortizada totalmente -durante el primer año de s vida útil-, ya no puede considerarse que disminuya la depreciación y por tanto la fuerza de trabajo incluida en los productos porque, a excepción de los cambios intertemporales de valor, esa máquina ya está totalmente amortizada y su depreciación se ha concentrado en los primeros años).<br /><br />Tercero, Guerrero no puede eludir en este punto aceptar la utilidad marginal decreciente. El aire es útil (por tanto su presupuesto para el valor de cambio termina aquí), pero no es escaso (económicamente). En otras palabras, nadie está dispuesto a comprar o vender aire porque la utilidad de una unidad adicional (esto es, el valor del fin marginal que pasaría a satisfacer esa unidad adicional) es nulo. Sin embargo, siguiendo los presupuestos de Guerrero nada debiera evitar que el aire se embotellara y se vendiera en el mercado, de manera que adquiera también valor de cambio. Si el aire es útil y es transformado a través del trabajo (embotellamiento), se intercambiará en función del trabajo socialmente necesario para la producción de una "botella de aire" (y no me estoy refiriendo, obviamente, a bombonas de oxígeno que sí reciben un especial tratamiento y proporcionan oxígeno allí donde es ESCASO -bajo el agua por ejemplo-, sino a botellas de plástico llenas de aire que nos lo puedan proporcionar allí donde no lo es -ahora mismo, por ejemplo). ¿Por qué no ocurre? No porque la botella de aire no sea útil (en un mundo extraordinariamente contaminado podría serlo), sino porque AQUÍ y AHORA no sirve para satisfacer ningún fin o, al menos, ningún fin importante. En otras palabras, dado que la aparición de un medio adicional se dirige a la satisfacción de un fin marginal (aquel que no podía satisfacerse antes por insuficiencia de medios), y dado que los fines podrán ordenarse de mayor a menor importancia, los medios adicionales tendrán la utilidad (descontando el interés) de los fines marginales. En caso cotnrario, AQUÍ y AHORA deberíamos estar encantados y dispuestos a comprar botellas de aire embotelladas, intercambiándolas por productos que incorporen una igual fuerza de trabajo que el embotellamiento.<br /><br /><b>Los coeficientes</b><br /><br />OIro fallo considerable que comete Guerrero es la interpretación de los coeficientes. Recordemos. Si un piano tiene un precio de 1000 euros y una guitarra de 100, entonces, dividiendo piano/guitarra, tenemos una relación de 10 a 1, es decir, un coeficiente Apg=10 o Agp=0,1 (los subíndices dan muestra de la división, pg significa piano/guitarra y gp guitarra/piano). Esto significa que hay un componente idéntico en el piano y la guitarra en relación de 10 a 1. Y en este punto, Guerrero sostiene que los economistas tienen dos alternativas: a) <i>O bien se dice que cada uno de los aij tiene el valor que tienen ("valor" entendido aquí como "magnitud") simplemente "...porque sí"</i>. b) <i>porque ésa es la relación numérica exacta determinada por el cociente real de las cantidades realmente existentes de una cierta, específica, determinada, propiedad concreta que está presente en esa medida en cada una de las dos mercancías comparadas en el mercado </i><br /><br />Lógicamente, Guerrero sigue la altenartiva b), añadiendo que la "propiedad concreta que está presente en esa medida en cada una de las dos mercancías" es el trabajo humano. Aquí hay que hacer varios comentarios.<br /><br />Primero, como el propio Guerrero reconoce, los coeficientes son valores <i>relativos</i>, derivados de valores <i>absolutos</i>. La cuestión, por tanto, es cómo aparecen esos valores absolutos. En ese sentido, el argumento de Guerrero tiene que ser que los coeficientes están predeterminados. Dadas las condiciones sociales de producción, <i>sólo</i> esos coeficientes eran posibles. Pero, nuevamente, las condiciones de producción no son un dato objetivo e irreductible; las condiciones de producción se adaptan a las necesidades de los consumidores. El hecho de que no se produzcan diariamente Torres de Marfil de 50 metros hace que el número de guitarras sea más abundante y, por tanto, su precio menor (Si cada día produjéramos una Torre de Marfil, la cantidad de recursos disponibles para otras producciones sería mucho menor y, por tanto, también la producción). Si los coeficientes estuvieran predeterminados por las condiciones sociales de producción (el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir una guitarra), en ese caso, poco importaría su cantidad para determinar su precio. Si tenemos un stock de un millón de guitarras en toda España, su precio será el mismo que si tenemos solamente una (esta es la única conclusión que puede derivarse de una teoría que rechaza la utilidad marginal y entroniza el valor trabajo), en otras palabras, su coeficiente con respecto a los pianos seguiría siendo de 10 a 1.<br /><br />Si ello no fuera así, es decir, si el precio no fuera independiente de la cantidad (recordemos que el valor se incorpora en CADA mercancía según el tiempo socialmente necesario para producirLA) , entonces la relación de una mercancía con respecto a otra ya no guardaría un coeficiente constante a las condiciones sociales de producción (al trabajo socialmente necesario para producirlas) y, en definitiva, los coeficientes no estarían predeterminados sino que se derivarían temporal y lógicamente de la división de los valores absolutos. Y ello, claro está, arruinaría el argumento de Guerrero.<br /><br />Recordemos, para resumir, que el valor queda determinado por <i>las cantidades realmente existentes de una cierta, específica, determinada, propiedad concreta que está presente en esa medida en cada una de las dos mercancías</i>. Esas cantidades son cantidades de trabajo que son independientes, en cada unidad, de la cantidad global de producción; sobre el precio no influye la cantidad de productos, sino el trabajo incorporado. Sea cual sea los componentes de la producción global de una sociedad, el precio de cada mercancía seguirá siendo el mismo. Los coeficientes son a priori (haciendo abstracción de las condiciones concretas de producción), independientes de las producciones y las cantidades concretas de cada bien.<br /><br />Por supuesto esto es ridículo. Si la cantidad no influyera sobre el precio, la demanda de una mercancía sería infinita. Si yo estoy dispuesto a intercambiar 10 guitarras por un piano, seguiré estándolo cuando tenga sólo diez guitarras y ya 100 pianos. Ello significa que cada individuo terminaría acumulando aquella mercancía que más valora (aquellos para los que tocar la guitarra fuera su fin prioritario, acumularían millones y millones de guitarras). Así, los intercambios terminarían y la división del trabajo desaparecería. Pero, sobre todo, es rídiculo en términos teóricos. Decir que la cantidad no influye en el precio, como ya hemos visto antes, significa señalar que el valor de uso (utilidad) es irrelevante en la determinación del precio. Los seres humanos no actúan sino que son gobernados por los coeficientes.<br /><br />Segundo, el reto que lanza Guerrero es irreal y simplista. Que el mercado tienda a ofrecer precios iguales para las mercancías simplemente se sigue del arbitraje. Pero previo a ese arbitraje -que da lugar a suculentos beneficios empresariales- sí se produce un diferencial de precios. Por ello mismo, el coeficiente no expresa nada, sino simplemente una relación de intercambio. El precio no subsume características de los objetos, sino de la mente de los sujetos. Por ello, son las valoraciones subjetivas las que gobiernan los coeficientes y no al revés. Que yo intercambie un piano por diez guitarras simplemente expresa que valoro más (no igual) las diez guitarras que mi piano, esto es, que las guitarras se dirigen hacia fines más elevados que el piano.<br /><br />El "misterio" de la propiedad común a ambas mercancías que busca Guerrero no es tal. Si los precios se expresan en oro, o en euros, la propiedad común a ambos bienes es el dinero. 1000/100=10. ¿Qué expresa el coeficiente de 10? ¿Cuál es la propiedad común que permite dividirlos? Su expresión en la misma UNIDAD monetaria (aunque hoy no tocaremos este tema, si que conviene para el próximo post tener presente la palabra "unidad"). Si multiplico el coeficiente 10 por 100, me da el precio del piano: la propiedad común es el dinero.<br /><br />Pero, ¿cuál es la propiedad común en los intercambios directos, esto es, en una sociedad sin dinero? ¿Cómo puede ser que divida un piano entre diez guitarras? ¿Cuál es su esencia? En este caso, puedo dividir 10 entre 1 porque expreso guitarras y pianos en relaciones numéricas. 10 a 1, significa eso, 10 es el resultado de sumar 10 veces uno. Por lo tanto, si multiplico una guitarra por 10 me da como resultado una de las partes del intercambio que YA se ha realizado (es decir, las diez guitarras cambiadas por "un" piano).<br /><br />Sin embargo, ambos procedimientos tiene poco de objetividad. Las unidades son también subjetivas y definidas por la mente del sujeto. Todo el mundo ve una guitarra y no millones de moléculas. Todo el mundo ve un carton de leche y no 1000 ml de leche. Sin embargo, si el sujeto necesitara 500 mililitros de leche (por ejemplo para un experimento) su "unidad" marginal no sería el cartón, sino 500 mililitros de leche. En otras palabras, hacemos abstracción y operamos con números, esa es la propiedad común que nos permite dividir guitarras por pianos y ordenadores por vacas. (Marx diría que operamos con trabajo "en abstracto" pero como veremos en el próximo post esto simplemente no existe).<br /><br />Hasta aquí la crítica a la igualdad de las mercancías y a sus coeficientes. En el próximo post analizaremos el tercer punto de la primera parte del post de Guerrero, que consiste en ofrecer tres argumentos (empírico, lógico y teórico-histórico) para probar la teoría del valor trabajo. Como veremos, y como ya hemos visto, todo carece por completo de sentido.</div></div>magahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8061084485596608496.post-49322220395735843032008-04-01T19:49:00.001-07:002008-04-01T19:49:35.382-07:00<div><a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/"><b>Todo un hombre de Estado</b></a></div> <div>Bitácora de <a href="http://www.liberalismo.org/autor/eaco/">Juan Ramón Rallo Julián</a></div> <h2>Utilidad marginal, réplica a Diego Guerrero (y IV): El alcance limitado</h2> <div><br /><div align="justify">Terminamos hoy con la serie de posts (<a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2869/">I</a>, <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2876/">II</a> y <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2885/">III</a>) que hemos dedicado a comprobar la <a href="http://pc1406.cps.ucm.es/Libros/Competitividad;%20Teoria%20y%20politica/">mala comprensión y peor refutación</a> de Diego Guerrero sobre la utilidad marginal.<br /><br />La última parte de su crítica viene referida al "alcance limitado" de la utilidad marginal. Como en breve comprobaremos, no resultaba necesario incidir en este punto porque sus argumentos ya han sido suficientemente tratados en los posts anteriores. Aun así, reiteraremos los errores de Diego Guerrero.<br /><br /> Es curioso como Guerrero, profundamente inseguro de la solidez de sus críticas anteriores, comienza diciendo: <i> Incluso en el caso de que todas las críticas anteriores no fueran válidas</i>. Efectivamente no lo son. La venda antes de la herida, pero después de la metedura de pata. Veamos qué nos ofrece Guerrero como argumento definitivo:<br /><br /> <i> Incluso en el caso de que todas las críticas anteriores no fueran válidas, aún quedaría una importante crítica a la que tendrían que hacer frente los teóricos de la utilidad. En realidad, todo su argumento se sostiene en parte porque se supone que al otro lado del mercado (frente a las empresas que constituyen la oferta) están los consumidores como colectivo de sujetos que experimentan placer.</i><br /><br />Bueno, aquí cabe recordar algunas cosillas. Básicamente que el proceso de mercado se basa en el appreisement empresarial y que esta fijación de precios serán exitosa en tanto sirva a los consumidores, esto es, en tanto el precio que tengan que pagar no supere a su utilidad marginal. El empresario no es un sujeto pasivo o reactivo, sino el verdadero protagonista del mercado. Como ya hemos explicado, son los empresarios quienes crean los precios de los bienes de consumo y las rentas de los factores productivos; pero no se trata de una creación caprichosa, sino que queda subordinada a la correcta satisfacción de los fines del consumidor.<br /><br /> <i> Pero debe tenerse en cuenta que, puesto que existe un mercado para cada mercancía, sea ésta final o intermedia, y dado que el producto interior bruto de cada país, o PIB, representa tan sólo el volumen de las llamadas transacciones "finales" de la economía, esta variable macroeconómica básica deja fuera el valor de todas las transacciones "intermedias", que cuantitativamente representan la mayor parte del total (en torno a un 60% como mínimo) y que se caracterizan precisamente por que en ellas no aparecen por ninguna parte los consumidores utilitaristas de la teoría neoclásica.</i><br /><br />En este punto debo darle totalmente la razón a Guerrero. Las medidas de Contabilidad Nacional como el PIB o el PNB, bajo el argumento de evitar la doble contabilización, <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/7/2563/">dejan fuera</a> de sus mediciones la mayor parte de la economía; esto es, todo el proceso de ahorro e inversión empresarial en capital circulante que todavía no han devenido bienes de consumo finales. Guerrero cita el ahorro y reinversión empresarial en bienes intermedios en torno al 60%. Es muy posible que sea superior, quizá del orden del 70% (atendiendo a las mediciones que efectúa Mark Skousen de su Renta Social Bruta).<br /><br />¿Cuál es el objetivo de la Contabilidad Nacional? Obviamente hipertrofiar el papel y el peso del consumo en la economía. De representar, en realidad, poco más del 30%, gracias al PIB alcanza magnitudes del 66%. Esta manipulada realidad resulta harto útil a los keynesianos para reclamar medidas políticas que estimulen la "demanda agregada", como incrementos del gasto público o reducciones del tipo de interés. Si el consumo representa la mayor parte de la economía, parece lógico que sea su motor.<br />Por tanto sí, debo coincidir con Guerrero que la economía neoclásica descansa en mediciones corruptas que le impiden contemplar que la parte más importante del capitalismo no es el "consumo" sino toda la estructura de bienes de capital que tiene que ser continuamente amortizada y rediseñada a través del cálculo y la función empresarial.<br /><br /> Sin embargo las conclusiones que de este hecho saca Guerrero son muy insatisfactorias: <i>Resulta, pues, que sólo en un 24% del total de las transacciones posibles está presente el famoso y soberano consumidor final de la teoría neoclásica, y sólo en esa pequeña minoría de casos podría éste aplicar su particular calculadora funcional-utilitarista para obtener el pretendido máximo placer.</i><br /><br />Son este tipo de afirmaciones las que demuestran que Guerrero no entiende ni una coma de cómo funciona el mercado. Ya lo explicamos en el tercer posts, pero lo repetiremos brevemente.<br /><br />El empresario establece un precio de mercado al que espera vender una cierta cantidad de mercancías; en ese sentido, paga a los factores productivos de acuerdo con su productividad marginal en la obtención de esos ingresos. El consumidor, aun cuando intervenga sólo como revisor final, sigue determinando el proceso de mercado, pues las malas evaluaciones sobre su utilidad dan al traste con todos los negocios previamente emprendidos.<br /><br />De la misma manera, los bienes intermedios de capital atraviesan distintas etapas hasta convertirse en un bien de consumo. Desde que se empieza a aplicar el trabajo en, por ejemplo, una mina de aluminio, hasta que éste se convierte en un coche, pueden pasar varios meses. Cada empresario está especializado verticalmente en una etapa de ese proceso: uno extrae el mineral, otro lo convierte en aluminio, otro le da la forma deseada, otro el color apetecido, otro lo transporta hasta la planta de ensamblaje... En cada estadio productivo, los precios de un empresarios suponen los costes de otro; el hecho de que los precios aumenten conforme el aluminio se va aproximando a su destino final (el automóvil) simplemente refleja la realidad denominada "interés".<br /><br />Conforme se acerca al fin último, el medio se valora en más. De hecho, ha transcurrido un período de tiempo durante el cual los distintos empresarios han ido pagando a los trabajadores "sin que el coche se haya vendido todavía". Pensémoslo un momento. El aluminio se extrae de la mina para, en última instancia, venderse en forma de automóvil. En teoría, hasta que no se vendiera el automóvil, los mineros no deberían poder cobrar, ya que el automóvil todavía no se ha "realizado" (vendido).<br /><br />Los distintos salarios que perciben antes de que su trabajo sea "útil" para el consumidor suponen un "adelanto" del empresario, un préstamo de dinero cuya maduración se obtendrá con la venta del producto (más el interés acumulado durante todo el tiempo).<br /><br />Imaginemos que el precio de estos bienes intermedios se vuelve excesivamente caro (porque por ejemplo un fabricante de chapas de aluminio deja de ser eficiente), el vendedor final de automóviles tendrá o bien que reducir beneficios (incluso quebrar), o bien aumentar el precio de los automóviles (con lo cual reducirá sus ventas hasta el punto de que, si no sigue satisfaciendo a los consumidores, no podrá recuperar la inversión inicial en factores productivos) o bien cambiar de proveedor a uno más barato. Normalmente, si la última opción está en pie, será la que se adoptará. El proveedor ineficiente quebrará por despilfarrar recursos para el consumidor. En caso de que el vendedor final y el proveedor ineficiente se aliaran contra los consumidores, estos no tendrían más que acudir a otro vendedor de automóviles que no tenga tratos especiales con proveedores ineficientes.<br /><br />En cualquier caso, pues, vemos que el appreisement empresarial, al basarse en la correcta anticipación de la utilidad marginal de los consumidores, sigue controlando el proceso de mercado. Por un lado, la remuneración de los factores productivos (trabajo y tierra) se fija en función de la productividad marginal sobre el montante de ingresos esperado y, por otro, el precio de los bienes de capital se determina conforme la utilidad marginal de los "clientes empresariales", que a su vez, viene limitada por que ese precio al entrar como coste contable no supere su precio final de consumo (que como ya hemos visto viene determinado por la utilidad marginal de los consumidores).<br /><br /> Por último, Guerrero echa mano de un argumento típicamente galbraithiano rebozado con retórica marxistoide: <i> Pero cabría todavía añadir otra duda: de este 24%, ?qué porcentaje representan realmente las compras "de placer" y qué porcentaje se lleva a cabo por consideraciones totalmente ajenas e independientes de ese sentimiento (como son las compras que se hacen por obligación o necesidad, entre ellas las necesarias para costear la reproducción de la propia fuerza de trabajo como mercancía), en cuyo caso si bien no se atenta contra la utilidad sí que se pone en entredicho que lo útil, lo funcional para la reproducción del sistema económico y social en su conjunto y en cuanto tal, pueda identificarse sin más con lo placentero y el óptimo social?</i>.<br /><br />La utilidad marginal no supone una teoría acerca del placer o la necesidad, sino de la mejora de las situaciones previas. Uno puede mejorar su situación y aun así sentirse un desgraciado. Estos casos competen a la psicología no a la economía. Es indistinto que compras se realizan por placer y cuáles por necesidad para sobrevivir. ¿Es que caso la supervivencia no es también útil para el ser humano? ¿Es qué la supervivencia no es, de hecho, el primer fin de todo ser humano no suicida?<br /><br />No vamos a extendernos en refutar el supuesto determinismo publicitario de las compras del individuo -cuya crítica, por otro lado, puede consultarse <a href="http://www.libertaddigital.com/ilustracion_liberal/articulo.php/591">aquí</a>; insisto, aun en ese caso, la utilidad marginal sería el principio válido (incluso aunque los consumidores fueran autómatas de los capitalistas, el precio se determinaría por la utilidad marginal de los capitalistas).<br /><br />Hemos visto, pues, a lo largo de estos cuatro artículos que Guerrero ha sido incapaz de comprender los fundamentos de la subjetividad y del proceso de mercado. Creyendo primero que la utilidad se fijaba en función de placeres <i>experimentados</i>(y por tanto posteriores a la acción que motivó la adquisición), que los costes determinan los precios (cuando los costes SON precios) y que la soberanía del consumidor queda en entredicho por el simple hecho de que el proceso previo a la maduración en bienes de consumo final suponga la mayor parte de la economía "productiva".<br /><br />La utilidad marginal, para desgracia de todos los marxistas, sigue siendo la principal explicación para la formación de los precios. No hay vuelta de hoja; sólo ciertos prejuicios arrogantes impiden reconocerlo.</div></div>magahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8061084485596608496.post-85028262219848871312008-04-01T19:48:00.000-07:002008-04-01T19:49:02.843-07:00Utilidad marginal, réplica a Diego Guerrero (III): Incosistencia lógica<div><a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/"><b>Todo un hombre de Estado</b></a></div> <div>Bitácora de <a href="http://www.liberalismo.org/autor/eaco/">Juan Ramón Rallo Julián</a></div><br /><br />Seguimos con la crítica a Diego Guerro en relación con su supuesta "<a href="http://pc1406.cps.ucm.es/Libros/Competitividad;%20Teoria%20y%20politica/">refutación</a>" de la utilidad marginal. En los dos posts anteriores examinamos sus objeciones basadas en la <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2869/">subjetividad</a> y la <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2876/">superfluidad</a>. Ahora estudiaremos su "incosistencia lógica".<br /><br /> Se pregunta Guerrero: <i>¿cómo podría ser la utilidad marginal el fundamento último del precio si aquélla consiste en el placer experimentado por el sujeto en el consumo de la última unidad, y todo el mundo sabe que, al menos en esta forma social que llamamos capitalismo, para poder consumir con carácter general cualquier mercancía primero hay que haberla comprado y, por tanto, pagado su precio?</i><br /><br />Aquí Guerrero, por un lado, confunde utilidad con satisfacción a posteriori y, por un lado, ignora el proceso de mercado. Primero, como ya dijimos, la utilidad no consiste en ningún placer <i>experimentado</i>, sino en la expectativa de placer. Todas las unidades, al ser perfectamente intercambiables, tendrán la utilidad del fin marginal. No sólo eso, ya dijimos que cabía la existencia de utilidad sin consumo.<br /><br />En otras palabras, cuando yo adquiero una unidad adicional, el valor de todas las restantes unidades disminuye. ¿Por qué? Sencillamente porque las unidades son intercambiables y, por tanto, ya no hay última unidad, sino un stock de unidades que permiten satisfacer <i>hasta</i> determinado fin (fin marginal). Por ejemplo, si yo tengo cuatro sacos de cereales y el último lo dedico a alimentar a los cerdos, el valor de un saco de cereales es el de alimentar a los cerdos. Si adquiero un nuevo saco para darlo a los más necesitados, el valor de un saco -de cualquier saco- pasa a ser el de alimentar a los pobres. Todo ello aunque yo imprima en cada saco una etiqueta diciendo "Destinado al consumo humano", "Destinado a alimentar a los cerdos", etc... Y es que, si me roban el saco destinado a alimentar a mi familia, no por ello moriré de hambre, simplemente dejaré de ser caritativo con los pobres.<br /><br />Y todo ello sin perjuicio de que, una vez realizadas todas las acciones, obtenga más satisfacción en haber ayudado a los pobres que en haber alimentado a mis animales. Lo importante es el valor que influye y determina la acción, no la satisfacción <i>experimentada</i> una vez se haya actuado. En caso contrario explicaríamos los precios a partir de acciones que todavía no han acontecido.<br /><br />Por otro lado, Guerrero ignora cómo funciona el mercado. Cierto es que la utilidad determina el precio pero que, a su vez, el precio sirve para determinar la utilidad, pues un precio más bajo permite adquirir una mayor cantidad de productos y, por tanto, provocará una menor utilidad marginal. Sin embargo, aunque Guerrero así lo sugiera, el razonamiento circular es inexistente.<br /><br />Tenemos tres modalidades de formación de los precios en una economía libre. Negociación inter partes, el comprador fija el precio, el vendedor fija el precio. En la negociación inter partes, comprador y vendedor negocian un precio para el intercambio. Obviamente, este precio se situará entre el valor del fin inmediatamente anterior al que satisface el bien en cuestión para el comprador (de manera que si el precio se fija en una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de mayor valor obligaría al comprador a declinar la oferta) y el valor del fin inmediatamente superior al que satisface el bien en cuestión para el vendedor(de manera que si el precio se fija en una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de menor valor obligaría al vendedor a declinar su oferta). Cuál será el precio final es imposible de determinar para la ciencia económica; es más, no le interesa. Estamos ante cuestiones puramente históricas, no teóricas. Basta con afirmar que la transacción tendrá lugar entre esos dos límites, o no será.<br /><br />Otra forma, menos común -salvo en casos de ofertas públicas- es que el comprador fija el precio que está dispuesto a pagar. En ese caso, el primer vendedor que sea capaz de ofrecerle el bien en cuestión a ese precio efectuará la transacción. Como es obvio, puede que ningún comprador pueda satisfacer tal demanda. En ese caso, el potencial comprador deberá incrementar el precio que está dispuesto a pagar, ¿hasta qué límite? Nunca la utilidad del dinero que ofrezca podrá ser superior a la del fin que le permite satisfacer el bien que quiere adquirir. Por tanto, los precios que se formen estarán en función de la utilidad marginal del comprador (y si no se forman precios, ese bien estará dominado por la utilidad marginal del vendedor que será superior al precio ofertado por el comprador).<br /><br />Por último, el modo más frecuente de formación de precios en las economías capitalistas es el appreisement empresarial, esto es, el vendedor propone un precio y los consumidores demandan en función de ese precio. En estos casos, el precio de las transacciones que se realicen, como es lógico, no podrá superar la utilidad marginal del comprador. Si el vendedor fija un precio superior a ésta, no venderá los productos, se quedará con todos ellos. Por tanto, el correcto appreisment empresarial está estrechamente relacionado con fijar un precio inmediatamente por debajo de la utilidad marginal de los compradores a los que aspire. No sólo eso, como inmediatamente veremos, también se fundamenta en fijar una correcta remuneración para los factores productivos asociados con el proceso de producción.<br /><br />En todo caso, podemos sacar una conclusión común para los tres tipos de formación de precios: la propiedad privada es previa al precio. Tanto el comprador como el vendedor tienen que ofrecer algo a cambio de otro algo. Sin propiedad privada, el comprador no puede renunciar a nada para adquirir una determinada cantidad de productos. De ahí, que en ausencia de propiedad privada, no existan unidades marginales y, por tanto, ni precios, ni costes, ni necesidad de limitar la demanda. No es posible una asignación eficiente de los recursos ya que, como puso de manifiesto Mises, sin precios de mercado no es posible el cálculo económico.<br /><br /> En cualquier caso, Guerrero extrae dos consecuencias de su inicial malinterpretación de la utilidad marginal. La primera <i>es que si se quiere una definición verdaderamente general de la utilidad marginal, es decir completamente independiente de, y previa a, el precio de la mercancía, habría que decir que es el placer que el consumidor <b>potencial</b> imputa a la última unidad de mercancía potencialmente consumida cuando se plantea y valora las diferentes alternativas abstractas que se le ofrecen, desde consumo 0 a consumo infinito</i>.<br /><br />Salvo en el matiz restrictivo de "consumidor", podemos decir que Guerrero entiende relativamente bien la idea de utilidad marginal. Es de extrañar, por tanto, que hasta ahora se haya limitado a atacar sus falsas interpretaciones de la misma. ¿En qué quedan las críticas precedentes si en este punto Guerrero modifica, en el camino correcto, la idea de utilidad marginal que previamente había atacado? ¿No sería necesario volver a iniciar el ataque en lo referente a la "subjetividad" y "superfluidad"? ¿O es que acaso los conceptos han dejado de importar?<br /><br /> Pero, lo interesante es la segunda consecuencia: <i>Pero, en segundo lugar, ahora se comprende por qué razón la teoría neoclásica del valor no puede renunciar al lado de la oferta en su fundamentación de los precios mercantiles, pues, al ser conscientes de la contradicción lógica que supone hacer depender lo previo (el precio) de algo que es posterior (el consumo), no tiene otro remedio que recurrir al coste de producción para explicar el nivel del precio</i>.<br /><br />Lo siento pero no existe contradicción alguna, salvo en la teoría de Guerrero. Primero, porque a vuelto a las andadas, ¿no habíamos quedado que hablábamos de expectativas de consumo o de consumo potencial? ¿Cómo va a ser el consumo potencial posterior al precio? Segundo, porque recurrir al coste para explicar el precio sí es una contradicción lógica. Y es que, ¿qué son acaso los costes sino precios?<br /><br />Volvamos ahora al tercer método de formación de los precios que ya hemos explicado: el empresario propone y la demanda se fija en función del appreisement. Es posible que muchos, la gran mayoría, de los empresarios fijen sus precios añadiendo un cierto interés a los costes, pero ello en ningún momento significa que los precios se fijen en función de los costes, ya que precisamente el empresario confía en pagar esos costes <i>porque</i> supone que las ventas de sus productos le permitirán pagar a los factores productivos y obtener un cierto interés. Si las apreciaciones son erróneas (es decir, si el precio que espera que los consumidores paguen para poder financiar la producción supera la gran mayoría de las utilidades marginales de los consumidores), entonces el empresario no podrá pagar los salarios, los intereses y las rentas. Quebrará a menos que reduzca el precio. Y si al reducir el precio puede dar salida a la producción <i>pero</i> no puede pagar a sus factores productivos tanto como prometió (esto es, más de lo que les pagarían en otros usos alternativos), la producción se paralizará.<br /><br />Por tanto, la utilidad marginal sigue gobernando el valor de los bienes y servicios. Si el empresario paga más a los factores productivos que su productividad marginal, la empresa quebrará. Si les paga menos, simplemente no podrá contratarlos (pues otro empresario los contratará pagándoles un poco más hasta su productividad marginal). Y la productividad marginal es una productividad en términos de valor, esto es, sobre los ingresos adicionales que proporcionan; el ingreso viene determinado por el precio; y la utilidad marginal domina el precio.<br /><br /> A pesar de todo ello, Guerrero concluye que ha sido posible hacer <i>creer a muchos ingenuos que son los consumidores no sólo quienes determinan la cantidad consumida sino también quienes codeterminan el precio de las mercancías de acuerdo con el principio de su máxima utilidad</i>.<br /><br />Por supuesto, los consumidores no eligen la cantidad que quieren consumir. Creo que pocos economistas afirman eso. Simplemente se afirma que la utilidad marginal determina el precio; pero la utilidad no es algo exclusivo de la demanda, sino también de la oferta.<br /><br />Es curioso como los marxistas pretenden endosarnos que los empresarios determinan el precio y, en cambio, no aplican esa misma lógica a los trabajadores. Si los que ofrecen las mercancías fijan, a través de sus costes, los precios en el mercado, los trabajadores, que ofrecen su trabajo, deberían fijar a través de su coste psicológico su salario.<br /><br />La realidad es muy otra. Ningún trabajador estará dispuesto a ofrecer su trabajo a no ser que el salario ofrecido supere el coste de oportunidad de su tiempo de trabajo (esto es, la utilidad que obtendría durante el tiempo en que está trabajando en caso de que no lo hiciera). Pero tampoco ningún empresario pagará al trabajador más que su utilidad marginal, que normalmente viene a coincidir con su productividad marginal (tenemos que considerar que, en ocasiones, hay factores afectivos en la relación contractual; por ejemplo, mi padre puede contratarme pagándome más que mi productividad; un empresario puede apiadarse de un hombre que lleva 40 años trabajando en su empresa y no rebajarle tanto el salario como debiera...).<br /><br />Por tanto, nuevamente, de manera necesaria, el salario se fijará entre esos dos límites. Pero, como ya hemos visto, ¿qué es la productividad marginal sino el valor de los bienes adicionales producidos que se destinarán a la venta? ¿Y cuál será, pues, para el empresario el valor de esos bienes sino el precio al que se puedan vender? Por tanto, la productividad marginal será el ingreso adicional que proporcionarán los trabajadores al empresario. Pero ese ingreso, como también hemos dicho, depende del precio que, a su vez, no puede superar la utilidad marginal de los consumidores que adquieren los productos.<br /><br />De la misma manera, ningún empresario estará dispuesto a vender la mercancía por debajo de sus costes, pero ningún comprador estará dispuesto a adquirirla por encima de su utilidad. La diferencia es que el vendedor terminará desapareciendo si no satisface la demanda, esto es, si no rebaja el precio ligeramente por debajo de la utilidad marginal de los compradores.<br /><br />Explicar, como pretende hacer Guerrero, el precio en función de los costes tiene las incoherencias lógicas que ya hemos apuntado: los costes son precios y, por tanto, esos precios están pendientes de explicación.<br /><br />Böhm-Bawerk solía poner un ejemplo bastante ilustrativo. Imaginemos una locomotora que tiene cuatro vagones. ¿Por qué se mueven los vagones? Porque la locomotora se mueve. Ahora bien, muchos podrían decir, ¿por qué se mueve el cuarto vagón? Aparentemente porque se mueve el tercero; es decir, estarían explicando los precios (cuarto vagón) en función de los costes (primer, segundo y tercer vagón) y no de la utilidad (locomotora). No obstante, el problema sigue en pie. ¿Por qué se mueve el tercer vagón? Porque se mueve el segundo. ¿Y por qué se mueve el segundo? Porque se mueve el primer. Pero, ¿por qué se mueve el primero? Aquí los defensores de la teoría del precio-coste no tienen respuesta; la locomotora mueve el primer vagón que a su vez mueve a los restantes. La utilidad es el determinante último de los precios.<br /><br />Aquí hay que matizar dos puntos: el papel de la productividad marginal y por qué en muchas ocasiones el precio final coincide con la suma de sus costes.<br /><br />Primero, si la productividad marginal de los factores productivos es muy baja, los precios serán más altos, pues habrá menos productos disponibles y, por tanto, la utilidad marginal será mayor. Si súbitamente los precios del petróleo se doblan, lo que ocurre es que sufrimos una escasez de petróleo. Algunos fines tendrán que abandonarse y la cantidad de medios destinados a otros tendrá que reducirse. Si ello es así, los precios subirán; podemos producir menos que antes, todo es más caro y somos más pobres.<br /><br />Pero insisto, el precio del petróleo sigue dominado por su utilidad marginal. El petróleo se demanda para dar satisfacción a ciertos fines. Precisamente el fin marginal de entre esos fines determinará su precio. Y esto implica que si hoy olvidáramos cómo utilizar el petróleo para satisfacer nuestros fines, su precio sería nulo, por muy poca que fuera su oferta.<br /><br />Segundo, la observación de que el precio suele coincidir con la suma de los costes tiene una explicación muy sencilla. Ya hemos visto cómo se fija el precio de los factores productivos. Imaginemos que, por distintos motivos (por ejemplo, una mejora tecnológica) el precio final de un producto es muy superior a la suma de sus costes. Si ello es así, aparecerán beneficios extraordinarios. En otras palabras, o bien el propio empresario o bien otros empresarios, tendrán incentivos para ampliar la producción de esos productos, rebajar el precio y disminuir los beneficios extraordinarios. Al final, pues, cuando el valor del producto final supera a la utilidad de los factores productivos, o bien parte de esos factores productivos se retiran a otras líneas productivas (con lo cual se incrementa la productividad de los restantes) o bien se incrementa el número de productos finales (con lo cual el precio del bien se reduce). En todo caso, el resultado será que la suma de los costes más el interés será igual al precio.<br /><br />Nuevamente, pues, comprobamos que la "inconsistencia lógica" sólo está del lado de Guerrero y de sus prejuicios. Pretender explicar el precio a partir de los costes, cuando los costes no son más que precios, simplemente vuelve a plantear el problema inicial. La utilidad marginal sigue explicando perfectamente estos procesos de mercado, a pesar de que Guerrero sea incapaz de entenderlos o, como hemos visto en este artículo, mienta descaradamente sobre su desarrollo teórico; acaso para refutar teorías que ningún marginalista sostiene.magahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8061084485596608496.post-29709987635816634662008-04-01T19:46:00.000-07:002008-04-01T19:47:51.599-07:00Utilidad marginal, réplica a Diego Guerrero (II): La superfluidad<div><a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/"><b>Todo un hombre de Estado</b></a></div> <div>Bitácora de <a href="http://www.liberalismo.org/autor/eaco/">Juan Ramón Rallo Julián</a></div><br /><a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2869/">Continuamos</a> analizando las <a href="http://pc1406.cps.ucm.es/Libros/Competitividad;%20Teoria%20y%20politica/">críticas</a> de Guerrero a la utilidad la marginal, en concreto, la segunda: superfluidad.<br /><br /> Para Guerrero: <i>A los que consideran que la concepción ordinalista de la utilidad supone cierto paso adelante sobre la concepción cardinalista habría que recordarles además que por esta vía de los avances incrementales se ha llegado tan lejos en las aportaciones realizadas desde dentro de la lógica de esta teoría como para hacer del concepto mismo de utilidad algo completamente superfluo. Esto es lo que ha sucedido en el cuerpo de la teoría neoclásica del valor al menos desde 1938, año en que Paul Samuelson creara la "teoría de la preferencia revelada", haciendo innecesaria la utilización de concepto de utilidad alguno (si bien es verdad que manteniendo básicamente los mismos supuestos de racionalidad y comportamiento de los consumidores que en las versiones anteriores) para derivar curvas decrecientes de demanda. </i><br /><br />Antes que nada hay que explicar qué entiende el profesor Samuelson por preferencia revelada. Si tenemos dos bienes, A y B, y observamos que el individuo escoge A antes que B, eso significa que "revela" su preferencia por A. La idea, a pesar de ser de Samuelson, es bastante buena. De hecho coincide en buena parte con el concepto rothbardiano de "preferencia demostrada".<br /><br />Sin embargo, entre ambos existe una diferencia fundamental que hace del análisis de Samuelson un juguete defectuoso y "sin utilidad" (salvo para gente como el profesor Guerrero que quieran utilizarlo en sus fines manipuladores en contra de la utilidad marginal).<br /><br />Samuelson asume una constancia de preferencias en las elecciones del consumidor, de manera que si prefiero A a B, seguiré prefiriendo A a B. Rothbard no va tan lejos, de ahí que su concepto de preferencia demostrada siga siendo válido. Para el economista austriaco, la única manera de conocer cuáles son las preferencias de los individuos es observando sus elecciones. Una vez hecha la elección entre A y B podremos decir, solamente, que el individuo prefirió A a B en ese justo momento.<br /><br />La diferencia es importante porque nos ayudará a ver parte de los errores de Guerrero. Primero, no se puede atribuir la preferencia revelada de Samuelson como una consecuencia lógica de un avance sin rumbo en la superación del cardinalismo. Que el cardinalismo sea falso, no implica que el ordinalismo también lo sea o que deba ser sustituido por cada nueva idea más reciente.<br /><br />Segundo, aun en el caso de la preferencia revelada, el concepto de la utilidad NO es superfluo en absoluta. Si yo elijo A a B es porque prefiero A a B, ¿y qué significa preferir? Que A me proporciona mayor utilidad que B. En caso contrario, si la utilidad no siguiera siendo un concepto fundamental para explicar los fenómenos económicos habría que fundamentar la elección otros supuestos o, simplemente, decir que se trata de elecciones aleatorias.<br /><br />Tercero, la preferencia revelada, como ya hemos visto, no sirve para establecer curvas de demanda; al menos curvas de demanda capaces de efectuar predicciones apodícticas sobre la elección futura. Dado que no hay constancia entre las utilidades, no podemos afirmar que lo que ocurrió seguirá ocurriendo. Puede tener su función para derivar curvas de demanda históricas, estudiando qué decidieron consumir los individuos, pero no como instrumento teórico.<br /><br />Cuarto, precisamente por ello la elección concreta nos resulta de poco interés en la teoría económica. La preferencia demostrada de Rothbard sólo es un elemento de observación y de determinación de la elección a posteriori. La teoría económica es a priori, trata de las implicaciones lógicas y abstractas del ser humano. La curva de demanda es siempre decreciente, no por preferencias reveladas concretas, sino por la utilidad marginal <i>decreciente</i>, esto es, tal como se incrementa el precio la cantidad demanda de bienes se reduce porque el coste de oportunidad en concepto de fines alternativos supera la consecución de los fines conseguidos a través de ese bien.<br /><br />Lo único que realmente necesitamos saber para todo ello es lo siguiente: a) el valor es la significación de un fin, b) la unidades iguales de un mismo medio permiten conseguir fines de una menor importancia (ordinalismo), c) por tanto, los medios adicionales, al estar afectos a fines menos importantes, tendrán un valor decreciente (utilidad marginal decreciente).<br /><br /> <i> En realidad, para un viaje así no hacían falta tales alforjas: si de lo que se trataba era de derivar una curva de demanda de mercado con pendiente negativa, sólo hubiera hecho falta aplicar el nuevo instrumental matemático y gráfico que se generalizó en la profesión económica desde finales del siglo pasado al razonamiento económico que se utilizaba con anterioridad como consecuencia de las enseñanzas de los clásicos y de Marx. Porque para los clásicos estaba fuera de duda que la demanda -aunque ellos no usaran esta terminología- tendría que ser una función negativa o decreciente del precio.</i><br /><br />¿Es todo ello superfluo como asegura Guerrero? Difícilmente. Sin utilidad marginal la demanda de agua y alimento serían infinitas, no habría división del trabajo ni especialización. La utilidad marginal es el punto de partida de toda la ciencia económica; fue el punto de inflexión y cambio. Los economistas clásicos, aun con sus grandes aportaciones, estuvieron siempre obsesionados por resolver la paradoja del agua y los diamantes, lo cual distorsionó en buena medida todo su desarrollo teórico subsiguiente.<br /><br />Es más, la cuestión no es cuántas alforjas hacen falta para llegar a determinadas conclusiones, sino cuál es la verdad. La ciencia económica tiene que llegar a conclusiones certeras y realistas. Tiene que desentrañar cuáles son las consecuencias de la acción humana en general.<br /><br />Pero es curioso cómo Guerrero pretende demostrar la pendiente negativa de la demanda sin recurrir a la utilidad marginal decreciente: <i> Y ello porque, estando el mercado de un determinado producto dispuesto a absorber la cantidad x al precio p como resultado de una práctica de conducta habitual y estable de sus consumidores -consumidores que, no debe olvidarse, no siempre son los individuos, sino que la mayor parte de las veces son empresas-, cualquier rebaja del precio desde p hasta p' produciría que, ceteris paribus, la renta liberada en el consumo de la misma cantidad x al nuevo precio p' habría de traducirse en un aumento en la cantidad demandada de la mercancía en cuestión, aunque sólo fuera porque parte de esa renta, o más exactamente de la fracción consumida de la misma, se destinaría a dicha mercancía (incluso si a escala social se hiciera en una proporción inferior a la precedente)</i><br />Guerrero confunde los términos. Su descripción no explica por qué la demanda tiene pendiente negativa, sino el denominado efecto renta. En pocas palabras, el efecto renta viene a decir que toda rebaja del precio de un bien ocasionará una expansión de la demanda con cargo al nuevo poder adquisitivo. Esto es, si el precio baja de 100 a 50, me ahorro 50 euros que ahora puedo gastar y antes no.<br /><br /> Sin embargo, el efecto renta <i>presupone</i> las curvas de demanda con pendiente negativa, no las explica. Es decir, si la demanda no tuviera pendiente negativa, ¡una reducción del precio supondría una reducción de la demanda!<br /><br />Conviene, antes de seguir, hacer una matización sobre los bienes Giffen. En economía neoclásica, la ley de la demanda según la cual un aumento del precio produce una reducción de la cantidad demandada, es generalmente malinterpretada. Según los neoclásicos, una reducción del precio produce dos efectos: efecto sustitución y efecto renta. El efecto renta ya lo hemos explicado, el efecto sustitución señala que, dado que el precio de ese bien ha disminuido, se ha abaratado también respecto a otros bienes, con lo cual tenderá a incrementarse la demanda de ese bien, disminuyendo la de otros. Agregando el efecto sustitución y el efecto renta, generalmente, tenemos un incremento de la demanda ante disminuciones del precio.<br /><br />Pero, a veces, el efecto renta puede ser negativo. Es el caso de los denominados bienes inferiores; si yo compro un bien por mi poca renta, la reducción del precio de ese bien me enriquece y ello podría provocar que migrara a otros bienes de mayor calidad. Por ejemplo, si el pollo tiene un precio de 1000, yo tengo una renta de 10000 y antes la consumía entera comprando diez pollos, si ahora el precio cae a 200, puede que decida comprar solamente cinco pollos y un faisán con un precio de 9000.<br /><br />Generalmente, el efecto renta es insuficiente para vencer el efecto sustitución, pero cuando esto sucede estamos ante los bienes Giffen, esto es, bienes cuya curva de demanda es positiva (cuanto menor es su precio, menos consumo).<br /><br /> En realidad, esto supone una incomprensión de la ley de la demanda, por asentarla sobre la constancia de las valoraciones.<br /><br />Primero, como hemos dicho, es la existencia y dominio de los medios la que nos permite dirigirnos hacia los fines. Un medio adicional, permite conseguir el fin marginal. De la misma manera, el aumento de nuestra riqueza nos permite alcanzar fines que antes no podíamos. En este sentido, el efecto renta puede ser suficientemente grande como para habilitar nuevos fines que no son marginales, sino muy importantes. Imaginemos un señor cuyo sueño vital es viajar a la luna, sin embargo no tiene suficiente dinero para ello aunque renuncie a todos los placeres de la vida actual. Sin embargo, imaginemos que se produce un descenso en el precio de todas las mercancías, de manera que, al final, renunciando a casi todos sus bienes, puede viajar a la luna. Ello no iría en contra de la ley de la demanda; el hecho de que bajara el precio de todo y disminuyera su cantidad demanda sería perfectamente lógico.<br /><br />Segundo, en muchos casos una disminución del precio puede suponer una modificación de la visión subjetiva del producto. Imaginemos que un señor compra un bien "a causa de su elevado precio". La ley de la demanda y la utilidad marginal no dejan de aplicarse por el hecho de que, al caer el precio, el señor deje de comprar ese bien; y es que la causa que fundamentaba su adquisición ha desaparecido. Aunque físicamente es el mismo bien, en la apreciación subjetiva del individuo no (no sirve al fin, por ejemplo, de fardar ante sus amigos de poder adquisitivo).<br /><br />Tercero, la ley de la demanda, como todas las leyes económicas, relacionan hechos visibles con hechos no visibles, con hechos que no han ocurrido. Si hoy baja el precio y mañana disminuye la cantidad demandada, en ningún caso ello contradice la ley de la demanda. Las valoraciones pueden haber cambiado.<br /><br />En conclusión, si los bienes Giffen refutaran la ley de la demanda, como hemos dicho, su demanda debería aumentar conforme su precio sube, lo cual es simplemente absurdo. El empresario incrementaría su beneficio colocando precios astronómicos que todas las personas (o al menos aquellas para las que el bien fuera tipo "Giffen") estarían dispuestas a pagar. La existencia de bienes Giffen sería, pues, como un mágico conjuro que obligaría a ciertas personas a entregar todo su patrimonio a cambio del bien Giffen.<br /><br />Por tanto, estamos donde al principio. El efecto renta no prueba la ley de la demanda, sino que lo requiere. Ya hemos dicho que sin utilidad marginal decreciente, la demanda de los bienes con una elevada utilidad sería infinita. Cuanto más alto fuera el precio más estaríamos dispuestos a consumir, ello nos llevaría, probablemente, a que la cantidad adquirida para todos y cada uno de los bienes fuera 1. Y es que, ante cualquier precio, el consumidor SIEMPRE estaría dispuesto a pagar más (hasta el límite de su renta) para adquirir los bienes.<br /><br />Obviamente, ello sería así "sólo" desde el lado de la demanda, pero la ley de la utilidad marginal decreciente también opera en el caso de la oferta. Las cantidades sucesivas de bienes que tiene el empresario son valoradas cada vez menos (de todas formas, tengamos presente que la reducción de utilidad puede ser prácticamente nula, pero existe).<br /><br />Si no existiera la utilidad marginal decreciente en el caso de la oferta, el empresario nunca estaría dispuesto a vender sus mercancías, sino solamente a acumularlas, ya que cada mercancía adicional le proporcionaría mayor utilidad. Por tanto, la conclusión es que no habría transacción económica.<br /><br />Al final, negar la utilidad marginal decreciente es equivalente a negar la existencia de fines en la acción humana. Si existen fines estos tendrán que ordenarse de mayor a menor importancia para el sujeto, habida cuenta de la escasez de medios y tiempo. Por tanto, si negamos esa jerarquía estamos señalando que todos los fines son igualmente relevantes (esto es, igualmente irrevelantes) y que la acción humana no es teleológica, sino aleatoria, reactiva o dirigida.<br /><br />Tendríamos que pensar, por tanto, que Guerrero cuando pretende convencernos de que la utilidad marginal no existe lo hace "por casualidad"; podría estar escribiendo o cavando agujeros, no tiene preferencias. Es más, no le importaría haber abandonado su escritorio y autoflagelarse, ya que existe una indiferencia absoluta.<br /><br />Y es que, si existen fines, estos tendrá que clasificarse. Y si se clasifican, los medios adquirirán una importancia atendiendo a los fines (más o menos importantes) que permitan conseguir. Los adicionales medios se dirigirán, pues, a fines menos importantes (pues no tiene sentido pensar que los medios iniciales de los que dispondremos los dirigiremos a los fines que consideramos menos importantes).<br /><br />Todo esto no es superfluo y requiere alguna alforja más de las que Guerrero está dispuesto a reconocer. Pero claro, si la revolución marginalista hubiera ocurrido un poco antes, el marxismo ni hubiera nacido. Quizá por ello algunos están obsesionados con enterrarlo. Pero, siguiendo los <a href="http://www.liberalismo.org/bitacoras/1/2874/">consejos</a> de Bujarin, primero deberían estar obsesionados en entederlo.magahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8061084485596608496.post-73225992634377403292008-04-01T19:45:00.000-07:002008-04-01T19:46:32.187-07:00Utilidad marginal, réplica a Diego Guerrero (I): La subjetividadEl economista marxista Diego Guerrero pretenden refutar la teoría de la utilidad marginal en su libro <i><a href="http://pc1406.cps.ucm.es/Libros/Competitividad;%20Teoria%20y%20politica/">Competitividad: Teoría y Política</a></i> (ver el epígrafe A.3. La teoría del valor basada en la utilidad marginal). Sin embargo, me temo que el intento resulta vano.<br /><br />En su opinión, la teoría del valor basada en la utilidad marginal acarrea cuatro problemas fundamentales: la subjetividad, la superfluidad, la inconsistencia lógica y el alcance limitado. Por su extensión dividiremos el asunto en varios posts, donde iremos tratando cada una de las cuatro críticas<br /><br /> <b>Subjetividad</b><br /><br /> La primera apreciación que realiza Guerrero es la siguiente: <i>El cambio más perceptible cuando se pasa del ámbito de las teorías basadas en el trabajo y la actividad laboral de la sociedad a las teorías que encuentran su fundamento en el principio de la utilidad o del placer experimentados en las actividades de consumo de la población consiste en pasar del campo de lo objetivo -ámbito natural de la ciencia- al de lo puramente subjetivo</i><br /><br />Lo cierto es que, realmente, la utilidad no se deriva del consumo, sino la consecución de los fines del actor. El consumo puede no ser la finalidad del actor y, por tanto, no es correcto su inicial afirmación. Pensemos en las personas austeras o en las que disfrutan de su actividad laboral. Si el sr. Guerrero fundamenta el valor en el placer proporcionado por el consumo, habrá que concluir que las "acciones" de estas personas no les son útiles en absoluto (pues no se dirigen a consumir, sino a alcanzar fines distintos del consumo) y la pregunta pertinente será, pues, ¿por qué actúan?<br /><br />Pero además, la siguiente afirmación acerca de pasar del ámbito objetivo al subjetivo también es falaz. Y es que el subjetivismo no elimina la objetividad de la ciencia, sino que la reafirma. La economía obtiene su objetividad reconocimiento la subjetividad del valor; y es que es un "hecho" objetivo que el valor es subjetivo. La economía no se pregunta por las "motivaciones" de ese valor, precisamente porque el ámbito de la formación de los fines en la mente humana corresponde a la psicología.<br /><br /> Y es éste un punto que Guerrero parece no entender: <i>Si nos movemos en el ámbito de los sentimientos psicológicos, o de las sensaciones experimentadas por sujetos individuales, parece que nos deslizáramos necesariamente fuera de la objetividad o intersubjetividad necesarias para el análisis científico. Por muy importante que sea el ámbito de lo subjetivo -y a él se refieren sentimientos tan decisivos en la vida humana como el amor, la amistad, el placer, el dolor, etc.-, no se puede, precisamente por su naturaleza subjetiva, y no-intersubjetiva, pretender alcanzar objetividad científica ni realizar medidas exactas que trasciendan el ámbito de las puras valoraciones individuales</i><br /><br />¿Es que acaso esos sentimientos no son "hechos" tan objetivos como las "cantidad" de trabajo que pueda incorporar un bien? No sólo eso, la economía no pretende explicar el valor en sí mismo, sino las consecuencias de la acción humana dirigida por esos valores. El análisis científico de la economía no necesita más que estudiar estas implicaciones lógicas y necesarias del comportamiento humano.<br /><br />El problema es que el valor NO es mensurable; la voluntad de reducir el valor a un stándard supone una contradicción flagrante en tanto la utilidad de ese stándard adquiere un "valor". El valor no puede medirse a través del valor. No hay unidad de valor, en ningún caso. De hecho, como ya digo, para el desarrollo de la teoría económica, los datos "concretos" le resultan irrelevantes: "La praxeología estudia la acción humana como tal, de modo genérico y universal. No se ocupa de las circunstancias particulares de medio en que el hombre actúa ni del contenido concreto de las valoraciones que le impulsan a realizar determinados actos.<br /><br />Y en este caso podemos volver a afirmar que la naturaleza subjetiva del valor en todos los individuos es lo que, a su vez, nos permite configurarlo como una categoría del ser humano y, por tanto, de donde adquiere su carácter intersubjetivo.<br /><br /> Partiendo del error de la necesidad de medición, Guerrero continúa: <i>En consecuencia, cuando alguien pretende relacionar el valor de una mercancía con el placer que experimenta su consumidor al consumir la última unidad consumida de la misma (ésta es la definición más usual de la utilidad marginal), la primera pregunta que viene a la mente es: ?en qué unidades se mide ese placer? Por muchos intentos que haya habido en sentido contrario, es evidente que resulta completamente imposible encontrar una unidad de medida objetiva para algo que por definición es un sentimiento puramente subjetivo. Ni siquiera el propio sujeto que se supone experimenta este placer dispone de medio alguno para cuantificar de forma constante y no arbitraria su placer.</i><br /><br />Aquí hay una secuencia de saltos lógicos importantes. Primero, Guerrero demuestra no haber entendido nada cuando habla de valor "experimentado" "al consumir". El valor es lógicamente previo al acto de consumo, y es que nadie consume sin valorar la acción de consumo. El consumidor no está esperando a otorgar valor a un bien hasta que lo consume; esto es absurdo. El valor se otorga en función del valor "esperado", es siempre "ex ante"; no se experimenta nada, sino que se espera experimentar. Segundo, por ello mismo hablar del consumo de la "última unidad" es un sinsentido.<br /><br />Imaginemos un stock de cinco unidades; si la caricatura (no intencionada) que Guerrero efectúa de la utilidad marginal es que el valor se otorga conforme se consume, ¿cuál sería la unidad marginal? Cuando consuma una de ellas, el stock se reducirá en una unidad y, por tanto, el valor marginal aumentará. De manera que cada unidad tendría valor por sí misma y la paradoja del agua y los diamantes quedaría sin resolver.<br /><br />Pero me temo que ningún defensor serio de la utilidad marginal propuso tal dislate. Como hemos dicho, el valor se otorga en función de los fines. Si ello es así, un mayor número de unidades permite satisfacer un mayor número de fines que, necesariamente, ocuparán una posición jerárquica, de mayor a menor importancia. Una nueva unidad permite acceder a un nuevo fin, menos importante que el anterior y, en tanto las unidades son intercambiables (sino estaríamos hablando de bienes económicos distintos; nuevamente contemplamos la importancia de la subjetividad), cada una de las unidades tendrá para el individuo una utilidad igual al fin marginal para cuya consecución son necesarias. Cuando se consume una unidad, no sólo desaparece la unidad, sino también el fin para el cual servía. Si satisfacemos primero el fin menos importante, las cuatro unidades restantes incrementarán su valor, ya que el fin marginal tendrá ahora un mayor valor que antes; pero si acariciamos primero el fin más importante, el valor de las unidades no variará, ya que el fin marginal seguirá siendo el mismo.<br /><br />Tercero, Guerrero vuelve a introducir, torpemente, la necesidad de medición. Vamos a dar un paso más y a recordar el carácter "ordinal" de las comparaciones de utilidad. Al actor valora "más o menos" un fin que otro; un medio le resulta "más o menos" útil, pero de aquí no se sigue ni la posibilidad ni la necesidad de medición. A es mayor que B, pero no cinco o dos veces mayor; simplemente es más importante porque me satisface más.<br /><br /> Cuarto, precisamente por ello, el sujeto no necesita cuantificar su placer. Lo único que requiere es ser capaz de <a href="http://www.juandemariana.org/comentario/240/">discriminar</a> cuáles son los fines prioritarios para modular su acción en consecuencia. No necesita ni constancia ni un patrón de medición. Basta con que su acción sea, en todo momento, la mejor, la más adecuada.<br /><br /> Guerrero cree posible vencer estas dos últimas objeciones a través del siguiente argumento: <i> Pero antes de continuar en la crítica hay que hacer frente a una posible objeción contra la misma. Frente a quien pudiera pensar que este tipo de crítica a la utilidad marginal podría evitarse acudiendo a una concepción ordinalista, en vez de cardinalista, de la utilidad, habría que alegar que, si bien es verdad que en el caso de las teorías ordinalistas nadie pretende cuantificar expresamente las cantidades absolutas de placer que experimenta el consumidor, lo cierto es que sí se supone posible y necesaria una cuantificación implícita de la misma, por lo que la crítica fundamental realizada en el párrafo anterior también es extensiva a esta versión de la teoría.</i><br /><br />Ninguna cuantificación es necesaria, si por cuantificar se entiende medir y por medir utilizar un patrón constante. Lo único que requiere el actor, como ya hemos dicho, es saber si aquel fin le proporcionará mayor satisfacción que aquel otro. Para ello no es necesario una medición, basta una comparación interna de satisfacciones esperadas. Aunque no pueda cuantificarlo, sé que me gusta <i>más</i> la carne que el pescado. ¿Cuánto más? Lo ignoro, pero ello no imposibilita mi conocimiento acerca de <i>mis</i> preferencias. El significado de ordinal es simple y sencillo: el primero antecede al segundo, ¿en función de que razón matemática? Ninguna, simplemente va antes.<br /><br /> A continuación Guerrero da un nuevo salto de trampolín: <i>En efecto: con independencia de otra línea de crítica ligada a la parcialidad del fundamento que se reivindica en estas teorías -ya que la utilidad sólo interviene para determinar la forma de la función de demanda del mercado, que luego debe completarse con la correspondiente función de oferta para determinar el valor de equilibrio de dicho mercado-, lo primero que hay que tener en cuenta es que la demanda total o agregada de mercado es la suma de las demandas individuales, y que, con independencia de los problemas ligados a la agregación de estas últimas, lo decisivo es que las demandas individuales resultan en rigor imposibles de obtener</i>.<br /><br />Aquí hay dos críticas, una de pasada y otra que empieza a integrar el argumento de guerrero. Primero, Guerrero afirma que la utilidad sólo determina la "forma" de la función de demanda con el objetivo de determinar el "valor" de equilibrio. Cuidado con los conceptos; el precio no es valor, ni siquiera una medición del mismo. El precio es una "relación" de intercambio según la cual ambas partes subjetivamente creen estar recibiendo más de lo que están dando. Por tanto, difícilmente puede ser el valor de ninguna de ellas, pues no se intercambian iguales, sino desigualdades. Yo doy cinco euros por un libro porque considero que el valor del libro es superior al de los cinco euros. No doy cinco euros porque considere que el valor del libro son "cinco euros"; en ese caso, ¿para qué efectuar el intercambio?<br /><br />Aparte, hay una contradicción de fondo en decir que la utilidad determina la forma de la demanda. La única utilidad del actor es la marginal, ya lo hemos dejado arriba claro. Si ello es así, la utilidad dependerá de las unidades que pueda adquirir y éstas, a su vez, dependen del precio que, a su vez, depende de la demanda cuya forma teóricamente determina esa utilidad. Caemos en un razonamiento circular. La demanda no tiene una forma preestablecida; la demanda es una consecuencia de la utilidad y del coste de oportunidad. Para el actor individual no hay más: confronta el valor de los fines futuros satisfechos con el coste de satisfacerlos (es decir, con los otros fines a los que tendrá que renunciar). Para ello se emprende un proceso de negociación con la otra parte quien, a su vez, efectúa el mismo análisis. Atendiendo a los distintos estadios de la negociación, la demanda será mayor o menos atendiendo a la contraprestación exigida.<br /><br />En las sociedades modernas, esa contraprestación monetaria se mantiene estable por un tiempo, de manera que los consumidores calculan cuáles serán los fines a los que renunciarán a cambio de pagar el precio estipulado. Si éste es desbocado (esto es, el valor de los fines a los que se renuncia es mayor al de los que se espera conseguir con ese medio), la demanda caerá (se adquirirán unidades mientras el valor del fin adicional conseguido a través de una nueva unidad sea mayor que el valor del fin marginal al que se renuncia) y los precios se modificarán.<br /><br />Segundo, como hemos visto, no existe algo así como "demanda agregada" de mercado; eso son simplificaciones neoclásicas tan erróneas como nocivas. Las demandas no se agregan cruzándose con la oferta. El proceso de mercado es mucho más complejo. Requiere un proceso de negociación entre las partes que puede darse a través de la argumentación o de la propuesta de un precio. En todo caso, el empresario no podrá mantenerse por mucho tiempo en el mercado si no consigue producir aquello que realmente valoran los consumidores. Y es que el empresario tendrá que pagar a los factores productivos la productividad marginal descontada de la venta de ese bien. Si el bien no llega a venderse (por ser su precio demasiado elevado), sus costes superarán a sus ingresos y cerrará.<br /><br />Los empresarios que puedan pagar mayores rentas (por esperar percibir un mayor precio) y ACIERTEN, serán los que triunfarán en el mercado. Ésa es la competencia típica del proceso de mercado.<br /><br />Por último, Guerrero sostiene que su simplificación anterior sobre la utilidad marginal no se sostiene (algo que ya hemos visto sin necesidad de recurrir a sus argumentos). Sin embargo, a efectos dialécticos, vamos a considerar las subsiguientes objeciones como afrentas a una teoría de la utilidad marginal "correctamente" entendida. ¿Por qué no puede basarse la demanda del bien en la utilidad esperada de los medios adquiridos?<br /><br /> <i>cada persona (sea consumidor efectivo o no) debería conocer en cada momento una de estas dos cosas: 1) o bien el quantum de placer absoluto (medido en alguna unidad constante por lo que se refiere a sí mismo) que le proporcionaría cada una de las unidades sucesivas potencialmente consumibles, y por tanto la totalidad de las mismas, del bien en cuestión</i><br /><br />Como hemos dicho, ningún individuo necesita conocer el valor cardinal de sus fines, ni mucho menos de todos de ellos de manera agregada. La utilidad marginal simplemente establece que el valor de los medios irá reduciéndose conforme se persigan fines menos valorados hasta que llegará un punto en el que, adquirir una unidad adicional de ese medio, supondrá renunciar a otros fines que jerárquicamente se valoran más (de nuevo, cuánto más es una cuestión irrelevante para poder guiar la acción humana y, en concreto, para poder demandar).<br /><br /> <i>2) o bien, si se renuncia a la perspectiva cardinalista, a cuanto equivale, o equivaldría, en términos de placer, el consumo de cada unidad del bien x en relación con el consumo de otras o las mismas cantidades de cualquier otro bien y (dando por descontado que este y se extiende de hecho a la totalidad de los demás bienes existentes).</i><br /><br />Me temo que Guerrero no abandona en absoluto la perspectiva cardinalista, al seguir buscando "equivalencias" de valor. Repetimos: sólo es necesario conocer la jerarquía de nuestros fines, algo que el actor conoce en cada instante perfectamente (lo cual no significa que permenezcan constantes), no su relación con otros fines. La relación entre un kilo de carne y 500 gramos es de 2 a 1. Esto nos resulta irrelevante para determinar si un fin es más apetecido que otro. Y, también conviene recordar, que Guerrero reduce inconvenientemente el ámbito del valor al "consumo". Lo que realmente necesita saber el actor es si el fin A que habilita el medio x es más importante que el fin B que habilita el medio y. Nada de relaciones entre hipotéticos consumos.<br /><br /> Obviamente, atacando un muñeco de paja, Guerrero afirma que: <i>Esto no se sostiene y no sólo por razones de falta de realismo: dado que los gustos y sentimientos de los consumidores varían constantemente, la sola existencia de precios estables de las mercancías sería una prueba en contra de la racionalidad de una teoría así, porque para obtener este resultado se tendría que dar la coincidencia de que a cada cambio en la función individual de utilidad de un sujeto habría de corresponder un cambio igual pero de signo opuesto en la función de algún otro sujeto para que, al unirse ambas en la función de demanda de mercado, esta última curva cruzase, ceteris paribus, a la función agregada de oferta precisamente en el mismo exacto lugar en que lo hacía anteriormente</i><br /><br />Primero, la hipótesis de que los gustos de los consumidores "varían constantemente" es demasiado arriesgada y, sobre todo, innecesaria. Pretender falsar la hipótesis de "gustos cambiantes" a través de la siguiente hipótesis "precios estables" es del todo lamentable. Uno esperaría un razonamiento teórico más aplicado, pues ¿en qué momento hemos abandonado la teoría para ponerse a hablar de la realidad que uno cree observar? En realidad, la estabilidad de precios es una superchería tremenda, pero ésta es otra discusión.<br /><br />Segundo, las variaciones individuales de la utilidad no dan lugar, como parece sugerir Guerrero, a variaciones del precio, precisamente porque entonces los pequeños cambios (compro una unidad más) darían lugar a grandes alteraciones (subo el precio, con lo cual la utilidad marginal de los restantes miles de consumidores queda por debajo). No es necesario que a cada cambio inidivudial le corresponda otro cambio individual en sentido opuesto para que los precios se mantengan constantes. Como hemos explicado, el proceso de mercado opera de otra forma; pagan a los factores sus productividades marginales descontadas sobre las ventas de los productos a un precio anticipado y, si el empresario acierta en su cálculo y en su anticipación, obtendrá un interés por la inversión en factores productivos. En caso contrario cosechará pérdidas que lo alejarán del mercado.<br /><br />De hecho, incluso los monumentales cambios de utilidad pueden NO dar lugar a una modificación de los precios; sin embargo, la consecuencia de esta mala gestión empresarial será su quiebra. Es decir, la utilidad marginal determina los precios, pero no a través de un mecanismo computerizado y funcionalista, sino del appreisement empresarial.<br /><br />Hasta aquí la primera objeción de Guerrero a la utilidad marginal, esto es, el problema de la subjetividad del valor. Como hemos visto, todas las objeciones eran más bien endebles y no han supuesto problemas considerables salvo para una caduca ideología neoclásica. La utilidad marginal correctamente entendida, tal como fue propuesta por sus impulsores, sigue siendo tan correcta como entonces.<br /><br /> Próximamente destriparemos las restantes objeciones.magahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8061084485596608496.post-16417628132019605142008-03-20T16:00:00.000-07:002008-03-20T16:08:44.212-07:00<span style="font-size:85%;"><span style="font-family:times new roman;"><span style=";font-family:times new roman;font-size:130%;" >Se peude ser tan inutil y confundir una cosa con la otra. Nadie esta diciendo que no tengan razon. Pero muchachos, un poco de delicadeza no vendrìa mal en estos tiempos</span><br /></span></span>magahttp://www.blogger.com/profile/03879092308409198092noreply@blogger.com0